• Desde el 2019, el IRTA y el CRAG trabajan en un proyecto de investigación para la mejora genética de plantas de cannabis con la empresa estadounidense de biotecnología de semillas Front Range Biosciences
  • El objetivo del proyecto es desarrollar nuevas herramientas que permitirán obtener nuevas variedades de cannabis adaptadas a las necesidades de diversas industrias
  • La planta tiene muchas aplicaciones de interés, como la extracción de moléculas para el uso terapéutico, los biomateriales o los suplementos alimenticios

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha otorgado al Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) un permiso para cultivar plantas de cannabis para realizar investigaciones científicas. Esta planta es un cultivo con un gran interés y valor añadido para diversas industrias, pues sus productos tienen muchas aplicaciones: bioplásticos, materiales de construcción, alimentos y bebidas con un alto contenido de proteína, suplementos alimenticios, materiales textiles, productos de papelería y biocombustibles, entre otros. Desde 2019, el IRTA y el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG) desarrollan herramientas para la mejora genética de plantas de cannabis en el marco de un proyecto llevado a cabo en colaboración con la empresa estadounidense Front Range Biosciences (FRB).

Liderado por Jason Argyris, investigador del IRTA en el CRAG, el proyecto de investigación y desarrollo con FRB consiste en usar la tecnología de los marcadores moleculares para la mejora de las variedades, y se ejecuta en un invernadero de alta seguridad en las instalaciones del IRTA y en los laboratorios del CRAG. El proyecto contempla hacer ensayos de campo, cruces selectivos e investigación genómica aplicada a líneas de germoplasma, que aprovecha la plataforma de mejora y las colecciones protegidas de FRB para obtener plantas de cannabis adaptadas a diversos entornos productivos. Entre los objetivos a largo plazo, se espera obtener nuevas variedades que expresen diversos perfiles de cannabinoides demandados por la industria farmacéutica, y que desde el punto de vista agronómico sean resistentes a plagas y enfermedades. «El permiso de la AEMPS es un estímulo muy positivo para continuar con esta línea de trabajo, y nos permitirá ejecutar a largo plazo el proyecto con FRB, que es muy ambicioso, con todas las garantías de seguridad», afirma Amparo Monfort, jefa del programa de Genómica y biotecnología del IRTA en el CRAG.

“El IRTA y el CRAG son centros de investigación de primer nivel mundial y estamos muy satisfechos con el progreso que hemos hecho en nuestro programa de mejora durante el último año y medio. La autorización emitida por la AEMPS es un hito muy importante para continuar la expansión de FRB en Europa”, destaca el Dr.Jonathan Vought, director general de Front Range Biosciences. “El continuo crecimiento de la industria del cannabis medicinal en toda Europa, representa una gran oportunidad para la comercialización de nuevas variedades de cannabis y semillas de alto rendimiento que permitan la producción de cannabinoides de interés médico”, añade.
Según el director de Relaciones internacionales del IRTA, Eliecer López, «es un buen ejemplo de las ventajas de los sistemas de colaboración público-privada con una empresa de biotecnología de semillas, en la que se producirán innovaciones varietales de las que se obtendrán productos con muchas aplicaciones de alto valor añadido». A pesar de ser un sector productivo con interés como cualquier otro, las restricciones de un cultivo de este tipo no han permitido avanzar en su investigación al mismo ritmo que otros tipos de plantas de interés económico y, por tanto, recalca López, «hay mucho recorrido para desarrollar las innovaciones que necesita la industria, y es la propia industria quien nos las pide». Sin embargo, en los últimos tres años se han registrado más de 200 variedades en la Oficina Europea de Variedades Vegetales, un hecho que «evidencia el interés por el cultivo del cannabis a medida que se avanza en los aspectos legales y de regulación en todo el mundo», afirma Monfort.

El IRTA es muy consciente de las potencialidades para obtener nuevas variedades de cannabis mediante el uso de herramientas genómicas de última generación, con las que trabajamos con otras especies como el melón, los árboles frutales o las hortalizas, y es por ello que, según López, «en nuestro centro de investigación tenemos todas las capacidades para dar respuesta a las crecientes necesidades del sector, combinando estas herramientas con la ingeniería de biosistemas, la agronomía, el control integrado de plagas o la postcosecha.


Un mercado emergente en Europa

La flor de la planta de Cannabis sativa se conoce legalmente como cannabis, y se encuentra incluida en la lista I de la Convención Única de Naciones Unidas de 1961 sobre estupefacientes, y como tal, en nuestro país su producción, fabricación, exportación, importación, distribución, comercio, uso y posesión debe limitarse a fines médicos y científicos.

El cultivo de la planta de cannabis está emergiendo en Europa de forma especialmente rápida en los mercados agrícolas e industriales, y en la mayoría de los países miembros de la Unión Europea (UE) hay un mercado activo de cáñamo, que es como se denomina a las plantas de cannabis que son utilizadas para fines industriales como fibra y semillas.

Muchos países de la UE levantaron sus prohibiciones sobre la producción de cáñamo en los años noventa, y subvencionaron la producción de lino y cáñamo para obtener fibra en virtud de la Política Agraria Común (PAC). Desde entonces, el sector ha crecido de forma exponencial. La producción se concentra en Francia, los Países Bajos, Lituania y Rumanía; Francia, que produce cerca del 50% del cáñamo en Europa, es el principal productor. La mayor parte de la producción se comercializa en forma de pellets, semillas o fibras, y por todo el mundo se observa un interés creciente por los extractos de moléculas para diferentes usos terapéuticos.


El cultivo de las plantas de cannabis para obtener extractos con un alto valor añadido es un ejemplo claro de alternativa a los sistemas agrícolas convencionales que, por sus características, puede contribuir a mantener a la población rural en el territorio mediante un cultivo de bioeconomía circular que genere extractos y productos derivados con un alto valor económico en un mercado normativizado y completamente legal. Así, puede ser un buen aliado para la sostenibilidad social, ambiental y económica, que son los tres pilares de la PAC para alcanzar un sistema sostenible de agricultura.

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