Sur del primer Mundo. Ciudad Sanitaria. Tras las urgencias del Reina Sofía se alza el Imibic (Instituto Maimónides de Investigación Biomédica), el edificio más colorista y también más moderno de todo el complejo. Allí, apartado del bullicio clínico, se investiga y se piensa con el fin si no de curar, sí de paliar enfermedades y mejorar la calidad de vida de los individuos. En menos de diez años este lugar ya es una referencia internacional.

En la puerta nos recibe, con una sonrisa y un suave acento madrileño que no ha neutralizado ser ciudadana cordobesa desde hace cuatro décadas, Mar Malagón, Catedrática de Biología Celular de la Universidad de Córdoba y Coordinadora del Área de Nutrición, Metabolismo y Neuroendocrinología del Imibic.

Una mujer de ciencia. Una mujer pionera.

Su área de investigación se centra en una de las epidemias contemporáneas de occidente: la obesidad. Para abrir boca nos hace una visita guiada por el estupendo edificio, lleno de jóvenes investigadores que son en su mayoría mujeres. La periodista lleva en su mochila la cantidad de elogios que ha leído sobre esta investigadora mientras se documentaba para la entrevista: “Sabia mujer, lista, astuta e inteligente, cabal y tenaz donde las haya”. El listón de la entrevistada está en la estratosfera.

Dos horas después de conversación y fotografías, descubrimos que nada de eso está reñido con la normalidad y el compromiso a varios niveles. Porque Mar nos ha contado que de 2017 a 2020 serán años dedicados obesidad y que ella, como científica comprometida con este colectivo cada vez más discriminado espera, junto a sus compañeros de la SEEDO (Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad), que haya empresas que fomenten los hábitos saludables a través de actividades, además de crear un libro de estilo para tratar las noticias relacionadas con la obesidad.

La conclusión es que es cierto que si hubiera más mujeres de su perfil personal y profesional en puestos de responsabilidad, a buen seguro que el mundo sería un lugar más llevadero.

P. ¿La obesidad es una enfermedad?

R. No es una enfermedad pero conlleva al desarrollo de enfermedades, pero no necesariamente está asociada a una enfermedad y en ese rango, por ejemplo, se encuentran los obesos metabólicamente sanos. La obesidad lo que provoca es resistencia a insulina, que regula el almacenamiento en el hígado, en el tejido adiposo… Cuando eso se desorganiza, que es lo que suele suceder con la obesidad, pues los lípidos, las grasas, que es lo que guardamos en el tejido adiposo, no se pueden guardar ahí y hacen el hígado graso.

P. Los metabólicamente sanos ofrecen la paradoja de la obesidad. ¿Por qué estas personas obesas pueden encontrarse aparentemente protegidas frente a enfermedades como la hipertensión, la diabetes o el hígado graso?

R. Esta temática surgió hace unos años de observaciones de los clínicos que veían que algunos obesos estaban protegidos de algunas enfermedades asociadas a la obesidad. Lo que sucede es que no está claro si eso es un paso intermedio que desemboca en estar metabólicamente dañado. Hay un límite de resistencia que viene dado por la genética del individuo y el tipo de vida que lleve. Quizás la percepción es que es un estado temporal y que estar obeso es una agresión al organismo, eso es obvio. Lo único es las defensas que uno tiene para responder a esa agresión. Es como si frente a una situación de estrés tú tienes capacidad de reacción y otra persona no la tiene, cada uno tiene sus mecanismos para resolver la situación y se puede establecer un paralelismo con la obesidad. Hay individuos capaces de gestionar el estrés que provoca la obesidad. ¿Hasta dónde? No se sabe porque no hay estudios tan a largo plazo.

P. Eso en la parte metabólica, porque existen otras consecuencias.

R. Claro, un obeso de ciento y pico kilos tiene problemas de articulaciones, psicológicos, sociales… que no son menos importantes que estar metabólicamente sano. No se debe entender que hay una situación a la que se puede llegar y no pasa nada, el mensaje es que tiene muchos problemas asociados.

