Existen numerosas actividades para personas mayores que, atendiendo a los intereses, gustos y deseos de cada uno, podemos incorporar en nuestro día a día. El tiempo tras la jubilación puede ser una estupenda oportunidad para continuar aprendiendo y disfrutar con intensidad de la vida.

Para que así sea es importante organizar nuestro día a día, planificar nuestra agenda y establecer nuevos hábitos y rutinas basados en los intereses y gustos personales.

Los cambios en el estilo de vida que trae consigo la jubilación

Pasar de la vida laboral activa a la jubilación no siempre resulta fácil y, a menudo, requiere de un periodo de adaptación y de reajuste de las rutinas. En los primeros años de esta nueva etapa, podemos extrañar las rutinas y la actividad diaria, así como el espacio para el aprendizaje y las relaciones que implica el lugar de trabajo. Ya no tenemos obligaciones laborales y disponemos de más tiempo.

Además de la actividad diaria, también es común que se vaya reduciendo la intensidad y frecuencia de las relaciones sociales. Este cambio de vida puede producir desconcierto y, tal vez, no saber en qué emplear el tiempo disponible o por dónde empezar a reorganizarlo. Sin embargo, es fundamental evitar la inactividad y el aislamiento social.

Hay que intentar no caer en la apatía o el sedentarismo, evitar aislarse y procurar mantenerse activo realizando actividades que nos resulten divertidas y gratificantes. Además de pasar un buen rato, estaremos potenciando nuestra salud cerebral y cognitiva.

La importancia del ejercicio físico para las personas mayores

La práctica regular de ejercicio físico, independientemente de la edad, es una inversión en nuestra salud. La actividad física aporta numerosos beneficios y contribuye a prevenir numerosas enfermedades, como las de tipo cardiovascular, por ejemplo. Además, hacer ejercicio mejora el estado de ánimo, ayuda a reducir el estrés y tiene beneficios directos en el cerebro, como el aumento de conexiones neuronales o la generación de nuevas neuronas. De ahí que el ejercicio físico sea tan recomendable para controlar el riesgo de sufrir enfermedades como el Alzheimer o la mal llamada “demencia senil”.

Es aconsejable escoger un tipo de actividad física adecuada a nuestras condiciones físicas y de salud (siempre con consejo médico), que nos apetezca y motive, y que de manera progresiva la podamos incorporar en nuestro día a día. Algunos ejemplos:

1. Ir en bicicleta, un ejercicio físico completo

Dar paseos en bicicleta es una actividad muy recomendable para las personas mayores, puesto que sus beneficios son muy completos: favorece la salud cardiovascular y repercute positivamente en los músculos y las articulaciones.

La intensidad del ritmo y la duración de los trayectos se debe adaptar a las condiciones de cada uno. La bicicleta da sensación de libertad y facilita el descubrimiento de nuevos parajes y rincones y, además, resulta una actividad muy agradable, yendo solo o en compañía, pero siempre adoptando las medidas de seguridad pertinentes.

2. Caminar y, si puede ser, en compañía

Caminar a un buen ritmo es uno de los ejercicios más recomendados para mantenerse en buena forma, durante toda la vida y, especialmente, a partir de cierta edad. Salir a caminar es fácil, económico y puede llevarse a cabo casi en cualquier lugar.

Si además procuramos caminar en la naturaleza añadiremos el placer del paisaje y de la disminución de la contaminación ambiental. Si caminamos en compañía, disfrutaremos de los beneficios que nos aportan las relaciones sociales.

3. Practicar yoga, tai-chi, pilates...

Técnicas como el yoga, el tai-chi o el pilates, cada una con sus particularidades, emplean la respiración, la postura y los estiramientos para trabajar aspectos como la flexibilidad, la tonificación muscular, el equilibrio y la relajación física y mental.

