Descubrimiento de un nuevo agente infeccioso

El trabajo de Harvey J. Alter en el Instituto Nacional de Salud de EE.UU. fue decisivo para identificar la existencia del virus de la hepatitis C, enfermedad infecciosa caracterizada por la inflamación del hígado, que al igual que la hepatitis B se transmite por la sangre y puede derivar en enfermedad crónica y cáncer de hígado.

Gracias a las investigaciones de otro Premio Nobel, Baruch Blumberg, en los años 60 del siglo XX, se sabía que algunos casos de hepatitis transmitida a través de la sangre eran causados por la acción del virus de la hepatitis B. También se conocía el carácter infeccioso de la hepatitis A, transmitida por comida o agua contaminada. El descubrimiento de Blumberg hizo posible que se desarrollaran pruebas para detectar el virus en la sangre destinada a transfusiones y redujo el número de casos de hepatitis causados por transfusiones de sangre. Sin embargo, Harvey J. Alter y colaboradores detectaron que había muchos casos de hepatitis asociados a transfusiones de sangre que seguían sin tener explicación.

A través de un metódico análisis, Alter y su equipo demostraron que ni el virus de la hepatitis B, ni el virus de la hepatitis A (para el que también se desarrollaron pruebas de detección) estaban implicados en los casos de hepatitis de origen desconocido asociada a transfusiones. Además, demostraron que la sangre de esos pacientes podía infectar a chimpancés, lo que apuntaba a la existencia de un nuevo agente infeccioso.

Identificación del virus responsable de la hepatitis C

Una vez confirmada la existencia de un nuevo agente infeccioso, el siguiente paso era identificarlo y caracterizarlo. En 1999, el equipo de Michael Houghton, en la empresa farmacéutica Chiron, utilizó, por primera vez, una aproximación basada en técnicas moleculares e inmunológicas para hacerlo. Los investigadores utilizaron suero de pacientes con el nuevo tipo de hepatitis, denominado hepatitis C, para rastrear una librería de ADN derivada de los diferentes ácidos nucleicos presentes en la sangre de un chimpancé infectado. La estrategia era arriesgada porque dependía de dos asunciones. Por una parte, el equipo de Houghton pensó que, en la muestra del chimpancé, además del genoma propio del animal habría fragmentos del genoma del agente infeccioso. Por otra, los investigadores consideraron que el suero de los pacientes tendría anticuerpos frente al agente infeccioso que podrían ser utilizados como balizas para detectar al virus.

A través de rastreos sistemáticos en los que se introdujeron los fragmentos codificantes de la librería de ADN en bacterias, los investigadores pudieron aislar el genoma del nuevo virus, que lo catalogaba como un virus de ARN de la familia de los Flavivirus. Finalmente, el virus fue denominado virus de la hepatitis C.

La identificación del virus de la hepatitis C abrió las puertas a poder desarrollar una prueba con la que detectar el virus en las muestras de sangre destinadas a transfusiones. De esta forma, se encontró que muchas de las muestras sospechosas del banco de sangre estaban contaminadas con el virus, mientras que ninguna de las utilizadas como control lo estaba. Además, la prueba permitió analizar la presencia del virus en sangre extraída para transfusiones en todo el mundo e identificar aquellas muestras que no debían ser utilizadas, lo que redujo la incidencia de la hepatitis por transfusión de sangre en todo el mundo.

Confirmación del virus como agente causal de la hepatitis C

Por último, el trabajo de Charles M. Rice en la Universidad Washington en St.Louis demostró que el virus de la hepatitis C era capaz de replicarse y causar la hepatitis. Mediante técnicas de ingeniería genética el equipo de Rice generó una versión del virus de la hepatitis B sin las variantes inactivadoras que se habían encontrado en numerosos clones del virus identificados. Al introducir la el virus en el hígado de chimpancés, los investigadores observaron signos clínicos de hepatitis similares a los detectados en humanos con esta enfermedad crónica, Además, el virus fue detectado en sangre. Estas observaciones confirmaban que el virus por sí mismo podía causar la enfermedad y dar lugar a una infección activa.

Un descubrimiento beneficioso para millones de personas

Las investigaciones de Harvey J. Alter, Michael Houghton y Charles M. Rice han tenido un impacto importante en la detección y manejo de la hepatitis C, enfermedad infecciosa que afecta a alrededor de 70 millones de personas. Junto a la hepatitis B, la hepatitis C es la causa más común de muerte por cirrosis o por cáncer de hígado, lo que representa un problema de salud a nivel global.

La identificación del agente infeccioso favoreció el desarrollo de pruebas para identificar su presencia, lo que ha contribuido a limitar la transmisión del virus, especialmente aquella producida a través de transfusiones de sangre. Además, han hecho posible el diagnóstico preciso de las personas afectadas por hepatitis C y han abierto el camino al desarrollo de tratamientos antivirales específicos que resultan efectivos en más de un 95% de las personas tratadas. “Es difícil encontrar algo que proporciona tantos beneficios para la humanidad como lo que premiamos este año”, señala Thomas Perlmann, Secretario General de la Asamblea Nobel y el Comité Nobel de Fisiología o Medicina. “El descubrimiento de un virus que ha llevado a mejoras para millones de personas en todo el mundo”.

Fuentes:

Press release: The Nobel Prize in Physiology or Medicine 2020. https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/2020/press-release/

The discovery of Hepatitis C virus. https://www.nobelprize.org/prizes/medicine/2020/advanced-information/

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