P. ¿Por qué cada día hay más obesos?

R. Primero, porque la dieta ha cambiado en España, que es el mejor ejemplo. En los años 60 no había tanto acceso a comida, en general, ni a tantos productos y la comida era más elaborada con productos más naturales probablemente, potajes, verduras, dieta mediterránea… eso ha cambiado igual que la actividad física. Ahora pasamos mucho tiempo sentados y eso conlleva a comer más, al igual que la ansiedad y el estrés. Es una combinación de cambio de dieta y de cambio de actividad. Lo que no ha pasado es suficiente tiempo para que haya cambios genéticos, que llevan un recorrido evolutivo de muchísimos años. Hay una parte de la genética que condiciona, la epigenética, que sí que regula a más corto plazo. Es un tema muy bonito que si quieres luego comentamos.

P. ¿Existen más obesos que obesas?

R. No. Hay un estudio en España que da los porcentajes, aunque depende de la edad, por ejemplo, en mujeres menopáusicas aumenta la obesidad. Hay ciertos rangos de edad donde puede haber más chicas porque tengan menos actividad física, por ejemplo, en la etapa juvenil. Pero, si te fijas, en edades medias hay más presión sobre las chicas para mantener la línea que en los hombres y eso condiciona el perfil, aunque ahora mismo la conciencia de no querer estar obeso sea independiente del género.

P. ¿Cuándo dijiste eureka la última vez por un hallazgo científico?

R. (Risas) Una de las aproximaciones que tienes en ciencia es comparar una situación normal con una patológica. Eso lo que te dice es lo que está fallando, es de sentido común. Entonces, comparamos los obesos metabólicamente sanos con los que tienen disfunción metabólica y obtuvimos las pruebas moleculares y celulares que ponían la base a decir hay estrés pero existe la maquinaria molecular para afrontarlo. Cuando descubres ese tipo de cosas puedes hacer el camino inverso, qué se puede hacer para reforzar lo que está fallando y conducir a un obeso con disfunción a ser metabólicamente sano.

P. ¿Logrará la ciencia frenar la epidemia de la obesidad?

R. ¿Sabes lo que pasa? En el caso de la obesidad hay un aspecto, la prevención, que es en lo que hay que trabajar ahora, más que en el tratamiento. Y luego, excepto casos que están relacionados con la genética, que no son muy numerosos, la ecuación es muy sencilla: cierra el pico, como dicen nuestras madres, y haz más ejercicio. Ésas son las variables que hay que controlar. La ciencia puede identificar qué es lo que pasa y puede hacer tratamientos, pero la gente quiere seguir comiendo. Lo que quiere es una pastilla y ya está. Que lleguemos a eso, pues ya veremos. Esto no es como el cáncer, que es otra dimensión porque no se puede prevenir, pero la obesidad sí. El conocimiento científico sí te puede dar la dimensión del daño que te puede provocar y eso ya es una razón del apoyo que es la ciencia, y luego para el tratamiento, para controlar la ingesta. Lo que afecta a la neurociencia es menos conocido porque es más complejo, no hay técnicas tan avanzadas para realizar diagnósticos. No puedes manipular el cerebro de una persona igual que sí puedes sacar un poco de grasa sin que pase nada. Supongo que lo que todo el mundo desearía es controlar la ansiedad por comer y las ganas de comer.

P. En cuanto a las acciones externas, ¿piensas que sería efectivo un mayor control sobre los alimentos que concentran muchas calorías y sobre la publicidad de esta clase de alimentos?

