Investigadoras del grupo de investigación en Cognición y Plasticidad Cerebral del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (IDIBELL) y la Universidad de Barcelona (UB), en colaboración con varios hospitales, han descubierto que un estilo de vida intelectualmente activo confiere protección frente a la neurodegeneración en personas con enfermedad de Huntington, retrasando la aparición de síntomas y de pérdida de sustancia gris en el cerebro. La investigación, liderada por la Dra. Estela Càmara y la investigadora de doctorado Clara García Gorro, contribuye a entender los factores relacionados con las diferencias de síntomas entre pacientes con esta enfermedad y a descifrar los mecanismos cerebrales responsables de tales diferencias.

El estudio, publicado en Neuropsychologia, demuestra cómo los pacientes con enfermedad de Huntington con mayor actividad cognitiva a lo largo de la vida obtienen mejores puntuaciones en pruebas neuropsicológicas. “Estos pacientes mostraron un retraso en la aparición de los primeros síntomas de la enfermedad y un menor nivel de atrofia en una zona del cerebro especialmente afectada en esta enfermedad, el núcleo caudado”, explica Clara García Gorro.

Para evaluar la actividad intelectual a lo largo de la vida, se tuvo en cuenta el nivel educativo, el tipo de ocupación profesional, el número de idiomas, la actividad lectora y la frecuencia con la que los participantes jugaban a juegos como el ajedrez, entre otros factores.
Estos resultados sugieren que una mayor actividad mental protege en cierto nivel al cerebro del proceso neurodegenerativo, manteniéndolo en buen estado más tiempo. “Por lo tanto, este descubrimiento recalca la importancia de las intervenciones cognitivas en enfermedades neurodegenerativas y de llevar una vida estimulante cognitivamente para mantener un cerebro sano”, añade la Dra. Càmara.

La enfermedad de Huntington es una enfermedad neurodegenerativa de origen genético para la cual no existe cura actualmente. Sus principales síntomas incluyen problemas motores, cognitivos y psiquiátricos. La edad media de aparición de los primeros síntomas es alrededor de los 40 años, siendo una enfermedad progresiva en la que los síntomas empeoran paulatinamente.

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