Año 2000. Cuando el siglo XXI aún no había tenido tiempo para estrenarse, los investigadores Carlos Buesa y Tamara Maes decidían lanzarse al mundo empresarial creando Oryzon Genomics, una spin-off de la Universitat de Barcelona y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Su objetivo no era otro que identificar y validar marcadores genéticos y proteicos que tuvieran utilidad médica en el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades graves.

Los inicios de la compañía, como los de cualquier aventura emprendedora de este tipo, no fueron fáciles. Sin embargo, corrían vientos de cambio en Cataluña, que impulsaban también el despegue de la biotecnología en el resto del Estado. Comenzaba así la “década de oro” para el sector, que contó con numerosas empresas de base tecnológica, el desarrollo de patentes y licencias y, sobre todo, la visión clara de que la industria biotecnológica podía ser un motor de futuro para la economía. En 2003, Oryzon Genomics incorporó a NAJETI SCRI en su accionariado, a la que se unirían cinco años más tarde otras firmas de capital riesgo. Entre 2008 y 2011, la compañía de Buesa y Maes lograba levantar en diversas rondas de financiación casi 10 millones de euros. ¿Eran las perspectivas financieras un buen augurio para esta empresa biotecnológica? En Biocores hemos querido dediarle un artículo.

Del diagnóstico a las terapias innovadoras

El caso de Oryzon Genomics es paradigmático para el sector. Entre 2008 y 2013 logró lanzar al mercado un producto novedoso, GynEC-D, para el triaje de mujeres con sospecha de cáncer de endometrio. A pesar de su aplicación en el diagnóstico médico, esta rama de la compañía pronto se convirtió en una filial independiente, OGDSL. Eran momentos difíciles, en los que “a la empresa se le acababa la gasolina”, según relató Buesa en El Confidencial. Necesitaban financiación de manera urgente y conseguir que sus productos fueran exitosos en el mercado. Por estas dos razones, Oryzon Genomics decidió centrar todos sus esfuerzos en el campo terapéutico. Era una apuesta arriesgada. Pero ganaron.

En abril de 2014, Oryzon Genomics anunciaba un acuerdo con la multinacional farmacéutica Roche para licenciar una familia de patentes de una molécula muy prometedora en el tratamiento de la leucemia mieloide aguda. La investigación de la biotecnológica catalana había logrado identificar a ORY-1001, un inhibidor muy selectivo de la enzima Desmetilasa Específica de Lisina -1 (LSD-1, KDM1). Esta molécula actúa como modulador epigenético de la regulación de la expresión de determinados genes, a través de un mecanismo de desmetilación específica de ciertos aminoácidos de tipo lisina en las histonas. Meses antes, el trabajo de Oryzon Genomics había posibilitado que la Agencia Europea del Medicamento (EMA) designara a ORY-1001 como medicamento huérfano para el tratamiento de la leucemia mieloide aguda. Los primeros estudios toxicológicos y clínicos confirmaban de este modo las promesas sobre una molécula que mostraba la relevancia que podría jugar la epigenética en las terapias del futuro.

Posteriormente era Roche la que confirmaba los buenos augurios sobre el trabajo de la compañía de Buesa y Maes. El anuncio del acuerdo se realizó en la sede de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), un acto en el que también estuvieron presentes Carmen Vela, Secretaria de Estado de Investigación, Desarrollo e Innovación, y Regina Revilla, Presidenta de la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO). La rueda de prensa daba a conocer los detalles de una alianza histórica para la biotecnología, que convertía a Oryzon en el mayor éxito del sector hasta el momento. Roche haría un pago upfront de 21 millones de dólares (15,2 millones de euros), que podría llegar a ser de 500 millones de dólares en el caso de que el desarrollo de ORY-1001 fuera finalmente exitoso

Oryzon Genomics lograba añadir al trabajo de I+D de toda una década la letra de “innovación”. La última noticia de la empresa de Buesa y Maes es su reciente salida a Bolsa, después de que los accionistas decidieran cotizar en el mercado continuo antes de primavera, como paso previo al aterrizaje en el Nasdaq, previsto para 2017. La compañía demostraba así que la I+D+i puede generar rentabilidad y nuevas esperanzas para la medicina, haciendo posible el salto de la epigenética desde la poyata de un laboratorio en Cornellà de Llobregat a la Bolsa.

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