R. Sin duda. Deben ser políticas gubernamentales. En Inglaterra van a poner tasas para las bebidas azucaradas, esto es obvio que se debería hacer. Las tiendas de chucherías, con esa dinámica de acceso tan fácil, es brutal. No digo que no se vaya, yo voy alguna vez, pero ahí sí debe haber unas líneas políticas que lo definan. En Andalucía se está planteando una ley de obesidad. Ha habido reuniones, yo asistí a una, para definir cuáles son las estrategias desde diferentes puntos de vista, médicos y hasta de políticas urbanas. Por ejemplo, que compañías de este tipo de alimentación financien investigación y paguen sus impuestos con esto. Andalucía está un paso por delante en esto y es muy importante porque Andalucía junto con Canarias son las regiones en donde hay mayores índices de obesidad.

P. ¿Y cuáles son las causas?

R. Tiene que ver con la cultura. Hay una persona que hizo un estudio muy interesante, Federico Soriguer, de la Universidad de Málaga, que se llama Estudio Pizarra y es un estudio social de obesidad. Lo definió de una manera muy curiosa e intuitiva que decía que ser malagueño, de 40 años y nivel social bajo… la ecuación era igual a obesidad. El nivel cultural influye, eso está claro, porque tienes menos acceso a comida más sana. No puedes estar a verdura y pescado y eso influye en la dieta.

También influye la temperatura. La idea de la termogénesis. Hay un tejido adiposo que es muy sano que es el tejido adiposo marrón, que lo tienen los bebés en la parte de detrás del cuello. Son una especie de almohadillas que queman las grasas generando calor. Los animales que hibernan queman las reservas generando calor. Nuestro tejido adiposo blanco, que está en la parte abdominal y visceral, se puede convertir en un tejido adiposo marrón que quema grasas, que se llamaría beige. Es como si fuésemos una especie de calefactores. Otro estudio ofrece una relación entre el grado de obesidad y la temperatura ambiental. Una de las ideas sería mantener los edificio climatizados un poco por debajo de la temperatura habitual, un par de grados, no que pasemos frío, porque la excesiva climatización de los edificios podría estar contribuyendo a la epidemia de la obesidad.

P. ¿Y cómo se unen tantos estudios para configurar un relato?

R. Hay muchas cosas que afectan, desde el diseño de las ciudades hasta lo que comes y hay que conectarlas y configurarlas. También ha cambiado el concepto de belleza.

P. Sobre todo para las mujeres.

R. Fundamentalmente. De todos modos, si buscas un trabajo condiciona tu aspecto físico, siempre ha condicionado. Y cuanto más nivel económico tenga ese puesto, más influye, además de tu currículum, claro. Lo malo es que si ves a una persona obesa lo asocias, automáticamente, a que esa persona no tiene voluntad. Es una asociación directa que hacemos todos y esto va a condicionar. Es un prejuicio, pero lo hacemos todos.

P. Hablamos de un grupo discriminado a muchos niveles.

R. Sin duda. Más allá de que en los medios de transporte o en teatros, muchos obesos no caben y hay muchos que directamente se quedan en casa.

P. ¿Qué índice de masa corporal (el peso dividido por la altura al cuadrado) se considera sobrepeso?

R. Hasta 25 es normopeso, a partir de 25 es sobrepeso y después ya empiezas a subir diferentes grados de obesidad. Es un índice que da una información valiosa pero no determinante. Hay un ejemplo de los deportistas de las últimas olimpiadas. Miras a un jugador de baloncesto, Lebron James, que tiene un IMC altísimo que se definiría como sobrepeso y no está en sobrepeso, es obvio. Y por ejemplo, maratonianos están por debajo del normopeso y tampoco lo relacionas con algo patológico. Ahora lo que se considera es la distribución de la grasa corporal y es esto (se señala el abdomen), o sea, la grasa abdominal, visceral, lo más insano. Es un parámetro que ahora se mira mucho además del IMC. La grasa subcutánea es la sana, tiene capacidad de expansión y no se irá al hígado ni al músculo, así que tener celulitis no es malo, te puede proteger del daño que provoca la obesidad, según un estudio de la Universidad de Cambridge realizado por un investigador español llamado Toni Vidal Puig.

