La enfermedad de Alzheimer sí tiene tratamiento, aunque paliativo, no curativo. En la actualidad, lamentablemente, no contamos con ningún tratamiento efectivo que pueda modificar, detener o prevenir el avance neurobiológico de la enfermedad de Alzheimer. Si bien existen fármacos que se encuentran en fase de experimentación clínica, hasta ahora ninguno de estos medicamentos ha demostrado ser eficaz para frenar la progresión de la enfermedad. En este artículo te explicamos los principales fármacos que se utilizan en el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer.

¿Para qué sirven los tratamientos farmacológicos existentes?

Cuando se diagnostica la enfermedad de Alzheimer, el especialista puede recetar al paciente uno o varios tratamientos farmacológicos. Aunque estos fármacos no modifican el curso de la enfermedad cerebral, ayudan a paliar algunos síntomas, disminuyendo su intensidad y contribuyendo a una mayor calidad de vida de pacientes y familiares. Su efectividad, no obstante, va disminuyendo con la progresión de la enfermedad.

¿Qué tipo de medicamentos se utilizan en el tratamiento del Alzheimer?

Los medicamentos que se prescriben para mitigar los síntomas del Alzheimer son los siguientes:

Inhibidores de la acetilcolinesterasa

Diversos estudios indican que los inhibidores de acetilcolinesterasa retrasan la degradación de la acetilcolina, un neurotransmisor implicado en los procesos de la memoria y el aprendizaje. Suelen indicarse en fases de leve a moderadamente graves de la enfermedad de Alzheimer. Su acción permite potenciar temporalmente algunas funciones cognitivas, como la memoria y la atención, así como cierto control de determinados síntomas conductuales.

Los resultados clínicos y de investigación indican que estos medicamentos influyen también en las actividades de la vida diaria, favoreciendo la autonomía de los pacientes.

Los medicamentos son el donepezilo, la galantamina y la rivastigmina. Los tres funcionan de manera parecida, pero dependiendo de las características de cada paciente, el neurólogo optará por uno u otro y hará el seguimiento de su eficacia y tolerancia que, en general, es buena. Hay que informar al médico de posibles efectos secundarios para su valoración y, si fuera necesario, modificar la dosis o, valorar un tratamiento alternativo, o suspenderlo.

Memantina

La memantina no suele prescribirse antes de fases moderadas de la enfermedad. Se ha mostrado eficaz a nivel cognitivo, en el funcionamiento global y en el desempeño en las actividades de la vida diaria. En este caso, la acción farmacológica está relacionada con la acción de otro neurotransmisor, el glutamato, que también está implicado en algunas funciones cognitivas.

Fármacos para el control de alteraciones conductuales

En determinados momentos de la evolución de la enfermedad, el neurólogo puede considerar necesario prescribir, temporalmente, además del tratamiento de base, algún fármaco para el control de algunas alteraciones afectivas (depresión, ansiedad), psicóticas (alucinaciones, ideas paranoides), conductuales (agitación, agresividad) o los problemas de sueño.

En casos con alteración conductual y/o síntomas psicóticos, los fármacos de elección suelen ser los denominados antipsicóticos, siendo la quetiapina y la risperidona los más utilizados. La dosis y duración dependerá de la gravedad de los síntomas.

Cuando los síntomas predominantes son de tipo afectivo, pueden estar indicados los fármacos antidepresivos, como el citalopram, la sertralina o la trazodona. En general, no se recomienda el uso de ansiolíticos o sedantes de la familia de las benzodiacepinas (como el Orfidal©, el Tranxillium© o el Diazepam), puesto que pueden agravar la desorientación, generan dependencia y a largo plazo se asocian a mayor riesgo de deterioro cognitivo.

Medicamentos específicos para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer

Tipo de fármaco

Nombre

Fases de la enfermedad de Alzheimer

Inhibidores de la acetilcolinesterasa

donepezilo

De leve a grave

galantamina

De leve a grave

rivastigmina

De leve a grave

Memantina

memantina

De moderado a grave

Este cuadro tiene carácter meramente informativo. En cada caso individual, siempre prevalecerá la decisión o la opinión del neurólogo.

¿Qué hay de las terapias no farmacológicas?

Existen otras terapias no farmacológicas, como los programas de estimulación cognitiva. Pueden realizarse de manera individualizada o en grupo, especialmente cuando la enfermedad aún no ha llegado a sus fases más avanzadas. Este tipo de intervenciones son una importante ayuda para potenciar las capacidades cognitivas aún preservadas y compensar aquellas más afectadas. Las actividades que pueden resultar útiles como formas de estimulación cognitiva son muy numerosas, entre ellas, las de reminiscencia, o las llamadas de “orientación en la realidad”, que facilitan la conexión de la persona con su entorno.

A lo largo de todo el proceso de la enfermedad son clave las estrategias de atención centradas en la persona, que favorecen un cuidado individualizado partiendo de las características y necesidades particulares de cada uno.

También es importante recordar que ciertas medidas no farmacológicas, como asegurar un ambiente tranquilo, mantener unas rutinas en el día a día o desviar el foco de atención de situaciones que pueden ocasionar irritabilidad en las personas con deterioro cognitivo, son altamente recomendables de cara a prevenir y/o manejar alteraciones conductuales. La musicoterapia, por ejemplo, utiliza la música como elemento para mejorar el estado de ánimo y favorecer el recuerdo. Las medidas farmacológicas, de ser necesarias, son complementarias (que no sustitutivas) de las no farmacológicas para manejar alteraciones conductuales.

Son muy importantes, por otra parte, los programas de apoyo, asesoramiento y formación, tanto a profesionales como a familiares, esenciales para contribuir al bienestar de la persona afectada y su entorno. La Fundación Pasqual Maragall, por ejemplo, cuenta con grupos terapéuticos para cuidadores familiares que contribuyen a mejorar aspectos como la calidad de vida de los cuidadores y, en consecuencia, de las personas que cuidan.

¿El Alzheimer se puede prevenir?

Por ahora, no contamos con ninguna prueba concluyente que nos indique que existe un medicamento, un elemento nutricional o procedimiento cognitivo que evite el riesgo de padecer Alzheimer.

No obstante, en los últimos años, sí que se han publicado distintos estudios que sugieren que aquello que es bueno para el corazón, también lo es para el cerebro. Es importante, pues, prevenir los factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, diabetes, hipercolesterolemia…) y seguir unos hábitos de vida saludables basados en cuatro pilares fundamentales:

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