En verano de 2010-2011 Australia Occidental experimentó una ola de calor marina sin precedentes que elevó la temperatura del agua entre 2 y 4°C por encima de la media durante más de 2 meses provocando la defoliación de Amphibolis antárctica, la fanerógama marina dominante en la icónica bahía de Shark Bay, Patrimonio de la Humanidad. Investigadores del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la Universidad Autónoma de Barcelona (ICTA-UAB), en colaboración con científicos de Australia, España, Malasia, Estados Unidos y el Reino de Arabia Saudita, alertan sobre las importantes emisiones de dióxido de carbono (CO2) provocadas por la pérdida de estas praderas de fanerógamas marinas (también conocidas como pastos marinos) después del acontecimiento climático en la bahía de Shark Bay, uno de los ecosistemas de praderas marinas más grandes del mundo.

Durante los tres años posteriores al evento, la pérdida de las praderas marinas en Shark Bay habría liberado hasta 9 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono (CO2) a la atmósfera. Esta cantidad equivale aproximadamente a la producción anual de CO2 de 800.000 hogares, dos centrales eléctricas de carbón o 1.600.000 automóviles durante 12 meses. Potencialmente, hizo aumentar las emisiones anuales estimadas por los cambios de usos del suelo en Australia hasta un 21%.

La investigación liderada por el ICTA-UAB y la Edith Cowan University (ECU) y publicada en Nature Climate Change ha estimado que las praderas de fanerógamas marinas de Shark Bay contienen una de las mayores reservas de carbono que se registran en ecosistemas de este tipo, debido a su gran extensión, y contienen hasta el 1,3% de todo de carbono orgánico secuestrado en los pastos marinos de todo el mundo.

Los investigadores colaboradores del Departamento de Biodiversidad, Conservación y Atracciones de Australia Occidental cartografiaron la extensión de praderas en un 78% del Parque marino dentro de la zona de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 2014, y encontraron que su extensión se había reducido en un 22% en comparación con cartografías de 2002. Esto equivale la pérdida de 1.000 km2 de pastos marinos que ocuparían 10 veces la superficie de Barcelona ciudad.

"Las pérdidas generalizadas el verano de 2010/11 no tienen precedentes. Aparte de una pérdida neta en extensión, las praderas supervivientes vieron reducida su densidad. El área de praderas densas pasó del 72% en 2002, al 46% en 2014" explica Ariane Arias-Ortiz, doctoranda en el ICTA-UAB y primera autora del trabajo.

"Esto es significativo, porque las praderas marinas son sumideros de CO2. Absorben y almacenan CO2 en los suelos donde crecen y en su masa vegetal, este proceso se conoce como biosecuestro. El carbono que es almacenado en los suelos potencialmente permanecerá allí durante miles de años, siempre que estas praderas no se degraden ", explica el profesor Pere Masqué, coautor del estudio e investigador del ICTA-UAB y del Departamento de Física de la UAB.

El Dr. Oscar Serrano, investigador de la ECU y también coautor del estudio, explica que "cuando se produce un evento como el de Shark Bay, no sólo se pierden las praderas como sumideros de CO2, sino que el carbono acumulado durante miles de años se libera a la atmósfera en forma de CO2 durante la descomposición de la materia orgánica almacenada en los suelos de las praderas".

Aunque las praderas marinas son susceptibles a la restauración, sin duda lo que deberíamos evitar es la pérdida de éstas desde el inicio, ya que las emisiones de CO2 debidas a la degradación de estos ecosistemas superan con creces la capacidad de secuestro de carbono de las praderas intactas", concluye Ariane Arias-Ortiz.

"Con el aumento en la frecuencia y la intensidad de los eventos climático extremos bajo un escenario de cambio global, la permanencia de estas reservas de carbono se ve comprometida, enfatizando aún más la importancia de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y de la necesidad de implementar estrategias de conservación para evitar retroalimentaciones climáticas adversas".

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores muestrearon in situ 50 praderas y modelizaron la pérdida de carbono del suelo después del evento para poder estimar las posibles emisiones de CO2.

Anticipémonos a eventos climáticos futuros

Mientras que el Plan de gestión de reservas marinas de Shark Bay 1996-2006 ofrece protección y soluciones contra amenazas locales, tales como el aumento de la pesca y las aportaciones de nutrientes de la industria, la agricultura y el turismo, actualmente no hay ningún plan para afrontar amenazas globales como futuras olas de calor.

"Necesitamos entender mejor cómo las praderas marinas, especialmente aquellas que viven en zonas con riesgo de estrés térmico, responderán a las amenazas provocadas por el cambio global, de forma directa o a través de interacciones con presiones locales", dice el profesor Paul Lavery, investigador de la ECU y también coautor. "Hemos visto lo rápido que se pueden producir las pérdidas y, una vez destruidas las praderas, la capacidad de recuperación es limitada y lenta, y depende en gran medida de la llegada de semillas o plántulas ", añade.

Las acciones para futuras catástrofes podrían incluir la eliminación de restos vegetales del agua y playas para evitar el crecimiento de algas y fitoplancton que atenúan la luz y consumen el oxígeno del agua. Si las praderas se pierden, la restauración de las praderas es también una alternativa y su efectividad está siendo estudiada actualmente por el Prof. Kendrick de la University of Wester Australia y coautor de este estudio.

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