P. ¿Se puede reconducir la dieta para cambiar el metabolismo?

R. Hoy leía un estudio en el que, volviendo a la termogénesis, mezclaban frío, un poquito de frío y derivados de las capsaicinas, un compuesto que está en el chile, por ejemplo, un alimento que tiene muchas propiedades. Pues esta mezcla conseguía producir el browning o termogénesis y disminuir el peso. Ese tipo de acciones pueden conducir a un metabolismo más favorecedor. Otra cuestión es si tú quieres comer esto. Hay que hacer una vida equilibrada y comer cosas que nos satisfagan, dándonos recompensas de vez en cuando porque tenemos vida social. Luego te mueves un poco más y puedes quemar más, aunque el ejercicio va más allá del peso. Tiene que ser una pauta, un hábito que no tiene que ser la vigorexia, solo actividad física. Es calidad de vida. Una forma de prolongar la vida libre de enfermedades.

Hay que hacer una vida equilibrada y comer cosas que nos satisfagan, dándonos recompensas de vez en cuando.

P. En una TedTalk, escuché a una neurocientífica, Sandra Aamod, (editora de la revista Nature) decir que las dietas no funcionan como todo el mundo espera que funcionen, sino al revés. ¿La lucha puntual contra la báscula es una trampa que aumenta el riesgo de engordar?

R. Vamos a ver, no se puede pretender que funcione la operación bañador, para ellos y ellas, en un periodo corto. Es como si quieres correr una maratón y te preparas dos meses antes, es imposible. Eso requiere mucho más tiempo. Además, es cierto que cuando te ajustas, tu organismo se ajusta a un gasto energético. Nosotros, aunque no estemos haciendo nada, estamos haciendo gastando energía con todas las reacciones enzimáticas para mantener nuestro metabolismo. La ecuación para tener un peso mantenido es lo que ingieres, menos el gasto físico que haces y mantener todo tu equilibrio y tu funcionamiento corporal. La historia está en que a veces se reduce la ingesta pero el gasto energético se mantiene o se reduce, con lo cual no es una ecuación pareada, sino que cuesta un poco más. Luego están las cuestiones genéticas. Es un sistema complejo, porque si no estás acostumbrado a hacer ejercicio, cuánto ejercicio físico tienes que hacer y qué clase de ejercicio.

P. ¿De qué forma podemos mandar señales a nuestro cerebro para controlar la dieta, si es que eso es posible?

R. Como te decía, la cuestión central es el cerebro porque nos da las órdenes de gasto energético y de que comamos más o menos. Es un punto clave en el control. Todo lo que haya de diseño farmacológico o de dieta, yo creo que va a ir por ahí, porque se trata de comer menos y tener un mayor gasto energético. Manejar el sistema nervioso central es igual que el alzheimer o el parkinson o el huntington, son difíciles de controlar porque el acceso al cerebro es más complejo. Ahora hay avances tecnológicos que permiten avanzar en el control de la ingesta. También medicamentos. Hubo uno, de hecho, que estaba en fase clínica a punto de salir que lo que hacía era actuar sobre receptores cannabinoides, porque los cannabinoides median el efecto del cannabis e inducen a la ingesta, fundamentalmente de alimentos azucarados. Se diseñó un medicamento que era un antagonista de unos receptores específicos que son los que median esa sensación de querer comer para bloquear la señal de ganas de comer. Lo que ocurrió, en lo que se suponía un medicamento fantástico, es que provocaba en algunos pacientes tendencia al suicidio. Lo tuvieron que sacar del mercado. Todo lo que manejes del sistema nervioso con medicamentos corres el riesgo de tener efectos no deseados. Por el cerebro es por donde la investigación irá en esto y en otras muchas cosas.

