Los cinco componentes del síndrome metabólico (SM) son la obesidad abdominal, la hipertensión, la hiperglucemia y la dislipidemia (triglicéridos elevados en la sangre y bajo colesterol HDL). Según explica el catedrático de Fisiología del Ejercicio y director del trabajo de investigación, Ricardo Mora, los médicos tratan el SM inicialmente con modificaciones en el estilo de vida que incluyen la reducción de la ingesta calórica y la participación en programas de entrenamiento físico. “Sin embargo, si las condiciones no mejoran, los médicos están obligados a prescribir medicamentos para reducir esos factores de riesgo”, indica.

El estudio, recogido en el número de octubre del boletín del ACSM, se ha desarrollado a través del seguimiento realizado a dos grupos de individuos durante dos años consecutivos. Los grupos tenían características similares (edad promedio de 53 años; índice de masa corporal de 33 kg/m2; 32 % de mujeres) y poseían 3,6 de los cinco componentes que conforman el síndrome. Uno de los grupos realizó un programa de entrenamiento aeróbico durante cuatro meses cada año, mientras que el otro grupo permaneció sedentario. Durante los dos años de seguimiento, los investigadores midieron la evolución anual de los componentes del SM, así como el uso de medicamentos en cada participante.

La principal conclusión de este estudio es que durante el periodo estudiado el grupo sedentario mantuvo estable la evolución del SM, lo que probablemente se debe, según el profesor Mora, “a un mayor uso de medicamentos”. En contraste, el grupo que realizó un programa de entrenamiento anualmente mejoró su estado del SM, “principalmente debido a la reducción de la presión arterial después del primer año”. El director del trabajo destaca que “esta mejora en el estado del SM tuvo lugar sin un aumento en la prescripción de medicamentos”, por lo tanto “la inclusión de un programa de entrenamiento anual detuvo el aumento en el uso de medicamentos que ocurrió en el grupo sedentario con SM”.

Así pues, el trabajo resalta que, al menos en el grupo de pacientes estudiado, “el ejercicio es de hecho un medicamento, lo que evita que los pacientes incrementen progresivamente el tamaño de su pastillero”. En este sentido, los autores de la investigación señalan las implicaciones potenciales de mantener o disminuir el uso de medicamentos mediante el ejercicio físico. “Podría reducir los costos de atención médica (es decir, visitas al médico, análisis de sangre, costos de farmacia), reducir los efectos secundarios asociados con la polifarmacia y mejorar la calidad de vida, todo lo cual vale la pena explorar a través de una investigación adicional”, afirman.


Gabinete de Comunicación UCLM. Toledo, 17 de diciembre de 2018

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