¿Te has preguntado alguna vez por qué hay personas que parecen más jóvenes que otras, aun teniendo la misma edad?

¿Por qué algunos animales viven mucho más que otros?

Hay insectos que tan solo viven un día y otras especies, como las tortugas o las ballenas, que pueden llegar a vivir hasta 200 años.

Estas preguntas no tienen una sola respuesta, ya que hay muchos factores interrelacionados que condicionan la esperanza de vida. Factores externos como todos los que producen estrés, la alimentación, el clima, la contaminación, y factores internos como la genética, el propio estrés o la pertenencia a una especie. Sin embargo, hay una importante variable que ha pasado desapercibida durante años: los telómeros.

¿Qué son los telómeros y cuáles son sus funciones?

Los telómeros son el final de los cromosomas y se asemejan a unas “caperuzas”. Tienen varias funciones como la de proteger nuestro ADN e impedir que nuestros cromosomas se “deshilachen” o se “peguen” unos a otros y dejen de ser funcionales. Con cada división celular, los telómeros van disminuyendo su longitud, hasta el límite de muerte celular.

Siempre se ha creído que unos telómeros más largos son indicativo de mayor longevidad, pero es una verdad a medias. Es cierto que la longitud de los telómeros a nivel intraespecie indica una mayor (o menor) esperanza de vida y está comprobado por varios estudios en distintas especies, como la nuestra. Sin embargo, si bien la longitud es muy importante, el ritmo al que se acortan nuestros telómeros también lo es. Este ritmo de acortamiento, al igual que la longitud telomérica, es muy diferente entre especies y se ha conservado a lo largo de la evolución.

En nuestro caso, en la especie humana, perdemos al año unos 70 pares de base -que son como los ladrillos que forman el ADN-, mientras que los ratones pierden 7.000 pares de base. Esto quiere decir que, aunque una especie tenga telómeros muy largos, no será muy longeva si su velocidad de acortamiento telomérico también es rápida; por el contrario, una especie con telómeros largos y un ritmo de acortamiento corto, tendrá una esperanza de vida mucho mayor.

Previo a estos descubrimientos, también se creía que el tamaño y el peso estaban directamente relacionados con la esperanza de vida y no es de extrañar, ya que a menudo comprobamos cómo los animales más pequeños viven menos tiempo, aunque esta regla no siempre se cumpla. Hay especies con la misma envergadura que tienen esperanzas de vida diferentes, lo que ha llevado a los científicos a descartar esta hipótesis y buscar otras explicaciones a este fenómeno.

Los estudios genéticos de varios científicos como Olovnikov en los 70 o Elisabeth Blackburn en el 2009, han ido revelando los secretos que esconden estas partes terminales del material genético y los procesos bioquímicos que los acompañan, resolviendo múltiples incógnitas que han ido surgiendo desde su descubrimiento.

Estrés, alimentación y factores medioambientales

Como hemos mencionado, los factores externos tienen efectos directos sobre el envejecimiento y, por lo tanto, en los telómeros. Hay múltiples estudios que relacionan el acortamiento telomérico con factores como el estrés, la calidad de la dieta o el medioambiente.

Cuando surgen situaciones adversas, el ritmo de acortamiento telomérico y el envejecimiento se aceleran. Todos estos factores pueden desencadenar presiones evolutivas a nivel genético y, aunque queda mucho por descubrir en este campo de investigación con gran potencial, no hay más que comprobar cómo ha evolucionado la esperanza de vida tanto en humanos como en otras especies.

Recordemos que, aunque existan diferencias entre individuos de la misma especie, la longitud telomérica está fijada desde el nacimiento. La esperanza de vida en humanos ha ido aumentando enormemente desde los albores de la especie al mejorar sucesivamente las condiciones de vida, alimentación e higiene. Como dato curioso, desde mediados de 1800 la esperanza de vida ha ido aumentado en 3 meses cada año.

Esto quiere decir que nuestros telómeros están preparados para que lleguemos a vivir alrededor de 100 años, dependiendo siempre de las condiciones y circunstancias de vida que tengamos cada uno.

Un claro ejemplo de cómo afectan las condiciones de vida sobre la longevidad puede contemplarse en los animales en cautividad, que viven más años que los animales en libertad debido a que sus condiciones de vida son menos duras, ya que tienen mejor acceso a ciertos recursos y a tratamientos veterinarios.


¿Se pueden alargar los telómeros? ¿Podemos reducir su ritmo de acortamiento?

Por desgracia, en la actualidad no existen técnicas que consigan alargar los telómeros de forma eficaz y controlada, aunque sí se está investigando en terapia génica con telomerasa (la enzima que se encarga de alargar los telómeros) para enfermedades graves causadas por irregularidades en los telómeros, como la fibrosis pulmonar idiopática o el cáncer.

En el caso del cáncer, la telomerasa es una de las principales culpables de su desarrollo, ya que un fallo en la misma produce una división sin control de las células que acaba generando lo que todos conocemos como tumores. Sin embargo y por suerte para todos, sí podemos reducir el ritmo al que se acortan los telómeros a través de una serie de medidas anti edad e incorporando hábitos saludables en nuestro día a día. Si quieres averiguar más, consulta este artículo acerca de la telomerasa y la terapia génica.

¿Cómo puedo medir mi edad real y reducir el ritmo de acortamiento de los telómeros?

Life Length ofrece el servicio HealthTAV® una prueba que permite medir la longitud de nuestros telómeros utilizando nuestra tecnología única y patentada TAT®. A través de esta técnica somos capaces de conocer el estado de tus telómeros en comparación con una persona media en tu rango de edad y ver si tu edad biológica es mayor o menor que tu edad cronológica. Adicionalmente, podemos asesorarte en cómo mejorar el ritmo de envejecimiento y reducirlo todo lo posible para incrementar tu salud y, porqué no, tu vida.

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