P. Las bacterias que tenemos en el organismo también están muy de moda en el mundo de la dieta.

R. La microbiota intestinal. En nuestro tubo digestivo, en el intestino hay bacterias, bífidus. Pueden pesar dos kilos en una persona normal. Lo que se sabe es que las bacterias mandan señales a todo el organismo, incluido el cerebro, si hay que comer una cosa más o menos y qué tipo de alimento hay que comer. Es un tema fantástico. También induce termogénesis. Controlando la microbiota se podría regular la obesidad. Hay estudios con animales obesos a los que se le elimina la flora intestinal con antibióticos y se les implanta la flora intestinal de un animal delgado y se adelgaza, aunque coma más. Trasplante fecal se llama, se está haciendo en la Universidad de Málaga. Es un punto fuerte ahora mismo en obesidad. La dieta, además, te condiciona el tipo de flora que tienes.

P. Hablando de dieta. ¿Debemos ahorrar y comprar alimentos ecológicos?

R. Vamos a ver, es una pregunta delicada. Es cierto que lo que hay que intentar es comer lo más sano posible y eso pasa por lo que incluye el alimento, que no es solo el alimento en sí sino todo lo que se ha utilizado para producirlo. Ha estado de moda, porque tiene peso, el asunto de los interruptores endocrinos, por ejemplo, productos que hay en el ambiente que se utilizan para preservación de alimentos o para el tratamiento del suelo. Entonces, eso puede cambiar tu metabolismo y puede conducir a que haya obesidad, por tanto cuanto más ecológico sea un alimento, mejor, esto es de sentido común. A favor, por supuesto. Ahora, la facilidad que hay para producir más alimentos, los transgénicos, por ejemplo, hay que compensar. Ecológico de verdad, no nos quedemos solo con el label de ecológico. Aparte del precio. Quiero comer sano y ecológico pero no todo el mundo puede y es una discriminación muy potente. El discurso chirría un poco. En Córdoba, comemos ecológico a lo mejor sin saberlo. Vas al puesto a comprar tomates y son de la tierra y comes saludable aunque no tengan la etiqueta. Pero las vías no son las generales. Estoy a favor, claro que sí, pero en la situación actual soy realista y mucha gente no se lo puede permitir. Debemos ir hacia alimentos más sanos, saben mejor, pero creo que nos falta cultura para eso.

Quiero comer sano y ecológico pero no todo el mundo puede y es una discriminación muy potente.

P. Viendo tu currículum da la sensación de que has tenido poco tiempo para otra cosa que no sea la ciencia.

R. (Risas) Mira, en ciencia todo es muy competitivo. Mantener el nivel es un gran esfuerzo. La inmediatez de todo lo que hacemos, con internet y toda la tecnología para la que tienes que generar mucho y muy rápido resultados es brutal y tenemos mucha presión a la que hay que dedicarle mucho esfuerzo. No llevamos un vida equilibrada, ya te lo anticipo. La gente que conozco que nos dedicamos fuerte a esto le ofrecemos mucho tiempo que lo quitas de otros sitios, de tu entorno, etc. Te puedes organizar y debes buscar tiempo para hacer otras cosas porque si no se resiente tu equilibrio emocional. Lo que salva es que hay una parte de satisfacción en investigación enorme. Hay una parte creativa fantástica que te nutre. La satisfacción de saber, de conocer, te da fuerza. Te hace decir me gusta. Luego tienes a gente joven alrededor a la que enseñas que también te da mucha satisfacción personal. Todos buscamos esa satisfacción que si se asocia al trabajo recompensa del esfuerzo y el sacrificio. Ahora, tienes que tener facetas cubiertas en la vida que te compensen. Como en la alimentación, lo saludable está en el equilibrio.

