El Hospital General Universitario de Valencia ha acogido hoy “Drogas y adolescencia”, XIII jornada autonómica de la sociedad científica Socidrogalcohol, que celebra su 50ª aniverasario. El objetivo es ofrecer una formación a los profesionales de las adicciones desde una perspectiva multidisciplinar, a la vez que sirva de espacio de puesta en común y de relación entre los mismos.

La actualización de los profesionales es clave para mejorar el tratamiento de las personas con trastornos adictivos, por eso en esta ocasión destacan temas como: consumo de drogas y sexo (Chemsex) y hepatitis, cannabinoides sintéticos, prevención de consumo intensivo de alcohol en jóvenes y las nuevas tecnologías, dentro de las cuales se enmarcan las apuestas deportivas por parte de los adolescentes.

“La tecnología está cada vez más presente y esta realidad conlleva para nuestros adolescentes cambios en los hábitos sociales, nuevas formas de relación y nuevos modos de aprendizaje, pero también la aparición de nuevas violencias: sexting, grooming, ciberbullying… o tecnoadicciones”, así lo ha explicado Ángel Turbi, doctor en Psicología y director del máster universitario en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas de Universidad Católica de Valencia.

Ello obliga a los profesionales de la salud y, de las adicciones en particular, a repensar la actividad desde la prevención y desde la psicoterapia. Según Turbi, los adolescentes están estigmatizados por el mundo adulto: “Tenemos que entender que el mundo tecnológico para ellos y ellas ya es una realidad y su forma de comunicarse, divertirse y realizar gran parte de las acciones habituales de la vida pasa por hacer uso de la misma. Y, sobre todo, hay que escucharlos”.

“Las adicciones tecnológicas en el periodo evolutivo de la adolescencia ya instauradas generan la necesidad de replantear estrategias, ya que han aparecido nuevas adicciones o transformación de las ya existentes, las ciberadicciones: como adicciones a videojuegos, o a las apuestas deportivas, la “nueva ludopatía” entre otras, realidades, dentro del entorno TIC, a la que los y las profesionales hemos de hacer frente”, ha añadido.

Turbi ha hecho una diferenciación entre el gaming y el gambling con las tecnologías como vehículo en ambas. El gaming tiene que ver con el juego online, con los videojuegos y ha hecho especial énfasis sobre el Fortnite, un juego con alto potencial adictivo. El gambling tiene que ver con las apuestas online que pueden ser realizadas con un móvil desde el lugar en que se encuentre. Hay, por tanto, una mayor accesibilidad.

En 2016, la industria de videojuegos vendió más de 24.500 millones de juegos. En cinco años, las cantidades jugadas casi se han triplicado al tiempo que se ha disparado el número de usuarios y de jugadores activos, registrados en internet.

Paralelamente, lo que más aumentado son las apuestas deportivas, según los datos del mercado español del juego de la Dirección General de Ordenación del Juego, que tiene registrados como jugadores activos en 2018 a 1.465.129, un 5,24% más que el año anterior. Por segmentos, se distribuyen en: 365,1 millones de euros en Apuestas (52,20%); 13,4 millones de euros en Bingo (1,92%); 237,9 millones de euros en Casino (34,03%), 1 millón de euros en Concursos (0,15%) y 81,8 millones de euros en Póquer (11,70%).

Las apuestas deportivas preocupan de forma especial a los profesionales de las adicciones, y en estas edades más vulnerables en las que el desarrollo cerebral se está produciendo, y, por lo tanto, el control de los impulsos es muy inferior al que el humano tiene en la edad adulta.

Otros temas
La jornada ha abordado otras adicciones que tienen una importante prevalencia entre los jóvenes como son el consumo intensivo de alcohol, el aumento del consumo de los cannabinoides sintéticos y las consecuencias del consumo de drogas ilegales en contextos sexuales, o también denominado Chemsex.

El jefe de la Unidad de Toxicología del Hospital General, el doctor Benjamín Climent ha alertado del creciente consumo de los cannabinoides sintéticos “drogas psicoactivas que imitan los efectos del cánnabis pero con un potencial tóxico mucho mayor.

Estamos constatando la difusión de su uso en adolescentes de forma concomitante al cánnabis natural”. Los efectos según Climent: “adolescentes con alteraciones conductuales y agresividad intrafamiliar y escolar”. Su consumo no se detecta en analíticas toxicológicas habituales y no existe ningún tratamiento eficaz, por lo que es necesario focalizar los esfuerzos en la prevención de su consumo.

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