Muchos pacientes, tras pasar por un ictus, necesitan un proceso de rehabilitación que les permita reintroducirse en la vida laboral y social. La conducción de un vehículo es una herramienta útil y, en ocasiones, imprescindible para recuperar la actividad normal en estos pacientes.

Después tener un ictus, algunos pacientes pueden presentar diferentes afectaciones neurológicas, y consecuentemente una cierta pérdida de habilidades que les puede dificultar o impedir la posibilidad de volver a ponerse al volante.

Muchos pacientes y familiares no son conscientes de la pérdida de habilidades y limitaciones que presentan tras un ictus y tampoco reciben la información necesaria sobre la posibilidad de volver a ponerse al volante.

No obstante, el equipo médico debe informar a los pacientes y familiares tanto de los riesgos que existen de volver a sufrir un nuevo evento, como de los posibles efectos secundarios del tratamiento que está recibiendo; así como sobre las posibilidades de volver a conducir.

Dependiendo del tipo de ictus que haya tenido el o la paciente, existen diferentes regulaciones legales que establecen cuando podría volver a conducir. Por ejemplo, en el caso de los pacientes de ictus isquémico, deben pasar al menos seis meses hasta que puedan volver a conducir. Además sólo podrán hacerlo en caso de que exista un informe del neurólogo en el que se confirme el diagnóstico y se detalle el tratamiento que se recibe. El primer permiso que se obtenga tendrá una duración de tan sólo un año, y, en caso de estabilidad clínica se alargarán los siguientes permisos durante 3 a 5 años.

En cambio, en el caso de los pacientes de ictus hemorrágico, no podrán conducir hasta pasado un año del episodio. En este caso también es necesario un informe del neurólogo que acredite que no existen ya secuelas importantes a nivel motor o sensorial, que podrían poner en peligro tanto al propio conductor como a los demás vehículos.

En cuanto a los pacientes que sí presentan secuelas tras el ictus, especialmente aquellos que tienen diferentes grados de discapacidad física, existen centros de reconocimiento autorizados donde se evalúa su capacidad de conducción. En caso de que la evaluación sea positiva, los pacientes podrán conducir y recibir la tarjeta especial que les permita estacionar en espacios reservados.

En conclusión, dependiendo de las secuelas de la enfermedad y tras un proceso de rehabilitación que les permita reintroducirse en la vida cotidiana, la conducción de un vehículo es una de las actividades que muchos de los pacientes de ictus pueden retomar. Aún así, frecuentemente no reciben información suficiente sobre las diferentes condiciones y los procedimientos que deben seguir para conseguirlo.

Fuente: IDIBAPS - Institut d'Investigacions Biomèdiques August Pi i Sunyer

https://www.clinicbarcelona.org/noticias/conducir-tras-un-ictus
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