Nuestro sistema inmune es capaz de mantener al organismo en un estado saludable a pesar de las agresiones y variaciones del medio exterior.

Es lo que se conoce como homeostasis (del griego homos= semejante y stasis= estabilidad) y no se trata de una situación estática sino variable dentro de unos límites precisos.

Esta capacidad es común de todos los sistemas de nuestro cuerpo como el renal, respiratorio, circulatorio, etc. Como ya dijo en 1865 el fisiólogo Claude Bernard: “todos los mecanismos vitales, por variados que sean, no tienen otro objetivo que mantener las condiciones de estabilidad del medio interno”.

Por ejemplo, cuando la cantidad de oxígeno en el aire disminuye (en lo alto de una elevada montaña) nuestro organismo desencadena unas acciones para mantener las células bien oxigenadas aumentando el ritmo respiratorio y después la cantidad de glóbulos rojos. Se requiere por tanto la colaboración entre los sistemas respiratorio y circulatorio.

De la misma forma con el objetivo de protegernos, el sistema inmune desencadena una serie de acciones enseguida que detecta un elemento extraño. Las numerosas células de reconocimiento, memoria, ataque y limpieza que lo componen actúan durante el tiempo necesario para lograr la eliminación del agresor, y el restablecimiento de los tejidos dañados y su función. Poco a poco se va autorregulando la respuesta hasta volver al estado inicial de reposo, o situación de homeostasis, que permite un consumo energético mínimo.

Como comentamos en nuestro post también el sistema inmune colabora de manera estrecha con los sistemas endocrino y nervioso con el objetivo de conseguir, desde una perspectiva más amplia, el equilibrio interno. Las citoquinas, hormonas y neurotransmisores son sus mensajeros principales capaces de establecer un diálogo interno con ese fin.

Para que nuestro sistema inmune pueda conseguir la situación de homeostasis es necesario que esté en buenas condiciones. Diferentes causas pueden interferir en ello: infecciones virales, bacterianas o parasitarias, estrés, contaminación ambiental, desequilibrios alimentarios, etc. La microinmunoterapia intenta regular el buen funcionamiento inmunológico y puede ser útil cuando hay deficiencias o desequilibrios.

Bibliografía:

Puig Nora R. El sistema inmunitario. Nociones básicas de los mecanismos de defensa. Rev Arg Anest. 2002: 60, 6 (339-349).

Bernard MC. Introduction à l’étude de la médecine expérimentale. J-B Baillière et fils. 1865

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