Los frentes —discontinuidades oceanográficas delimitadas por las corrientes marinas— afectan a la separación genética de organismos entre las diferentes zonas del Mediterráneo, aunque no de forma homogénea. Desde el punto de vista de la conservación, los frentes deberían considerarse como fronteras que establecen unidades de gestión independientes, como si fueran provincias.

Para proteger el Mediterráneo deberían establecerse áreas protegidas dentro de todas esas unidades de gestión formando una red de zonas conectadas. De esta forma, todas las poblaciones tendrían asegurada la conectividad para garantizar su supervivencia. De lo contrario, el destino de las poblaciones aisladas es la desaparición a medio plazo por aumento de la consanguinidad.

Estas son algunas de las conclusiones de un trabajo publicado en la revista PLOS ONE y realizado por científicos del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio) y del Centro de Estudios Avanzados de Blanes del CSIC (CEAB-CSIC). Los expertos han analizado la diferenciación genética entre las poblaciones de peces, crustáceos y moluscos de todo el Mediterráneo.

El estudio ha revisado trabajos poblacionales de los últimos años de todo el Mediterráneo. Se ha centrado en unas setenta especies que permiten analizar adecuadamente diferentes frentes marinos. En su mayoría son peces (el 41 % de los grupos taxonómicos estudiados), pero también moluscos (13 %) y crustáceos (21 %). Se han estudiado especialmente las poblaciones cercanas o delimitadas por siete de los frentes del Mediterráneo: el estrecho de Gibraltar, el frente Almería-Orán, el canal de Ibiza, el frente Balear, el canal de Sicilia, el canal de Otranto (en el Adriático), y el margen sur del mar Egeo.

Los frentes son discontinuidades oceanográficas que se forman cuando se encuentran corrientes o masas de agua de diferente densidad, lo que dificulta la mezcla entre ellas. Por eso actúan como barreras para las poblaciones de organismos y, en principio, son fronteras que los animales no pueden atravesar. Pero esto no siempre es así ni afecta de la misma forma a todos los animales: «En el periodo larvario es cuando más se dispersa una población, ya que es en ese momento cuando los organismos tienen más posibilidades de atravesar los frentes», explican los autores del trabajo, Marta Pascual, de la Facultad de Biología de la UB y del IRBio, y Enrique Macpherson, del CEAB-CSIC. Esa posibilidad aumenta cuanto más prolongado es el periodo larvario.

El frente oceanográfico como barrera al flujo genético

En el trabajo, los científicos han constatado que las especies con mayor capacidad de desplazamiento y periodos larvarios más prolongados tienen menos diferencias genéticas entre distintas zonas. Según explican, ello se debe a que tienen más posibilidades de ser transportadas por las corrientes marinas, lo que hace que se dispersen más fácilmente. De esta forma, poblaciones de una zona se nutren de ejemplares de otras zonas, lo que se refleja en menos diferencias genéticas entre poblaciones cercanas. Pero la frecuencia de diferencias genéticas aumenta cuando se trata de poblaciones separadas por un frente oceanográfico.

Por su parte, las especies con menor movilidad y periodos larvarios más breves suelen tener una gran diferencia genética entre poblaciones, ya que tienen menos posibilidad de ser transportadas por las corrientes. En cambio, la frecuencia de diferencias genéticas es prácticamente igual tanto si las poblaciones están separadas por un frente como si no.

Así, las poblaciones de esponjas o corales separadas por pocos kilómetros están muy aisladas entre sí, al margen de los frentes, pues sus larvas viven pocas horas o días en el plancton. En cambio, los peces y crustáceos, con una vida larvaria de varias semanas y una menor diferenciación genética entre poblaciones, sí se ven afectados por la presencia de estos frentes oceanográficos.

Este es el primer trabajo que analiza la distribución genética de especies en todas las discontinuidades oceanográficas del Mediterráneo y tiene como objetivo determinar el impacto de los frentes y de las características biológicas de las especies para establecer una red de reservas eficiente que permita conservar la biodiversidad marina.

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