En algunas industrias de extracción de zumo de naranja, los residuos frescos de la naranja se prensan, concentran y deshidratan a altas temperaturas con el fin de obtener pellets destinados al consumo animal, sin prestar atención a la posibilidad de extraer compuestos bioactivos que puedan emplearse como ingredientes funcionales en alimentos para humanos.

En un reciente trabajo, publicado en el Journal of the Science of Food and Agriculture, un equipo del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL), centro mixto CSIC-UAM, caracterizó cuatro subproductos procedentes de la empresa García-Carrión, analizando su contenido en polifenoles, actividad antioxidante y fibra total soluble e insoluble.

Los autores detectaron así la presencia de furosina, un indicador de las etapas iniciales del pardeamiento no enzimático en alimentos. “Este indicador de calidad es muy útil, ya que nos da idea de la pérdida del valor nutritivo por la participación de la lisina en dicha reacción, y nos permite conocer retrospectivamente las condiciones del proceso”, explica Mar Villamiel, Investigadora Científica del CSIC y directora del trabajo.

“El residuo líquido, un licor de naranja que se obtuvo del prensado de la cáscara fresca y posterior concentración, puede ser empleado como fuente de fructosa, carbohidrato que proporciona mayor dulzor que la sacarosa, pero con menor contenido calórico”, añaden los investigadores.


Efectos beneficiosos de la pectina de naranja

Para extraer la pectina de naranja, dado su contenido en ácido galacturónico en los residuos sólidos, los científicos emplearon enzimas celulasas que se encargaron de liberarla de las paredes celulares, donde se encuentra en contacto con la celulosa y la hemicelulosa.

“La pectina así obtenida, además de ácido galacturónico, presentó contenidos en xilosa, arabinosa, ramnosa y galactosa, monosacáridos característicos de las pectinas de cítricos. Los tres subproductos deshidratados (cáscara fresca, seca y pienso de naranja) presentaron pectina con niveles de ácido galacturónico superiores al 70%, pudiendo ser considerado como aditivo alimentario por la FAO”, detallan los autores.

De acuerdo con los resultados presentados, este polisacárido puede ser empleado como espesante, estabilizante y gelificante en la preparación de postres, cremas, sopas, bebidas, etc. Además, resiste la digestión intestinal logrando llegar al colon, donde sirve de nutriente para bacterias benéficas cuyos productos del metabolismo (ácidos grasos de cadena corta) ayudan a evitar la proliferación de bacterias patógenas, entre otros efectos beneficiosos.

El consumo de esta fibra soluble, también podría fortalecer el sistema inmune, y reducir la cantidad de glucosa y colesterol en la sangre, evitando con ello padecer graves enfermedades como son la diabetes y la obesidad.

La pectina extraída posee amplia aplicación y es muy fácil de obtener. El proceso de extracción implica una técnica amigable con el medio ambiente, ya que las enzimas son biodegradables y pueden ser reaprovechadas para la obtención de biomasa.

Actualmente, el grupo de investigación Química y Funcionalidad de Carbohidratos y Derivados del CIAL, se encuentra estudiando la pectina extraída a partir de otros subproductos de la industria alimentaria, mediante métodos simples o combinados, así como su modificación química, a fin de incrementar aún más la calidad, el rendimiento y sus propiedades funcionales.

“Estamos trabajando en colaboración con el grupo de Farmacología de Productos Naturales de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, cuyos investigadores han llevado a cabo un estudio para evaluar el efecto in vivo del consumo de estos subproductos y de la pectina de naranja sobre la enfermedad inflamatoria intestinal, abriendo un campo de investigación importante en cuanto a aplicación de este tipo de subproductos para evitar o minimizar sus síntomas.

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Referencia bibliográfica:

Pacheco, M. T., Moreno, F. J., & Villamiel, M. (2019). Chemical and physicochemical characterization of orange by-products derived from industry. Journal of the Science of Food and Agriculture, 99, 868–876. http://doi.org/10.1002/jsfa.9257

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