P. ¿Cómo llegaste a la ciencia?

R. De forma inconsciente, siempre he sido curiosa. Tampoco es que quisiera ser científica de mayor, ni siquiera tenía claro que quisiese ser algo concreto de pequeña. Nunca dije de mayor quiero ser…

P. Catedrática de Biología Celular.

R. (Risas) Imagínate. No, no. Pero esto se ajustaba a mi perfil bien. Me gusta observar, profundizar, estudiar. Me gustan las ciencias. Tal vez ser ingeniera me hubiese gustado también. Lo que hago se aproxima a cómo soy. Cuando empecé la carrera tenía claro que quería hacer investigación. No soy de bota sino de bata, y tenía claro que no quería hacer oposiciones ni actividad de campo.

P. Pero los que han sido tus alumnos no escatiman elogios hacia ti (la bloguera de Cordópolis Elena Pérez Nadales, hablaba así de Mar Malagón en un post dedicado a mujeres de ciencia de su blog Cuaderno de laboratorio).

R. Son muy majos. Recuerdo la época en la que le daba clase a Elena, que era una alumna estupenda. Descubrí que si transmites entusiasmo a la gente le va a gustar lo que explicas porque te ven encantada y lo transmites mejor. Y lo que quieres cuando estás dando clase es que la gente aprenda, que le brillen los ojos, que lo pasen bien. Ésa es la sensación. En los últimos años tenemos tantas obligaciones que somos multitarea y creo que hay que cambiar la forma de enseñar. Las clases magistrales se han acabado. Pero no tenemos tiempo para pararnos a pensar cómo cambiar la docencia. ¿Tú tienes niños?

P. No.

R. Yo tampoco. Bueno, a los niños les meten unas empolladas desde pequeños que no van a ninguna parte. No puede ser. Ahora es tontería porque todo está a un click. La manera de enseñar tiene que cambiar. Soy consciente de que tengo que reflexionar, y debe ser una reflexión amplia y colectiva. Los anglos creo que lo entienden mejor, esto de aprender a hacer las cosas. Los enseñan a tener capacidad de decisión, por ejemplo, y fomentan otro tipo de actividades y de educación que ni se nos ocurren aquí.

P. A muchos científicos no sé si lo que les falta es entusiasmo o capacidad para divulgar ciencia.

R. Fíjate, vamos a comenzar en el IMIBIC el año que viene un curso de una fundación con actividades relacionadas con biomedicina. Queremos que la gente coja entrenamiento en cómo comunicar noticias que tengan que ver con biomedicina, para la sociedad y para la prensa. Ahí estás en el filo de la navaja. Muchos de los estudios que hacemos no tienen una traslación directa, es dificilísimo dar una información veraz, entendible y que no esté sobredimensionada. Por ejemplo, lo que te contaba antes del chile y de la termogénesis. Depende de cómo se dé esa noticia, lo mismo todo el mundo se pone a comer chile y a lo mejor es fatal para los que tienen úlcera. O sea, transmitir información es muy difícil porque no estamos entrenados y porque hay que tener mucho cuidado con lo que uno dice. Se dan noticias de salud o promesas electorales que no son veraces y no pasa nada.

P. ¿La falta de financiación de la ciencia que existe en España podría paliarse, en cierta manera, con la colaboración científica entre equipos de otros países?

R. A ver, en España se financia ciencia, ojo. Yo he sido gestora del Plan Nacional durante unos años y me pilló la época de bajar presupuestos. Lo que ocurre es que se financia menos ciencia y a gente de un nivel alto. Se ha intentado mantener la financiación pero hay menos fondos, son muy competitivos y te obligan a buscar fondos fuera de la financiación nacional. Y ahí tienes varias opciones, una es las empresas privadas, las compañías farmacéuticas, para las que tienes que estar muy cerca del área clínica, y la otra vía es buscar proyectos europeos a los que es difícil acceder. En un término medio encuentras a gente con proyectos europeos que no están al más alto nivel pero que pertenecen a un lobby o han entrado por la vía adecuada, y ves a gente muy buena que no ha entrado. No es tan sencillo y no depende de la voluntad de uno. Tiene que haber más conjunción entre ciencia y empresa. Deberíamos definir políticas, en qué queremos ser fuertes, dónde está nuestro potencial y qué estrategia hay que seguir para ser productivo. Pero la gente joven se está yendo y nosotros nos estamos haciendo mayores.

