Los medicamentos biosimilares son los equivalentes complejos de los genéricos. Son copias, aunque no exactas, de medicamentos de origen biotecnológico, muy costosos de producir y, por lo tanto, caros para los sistemas sanitarios. La expiración de las patentes ha abierto el mercado a la producción de copias más baratas, y se espera que la entrada estos medicamentos en el mercado favorezca el acceso a tratamientos caros para los pacientes con patologías severas, como el cáncer.

Aunque conceptualmente pudieran ser equivalentes, un medicamento biosimilar no es un genérico. Los últimos son copias exactas de moléculas relativamente simples (paracetamol, ácido acetil salicílico), obtenidos mediante métodos de síntesis química. Los biosimilares, en cambio, son copias de moléculas muy complejas, de naturaleza proteica, en cuya producción intervienen procesos y materiales biológicos, como el cultivo de células o la extracción de productos a partir de organismos vivos, por lo que no hay un producto exactamente igual a otro.

Al ser copias equiparables pero no iguales de los medicamentos originales, la normativa de los genéricos no es científicamente apropiada para los biosimilares. “Pequeñas variaciones de la molécula, incluso en el proceso de fabricación, podría dar lugar a un producto ligeramente distinto, y, por ello, su fabricación tiene que estar específicamente regulada”, subraya Begoña Calvo Hernáez, catedrática de Farmacia de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), y una de las autoras de estudios sobre estos fármacos, publicados en revistas como The New England Journal of Medicine.

“Nuestras investigaciones abarcan los estudios que se deben realizar y exigir a la industria farmacéutica para el desarrollo, aprobación y seguimiento posterior de medicamentos biosimilares, de acuerdo a la normativa de la Agencia Europea del Medicamento”, explica Calvo, “para que, a partir de ahí, las autoridades sanitarias puedan crear el entorno regulatorio adecuado, y se aumente, al final, la prescripción de estos fármacos, que va a producir un ahorro importante en los sistemas sanitarios”, añade.

Se trata de una normativa pionera y referente en el mundo, puesta en marcha en el 2004, gracias a la cual en Europa se han aprobado ya 12 medicamentos biosimilares, mientras que en EE UU, por ejemplo, todavía no se ha aprobado ninguno.

Ahorro para el sistema sanitario

Porcentualmente, el ahorro producido por los biosimilares no será tan grande como el que suponen los genéricos, que pueden llegar a producir un ahorro del 40% por prescripción. Pero al ser medicamentos tan costosos —uno solo de estos tratamientos puede reportar ingresos anuales superiores a los 1.000 millones de euros al laboratorio— una pequeña reducción del coste de producción supone una gran ventaja para el sistema.

Entre los biosimilares aprobados en Europa se encuentran la hormona del crecimiento, la eritropoyetina (EPO), el interferón, y, más recientemente, los primeros biosimilares de anticuerpos monoclonales, en concreto del Infliximab, destinado al tratamiento de enfermedades autoinmunes (reumatológicas, psoriásicas y ligadas al Crohn, entre otras), que empezará a comercializarse a partir de este año.

Los anticuerpos monoclonales son moléculas más complejas aún que los biosimilares iniciales, y para los expertos “se espera produzcan un impacto enorme”. Se calcula que la introducción de anticuerpos monoclonales biosimilares podría ahorrar en Europa más de 20.000 millones de euros hasta 2020.

Según las previsiones de Instituto de Estudios e Investigación en Salud IMS, el mercado de los biosimilares podría alcanzar el 10% del mercado de los medicamentos biológicos para 2020, con un volumen de hasta 25.000 millones de euros.

Calvo no duda de que estamos ante el momento “clave” en el desarrollo de los biosimilares, “aunque su introducción dependerá de cómo los quieran promover las autoridades sanitarias. En España, la implantación de los biosimilares aprobados es desigual: así, mientras que algunos biosimilares han alcanzado niveles de implantación de alrededor del 50% (caso del filgrastim, utilizado entre otros fines para combatir la bajada de las defensas en determinados pacientes oncológicos tratados con quimioterapia), otros, como las eritropoyetinas, están en torno al 20%, y la hormona del crecimiento alrededor del 5%.

Referencias bibliográficas:

B. Calvo, L. Zuñiga. “EU's New Pharmacovigilance Legislation: Considerations for Biosimilars”.Drug Safety 37: 9-18 (2014). http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/24190573. F.I.: 3,4

B. Calvo, L. Zuñiga. “The US approach to biosimilars: the long-awaited FDA approval pathway”.BioDrugs 26: 357-361 (2012). http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23030677. F.I: 2,8

B. Calvo, L. Zuñiga. “Therapeutic monoclonal antibodies: strategies and challenges for biosimilars development”.Current Medicinal Chemistry 19: 4445-4450 (2012). http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22978327. F.I: 4,1

L. Zuñiga, B. Calvo. “Biosimilars: pharmacovigilance and risk management”. Pharmacoepidemiology and Drug Safety 19: 661-669 (2010) http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20583204

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