Andrea Pelayo entrevista a Joan Prat, Jefe del servicio de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu

Joan Prat es médico especialista en oftalmología y, desde 2002, es el jefe del servicio de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu desde donde desarrolla su actividad y ha puesto en marcha su faceta de innovador. El estrabismo, la enfermedad más frecuente entre los chicos que visita el centro público barcelonés, le dio la idea para crear un producto nuevo que ha conseguido patentar en Europa Occidental, parte de Asia y América del Norte.

Después de años de tener una idea de negocio, gracias a una ayuda de la Generalitat, el jefe de oftalmología del Hospital Sant Joan de Déu, Joan Prat, vio clara la ocasión y contrató a una gran ingeniera industrial y electrónica para que le ayudara a sacar adelante una mejora para la práctica de su profesión. Así creó, no sin obstáculos ni sorpresas, Gazelab, un nuevo sistema para medir más cuidadosamente el estrabismo y que ha dado lugar a una spin-off –BCN Innova. Lo explicó el 21 de juliol en la jornada Innovating in medtech. Experiences and collaborations from EU and USA, impulsada por Biocat.

¿Cuál es tu experiencia de innovación en medtech?

Hace unos años creé un aparato para medir el estrabismo, Gazelab. Se trata de unas gafas similares a las que utilizamos para graduar la vista con la que se pueden grabar los ojos gracias a dos cámaras de video infrarroja colocadas en forma de "alelos" a ambos lados y a través de los registros de las imágenes tomamos medidas de la desviación de los ojos.

Como mejora su sistema el anterior?

El sistema de medida anterior es una barra de prismas manual, utilizada durante un siglo y, de hecho, es lo que todavía utilizan los oftalmólogos que no tienen Gazelab. Entremedio se patentó un aparato mecánico más sofisticado, el sinoptòfor, pero no resultó ser mejor que la barra y se abandonó. La diferencia entre la barra de prismas y Gazelab es una cuestión triple: objetividad, precisión y cantidad de datos. De un sistema subjetivo como es la barra de prismas pasamos a uno de objetivo y de una precisión de medio grado a una de muchos grados. Además, de vez podemos explorar en cualquier posición. También es una cuestión de tiempo: el tiempo que un ortoptista necesita para una exploración bien hecha de esta motilidad es de 40 minutos y con Gazelab se hace en dos y con más potencia.

Entonces tú como doctor te encontraste con esta necesidad. Cuando empezaste a trabajar en esta idea?

Empecé en este proyecto, que llamamos Digmo, en 2005, pero entonces no podía financiarlo. La sociedad no tenía previsto entonces que de un hospital pudiera salir una innovación. Después, en dos años salió un programa de la Generalidad que nos financió la primera parte del desarrollo. Si no, se hubiera quedado en una idea.

Como te ayudó el hospital a sacar adelante esta idea?

La subvención que recibimos fue a través del hospital, son ellos los que apostaron por nuestro proyecto y lo presentaron para acceder a estos fondos.

Pero hay oportunidades de innovar dentro de un hospital, no?

De hecho, esto sería un no parar. A mí y otros de aquí nos das la posibilidad de dedicarnos a innovar en medicina y no pararíamos de ver cosas que se podrían hacer mejor porque tenemos jefes que funcionan de esta manera. Un hospital es un lugar que se presta mucho a innovar, pero con el trabajo que tenemos y nuestro perfil es difícil que tengamos lugar en nuestro cerebro para dedicarlo a esto.

¿Cuáles son las principales dificultades que has tenido para comercializar Gazelab?

Este tipo de empresa en el contexto catalán era una rara avis en el 2009. No se había creado nunca un medical device oftalmológico en España así que nos encontramos con todo lo que genera el hecho de que sea algo extraño. No estábamos acostumbrados a ver a nadie de aquí tomar la iniciativa. Si esto mismo lo pones en marcha en un país que financie la innovación -hablo de Estados Unidos gracias a una cuestión fiscal- ellos te persiguen para que lo tires adelante y te ayudan. Aquí es al contrario, porque no hay cultura del riesgo y del innovador. Aunque hace años que oimos hablar. En Cataluña se ha intentado promover al menos desde el punto de vista filosófico. Económicamente ya es otra cosa.

Por qué, si es tan complicado, te decidiste a crear la spin-off?

Cuando terminamos el dinero de la primera parte del prototipo pedí a mi hermano que me ayudara a hacer un 'business plan', números, y vimos que había un mercado evidente así que decidimos que nos la jugábamos. Siempre podemos elegir entre lo que conocemos y lo que no. Nosotros elegimos lo que no conocíamos.

¿Cuál es el mercado que descubristeis?

Un 4% de la población tiene desviaciones oculares, alguna forma de estrabismo.

¿Dónde la ha patentado?

Está patentado en España, Francia, Inglaterra, Alemania, Italia, Japón, China, Canadá y Estados Unidos. Y es un proceso lento que tiene una causa: una cosa es introducir al mercado algo parecido a algo anterior y, otra, es intentar introducir algo nuevo. Tenemos que hacer pedagogía.

¿A quién os ha costado más convencer en este tiempo? ¿Los financiadores o los médicos?

Nos ha costado mucho convencer a los médicos. Ahora mismo es un instrumento que utilizan más a la privada, como por ejemplo el Instituto de Microcirugía Ocular (IMO), pero sólo porque la pública tiene el grifo cerrado. Si no, se utilizaría por igual porque el precio no es estratosférico y cualquier grupo lo podría comprar.

Así pues no está siendo un proceso fácil.

No ha sido fácil porque, además, la inversión en marketing es muy cara cuando hablamos de un producto internacional. Se trata de un producto mundial que tienes que dar a conocer a cada uno de los países donde vas y esto limita. Ahora mismo podemos haber vendido entre 35 y 40. No nos quejamos de la cifra pero es cierto que no pensábamos que sería tan lento. Las principales causas son el presupuesto pero también es que tuvimos que terminar un producto que gustara al comprador. Si tienes que readaptar son algunos años más de trabajo. Nosotros muy bien tampoco sabíamos cómo lo querían y qué precio estarían dispuestos a pagar. La cuestión es que el precio de la tecnología médica no se sabe cuál es: se paga en función del beneficio a la sociedad.

¿Qué habéis aprendido por el camino?

Que no vale que a mí me parezca que está bien lo que he creado. Nos hemos encontrado que la demanda que ha habido nos ha hecho hacer un aparato menos potente. El Gazelab actual hace menos cosas que el primer aparato que hicimos: los clientes preferían algo más sencillo y más fácil de usar. Ésta es una de las grandes cosas que he aprendido: la lógica me decía que querrían potencia pero preferían un mejor uso.

A pesar de los obstáculos, recomiendas emprender en el hospital?

Yo animaría a emprender indudablemente. Forma parte de un tema existencial: no es lo mismo pasar por la vida habiendo creado algo que no habiendo creado nada. Es mejor si puedes dejar algo útil para los demás.

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