P. ¿Cómo va a afectar el Brexit a todo esto?

R. Conozco a muchos investigadores anti-brexit. Supongo que porque estaban acostumbrados a interaccionar con gente de todo el mundo y no entendían de fronteras, sino que el progreso está en la colaboración y en la sinergia. Tú solo no puedes hacer nada por muy brillante que seas. Todo tiene más trascendencia si es producto de la colaboración y en la ciencia hay que abrir fronteras. Los británicos reciben mucho de lo que invierten, están muy bien situados de entrada por el idioma, es una ventaja para negociar y para plantear proyectos y ahí creo que van a perder, ya que la estructura hasta ahora les favorecía en la investigación. Pero seguro que acaban sacando partido porque son muy pragmáticos, resurgirán de sus cenizas, ésa es mi impresión, que su espíritu les salvará. Pero obviamente mi opinión es que el brexit en investigación les va a perjudicar.

Para los investigadores españoles que están allí entiendo que no deben tener dificultades más allá de que el que contrate tenga un perfil más o menos xenófobo. Cómo van a endurecerse las leyes, no lo sé porque tienen que negociar con Europa. Las primeras noticias eran de tranquilidad con los proyectos europeos. Fíjate, yo tengo el año que viene un investigador de Erasmus Plus, que viene de Cardiff , y cuando pasó me dije, veremos, pero estos programas seguirán hasta el plazo previsto. Nadie sabe qué ocurrirá después.

Todo tiene más trascendencia si es producto de la colaboración y en la ciencia hay que abrir fronteras.

P. Las mujeres son mayoría cuando son estudiantes, becarias y contratadas. He visto que este edificio del IMIBIC está lleno de mujeres jóvenes. Pero cuando empiezas a mirar entre los puestos de responsabilidad, catedráticas, rectoras, gerentes, ellas brillan por su ausencia…

R. En realidad, la idea es que las cosas no avanzan más allá de lo que han avanzado, ésa es la sensación. Se mezclan varias cosas. Una cosa es que los hombres se entienden mejor entre ellos, eso está claro y creo que la Universidad es poco machista con respecto a otros ámbitos. Nosotras somos de una generación que hemos tenido que demostrar que somos más fuertes que ellos. Ha sido una dinámica en la que no puedes decir nada como mujer porque la triste realidad es que nos llevaremos algo que no nos corresponde. Que tienes la menopausia, por ejemplo, se pondría todo patas arriba. Pero tú te has ganado las cosas y te las ganas y en ese sentido tengo la sensación de que lo he ganado porque lo he trabajado. Más recientemente, intuyo que me ponen en lugares de representación, pero en aquellos lugares en donde los hombres deciden que quieren ponerte. Ubicada en el sitio que asignan a las mujeres.

P. O sea, que no estás en un poder real.

R. No. En esto es en lo que creo que los hombres se entienden mejor entre ellos, incluso entre los más avanzados. Un hombre suele aceptar mejor un competidor masculino que una competidora femenina. Lo ven como una agresión quedar por debajo, salvo excepciones. Es la leche. Luego también hay otra cosa que no es falta de ambición, porque podemos ser igual de ambiciosas aunque nosotras no podamos decirlo, que manda narices, pero las labores de la mujer no se han igualado a los hombres, hemos avanzado pero en lo genérico no es así. Toda mi admiración por las mujeres que están sacando el mundo adelante, trabajan, llevan niños adelante y con una mente adaptadísima para llevar 50 cosas a la vez y encima estar guapas y ponerse el biquini. Es que, vamos, es tremendo y no es equiparable, así que no compites en las mismas condiciones. Más allá de la edad de crianza, que pilla justo en el momento de despegue de una carrera profesional. Ésa es una cuestión práctica que no te permite centrarte en objetivos, porque has de cubrir tantos fuegos que te da para poca especialización. Luego no puedes competir en currículum con un varón que probablemente ha dedicado su tiempo a su profesión. No puedes competir igual, es obvio. La segunda cuestión es que en lo general no ansiamos esa posición de hembra, o lo que sea, alfa. Nos suelen dar igual los nombramientos, no como a los hombres que les encanta que los nombren lo que sea, presidente de la comunidad incluso.