Son actividades que requieren de un aprendizaje, pero, cuando ya se ha adquirido, es fácil realizar ciertos ejercicios de forma autónoma para sentirse mejor. Este tipo de técnicas proporcionan beneficios en el bienestar general y el estado de ánimo. Además, con las adaptaciones necesarias, pueden practicarse a cualquier edad y pueden resultar en un ingrediente muy adecuado para la promoción del envejecimiento activo y saludable.

4. Nadar y hacer ejercicios en el agua

La natación es uno de los deportes más completos y saludables a cualquier edad y es una práctica que presenta pocos riesgos de lesiones. Tanto nadar como realizar ejercicios dentro del agua activan el corazón y tonifican la musculatura, además de ser actividades muy beneficiosas para las articulaciones.

En muchos centros deportivos se ofrecen actividades acuáticas para realizar en grupo, lo que, una vez más, favorece la socialización e incorpora un componente lúdico que puede motivarnos a ser regulares en la asistencia.

Actividades culturales y sociales

Mantenernos mentalmente activos durante toda la vida es importante para fortalecer la salud cerebral. La reserva cognitiva es un factor que contribuye a retrasar el posible deterioro cognitivo, ya que promueve una red neuronal más resistente. Hay que procurar, por lo tanto, llevar a cabo actividades que nos obliguen a realizar cierto esfuerzo mental y que, a la vez, nos resulten atractivas y despierten nuestro interés.

Resulta frecuente que las personas mayores tiendan al aislamiento social a medida que pasan los años. Sin embargo, es precisamente en estas etapas cuando más beneficioso es cultivar las relaciones con otras personas. Existen numerosas actividades culturales y sociales que permiten combinar los beneficios de la actividad cognitiva con los que aportan las relaciones sociales, ya sea manteniendo las que ya tenemos o creando nuevos vínculos.

5. Disfrutar del placer de la lectura

Leer es una actividad altamente beneficiosa para estimular nuestro cerebro. Además de aportarnos nuevos conocimientos, favorece la atención y la concentración, ejercita la memoria y la imaginación. Además puede llevarse a cabo en cualquier momento y lugar.

6. Asistir a cursos y actividades culturales

Ampliar nuestros conocimientos y adquirir nuevas habilidades participando en cursos o talleres en un ámbito que resulte de nuestro interés mantendrá activa nuestra mente y también facilitará establecer relaciones enriquecedoras con otras personas.

Además de fuente de entretenimiento y cultura, actividades como ir a ver un espectáculo, visitar un museo o asistir a una charla o conferencia, son ocasiones estupendas de ocio que podemos compartir con familiares o amigos.

7. Participar en entidades sociales, culturales o deportivas

Participar en actividades de grupo, como las que pueden ofrecer entidades como las asociaciones culturales o los clubs deportivos, es otra manera de mantenerse en contacto con otras personas y crear vínculos nuevos, además de una oportunidad de aprender cosas nuevas y ejercitar habilidades como la capacidad de planificación, el razonamiento o la resolución de problemas cotidianos.

Algunas entidades ofrecen programas de voluntariado, una gran oportunidad de dedicar un tiempo a colaborar con proyectos que mejoran la vida de otras personas o hacen que el mundo sea un lugar mejor. El altruismo, ayudar a los demás sin esperar nada a cambio, suele ser una gran fuente de satisfacción personal.

8. Viajar y conocer lugares nuevos

Viajar es una de las mejores opciones para mantenerse activo, estimular la mente y cultivar las relaciones sociales, elementos que, como ya sabemos, potencian nuestro bienestar y fomentan la salud cerebral.

Descubrir lugares desconocidos, aunque sean cercanos, o emprender un largo viaje son actividades muy enriquecedoras que nos ayudan a abrir nuestra mente a nuevos conocimientos, nuevas perspectivas y otras culturas y formas de vida. Existen programas y agencias especializadas en viajes para personas mayores que ofrecen opciones adaptadas a las condiciones individuales de cada persona.

Fuente: Fundación Pasqual Maragall

https://blog.fpmaragall.org/actividades-para-gente-mayor
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