Artículo de Diana Pou, médico de la Unidad de Medicina Tropical Vall d’Hebron/Drassanes, con experiencia en epidemias de Ébola en Angola, Uganda o República Democrática del Congo (con MSF). Colaboradora del Comité Científico Español mediante la formación de personal sanitario. Miembro del Comité de análisis y seguimiento del Ébola en Cataluña.

El pasado 14 de enero la Organización Mundial de la Salud daba por finalizada la epidemia de Ébola más grande de la historia; un día después volvía a aparecer un caso en Sierra Leona. Parece que el virus se resiste a desaparecer pero una cosa es clara y es que esto ya va llegando a su fin…

Es el momento de hacer balance. Dejamos atrás 28.637 personas infectadas y 11.326 muertos. Tres países devastados por un virus que no solo ha comportado muertes y sufrimiento, sino que ha hundido la economía y el ya precario sistema de salud que tenían, colapsado intentando responder a la epidemia y dejando de lado tantos problemas de salud prioritarios.

Pero no se acaba aquí, no olvidemos que nos quedan miles y miles de supervivientes de los cuales se calcula que un 50% sufren y sufrirán problemas médicos derivados de la enfermedad, que en inglés se denomina el ‘post-Ebolavirus disease síndrome’ (PEVDS)*. Miles de personas con síntomas que incluyen dolores articulares crónicos (87%), problemas oculares como uveítis, pérdida de agudeza visual, visión borrosa (25%), cefaleas (22%), fatiga, anorexia (98%), alteración de la memoria reciente (27%), insomnio (19%), dolores abdominales persistentes (32%), disfunción sexual (20%), etc. Y muchos otros sin olvidar las secuelas sociales como el estigma y las psicológicas como la depresión o el estrés postraumático que los acompañará durante mucho y mucho tiempo.

La duración en el tiempo de la epidemia (más de dos años) así como sus enormes dimensiones y el elevado número de supervivientes ha supuesto una gran oportunidad desde el punto de vista científico. Nunca antes se había tenido la opción de investigar tan de cerca el virus del Ébola y sus consecuencias.Hemos avanzado en el conocimiento del virus y en las posibles vacunas y tratamientos experimentales.

Dos vacunas en fase III son las más avanzadas, la vacuna que utiliza el virus de la estomatitis vesicular como vector (VsV-EBOV) y la que utiliza el adenovirus del chimpancé (ChAd3-ZEBOV). Ambas están en fase III y todavía en fase de evaluación de resultados, pero ya se sabe que son bien toleradas y que proporcionan una buena protección ante el virus. Todo parece indicar que podrían ser una buena opción para aplicar en un contexto epidémico y sobre todo siguiendo la estrategia de vacunación en anillo (a partir de cada caso infectado se vacunan los contactos que éste genera, protegiendo los contactos directamente y a la vez creando un círculo protector que evita la propagación del virus).

En cuanto a los tratamientos, algunas sustancias ya utilizadas con otras indicaciones (y por lo tanto, seguras) que habían demostrado ser eficaces contra el virus in vitro se están utilizando en ensayos clínicos que todavía duran: es el caso de los interferones o del favipiravir (Toyama, Japón). Los resultados iniciales de este último sugieren que tiene cierta eficacia en los estadios iniciales de la infección aunque todavía queda mucho por investigar. También tenemos el caso de la amodiaquina, un antipalúdico que según MSF ha dado cierta mejoría a sus pacientes de Ébola (N Engl J Med 2016; 374:23-32). Otras sustancias nuevas todavía están en fases menos avanzadas (fase I) como es el caso de la combinación de los anticuerpos monoclonales Xmapp (Leafbio, EEUU) o MIL 77 (MabWorks, China), así como otras sustancias que todavía están en estudio preclínico. En cuanto a la utilización de suero de enfermos convalecientes también tenemos diversos ensayos clínicos en marcha, algunos en estadio II/III, como es el caso del de Sierra Leona y el de Guinea, donde ya se han transferido 150 enfermos. Los datos de estos ensayos están siendo analizados actualmente y no se dispone todavía de resultados concluyentes.

También se ha conocido mucho más del virus en sí. Sabemos que el virus puede permanecer durante mucho tiempo en el organismo después de la recuperación clínica. Se ha evidenciado la presencia del virus en esperma y leche materna incluso meses después de la curación. También ha sido aislado en el humor vítreo de pacientes que han sobrevivido. No se sabe todavía cuánto tiempo estos virus pueden persistir en determinados tejidos, ni si son viables o capaces de transmitir la enfermedad a otras personas.

El seguimiento de pacientes hombres curados de Ébola durante meses ha mostrado en algunos casos la presencia de virus en esperma hasta 9 meses después de la curación. Estos virus no parecen capaces de reactivar la enfermedad en el propio paciente, pero sí que pueden suponer un riesgo de contagio a otras personas por vía sexual. Los virus quedan protegidos del sistema inmune en el tejido testicular. Lo mismo pasa con la leche materna. Las recomendaciones en África pasan por promover el uso de preservativos hasta un año después de la curación de los pacientes hombres y por recomendar evitar la lactancia materna a las madres supervivientes siempre y cuando tengan otras opciones apropiadas para sus bebés.

La OMS, juntamente con el CDC y el ministerio de salud de Sierra Leona, trabajan conjuntamente en el proyecto de seguimiento de la persistencia de virus en los supervivientes (“Virus Persistance Study”) que incluye pruebas periódicas tanto en hombres como en mujeres para determinar la durabilidad y viabilidad (y capacidad de contagio por fluidos corporales) del virus en el organismo una vez superada la enfermedad.

Todos estos retos quedan todavía sobre la mesa y la perspectiva de una vida “normalizada” para estas poblaciones todavía queda muy lejana. Afortunadamente hay actores que siguen sobre el terreno. Esperamos que continúen no solo por un interés científico sino que también para ayudar a la recuperación física y moral de tantos miles y miles de personas que todavía sufren las consecuencias.

Los estudios más recientes muestran que el virus del Ébola deja una inmunidad que puede llegar a durar hasta 10 años. Se desconoce si puede proteger de por vida, y en todo caso no protege enfrente a otros cepos.

Las epidemias de Ébola seguirán surgiendo en África como lo han hecho durante muchos años antes de esta última epidemia y de que se hablara en todos los medios de comunicación. También seguirán causando muertos. Lo que es mucho menos probable es que nos toque a Occidente tan de cerca como esta última vez. Las organizaciones como Médicos Sin Fronteras y otras seguirán presentes en primera línea. Tendremos que ver si la comunidad internacional todavía se acuerda.

Respecto a nosotros. Esperamos que todos los esfuerzos hechos para formar y preparar tanto a las estructuras sanitarias como a los profesionales, ante la aparición de posibles casos, no quede en nada. Que aprendamos de los errores cometidos, que mejoremos la capacidad de reacción y que sepamos gestionar el miedo y el desconocimiento de una manera más eficaz. Las enfermedades son globales y los nuevos virus y las enfermedades emergentes nuevas para nosotros volverán a llegar. ¿Estaremos preparados?

*Qureshi AI, Chughtai M, Loua TO, et al. Study of Ebola Virus Disease Survivors in Guinea. Clin Infect Dis 2015.

Haz clic aquí para ver las fotografías que hizo Diana sobre el terreno, luchando contra el Ébola.

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