P. Si hubiera una igualdad real en los puestos de responsabilidad, ¿de verdad crees que cambiarían las cosas?

R. Pues yo creo que sí. Porque quizás nosotras somos más empáticas como pauta. Deberíamos encontrar el mix de hombres y mujeres, un equilibrio porque solemos enroscarnos, mientras que ellos tienen un aspecto práctico, un camino mental más funcional. Nos hemos confundido en masculinizar en vez de feminizar la sociedad, el hecho de no poder conciliar la vida familiar es un perfil masculino absolutamente. Otro estereotipo que no me gusta nada es que las mujeres que llegan al poder son peores que los hombres, unos malos bichos. Dime de un hombre jefe que sea comprensivo, ja, pero si es una mujer así, tenemos menos tolerancia. Yo he tenido jefes estupendos y me entiendo muy bien con mis compañeros hombres, pero no hago tanta diferencia. Hasta en eso estamos sesgados. En resumen, como mujer tienes una serie de desventajas sociales que repercuten a nivel profesional y personal también. Pero quizás también hay menos decisión a tomar puestos de responsabilidad porque hay que conciliarlos con el cuidado de niños y después de padres, cuestiones que muchos hombres ni se plantean.

P. El IMIBIC es un centro de referencia internacional con menos de diez años de vida en un territorio en donde el mecenazgo empresarial está muy poco asentado. ¿Cómo ves el futuro de este centro de vanguardia?

R. Creo que como es joven tiene las ganas de seguir creciendo. Desde ese punto de vista se están buscando mecanismos para permitir el crecimiento y la permanencia. Entiendo que el futuro es prometedor porque se buscan las herramientas para favorecer la actividad profesional y buscar soluciones a los problemas de salud. Con eso en la mente el futuro pinta estupendo. Económicamente la situación es tan inestable en este país que nadie sabe qué va a pasar dentro de un año. Porque esto depende de la financiación pública. Lo que decías del mecenazgo, por ejemplo, en Inglaterra funciona muy bien pero aquí mucha gente fallece y deja los pisos a la Iglesia, entonces cambiar esa pauta cultural, incluir la ciencia dentro de la mentalidad social como desarrollo, no solo de biomedicina, sino en biotecnología, agricultura sostenible… todo lo que hace que la sociedad avance en buenas condiciones, creo que la gente debe incluir eso en su forma de pensar. Como decía, esa parte privada en Inglaterra consigue un montón de fondos. Y aquí se podrían financiar tantas cosas… En Cataluña hay un maratón en la TV3 para financiar proyectos concretos relacionados con enfermedades que está creando una conciencia social sobre la investigación.

P. ¿Resulta muy frustrante cuando la ciencia habla a través de una investigación y te dice lo contrario a tu sentido común: que te has equivocado?
R. ¿Sabes? Creo que hay que coger un riesgo razonable en la vida para innovar. Apostar con fundamento aunque algo al final no salga, pero si está bien planteado seguro que salen cosas paralelas. Es una inversión de riesgo. Y así se avanza en cualquier área.

Imagen: Mar Malagón | MADERO CUBERO

Fuente: Instituto Maimónides de Investigación Biomédica de Córdoba (IMIBIC) / Cordópolis

http://cordopolis.es/2016/07/24/mar-malagon-el-cancer-no-se-puede-prevenir-pero-la-obesidad-si/
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