Miquel Vila es jefe del grupo de Enfermedades Neurodegenerativas del Vall d’Hebron Institut de Recerca. Además, lidera el proyecto Modulation of age-dependent neuromelanin accumulation as a novel therapeutic strategy for Parkinson’s disease and brain aging, seleccionado en la Primera Convocatoria de Investigación en Salud de ”la Caixa”. Su investigación se centra en los mecanismos moleculares que se producen en el párkinson con el fin de desarrollar estrategias terapéuticas efectivas para luchar contra esta enfermedad.

Con motivo del Día Mundial del Párkinson, hablamos con él sobre el estado actual de esta enfermedad y el rol crucial que juega la neuromelanina en su desarrollo.

¿Cuál es la incidencia del párkinson?

La enfermedad de Parkinson es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente, únicamente la supera el alzhéimer. Su incidencia depende de la edad: alrededor de un 1 % de la población de más de 60 años la padece. Como incrementa con la edad, a partir de los 80 años la incidencia ya aumenta entre un 4 y un 5 % de la población.

¿Cuántas personas en el mundo sufren párkinson?

Actualmente hay unos 7 millones de pacientes de párkinson en el mundo. Además, al ser la incidencia dependiente de la edad, se considera que, en los próximos 20 años, estos números se duplicarán debido al incremento de la esperanza de vida de la población.

¿Cuál es la base biológica del párkinson?

La enfermedad de Parkinson se da porque mueren un determinado tipo de neuronas, las responsables de producir el neurotransmisor dopamina. Al morir estas neuronas, se produce un déficit de dopamina en el cerebro.

¿Y cuál es la función de la dopamina en el cerebro?

Entre otras cosas, la dopamina controla el movimiento voluntario. Los pacientes, al perder las neuronas dopaminérgicas, padecen la típica sintomatología motora del párkinson: rigidez, enlentecimiento motor, inestabilidad postural, temblor de reposo…

¿Qué es la neuromelanina?

Las neuronas dopaminérgicas que degeneran en la enfermedad de Parkinson se caracterizan por contener un pigmento de color marrón, similar a la melanina de la piel. Es la neuromelanina. Este pigmento se va acumulando en las neuronas dopaminérgicas con la edad.

Recientemente, su equipo ha publicado un estudio en Nature Communications que revela la importancia de la neuromelanina en el desarrollo del párkinson.

El hecho de que la neuromelanina se acumule en la enfermedad de Parkinson se conoce desde hace más de 100 años. Pero el rol que juega este pigmento en la enfermedad se desconocía porque, a diferencia de los humanos, los animales de experimentación no lo tienen. Nosotros queríamos determinar el papel de esta neuromelanina que se va acumulando con la edad hasta llegar a ocupar casi la totalidad de las neuronas.

¿Cómo lo hicieron?

Por modificación genética, obtuvimos animales de experimentación que producían este pigmento y que, además, lo iban acumulando con la edad tal y como ocurre en los humanos.

¿Cuál fue la conclusión principal de su estudio?

Nuestros estudios sugieren que, a partir de cierto umbral de acumulación de neuromelanina, las neuronas empiezan a dejar de funcionar de forma normal y degeneran. Dicho de otro modo: como todos acumulamos neuromelanina con la edad, si viviéramos suficiente como para acumular niveles excesivos de este pigmento, todos acabaríamos desarrollando párkinson.

Han demostrado que la acumulación de neuromelanina es el origen del párkinson y no una consecuencia.

Para ver si realmente era el acúmulo de neuromelanina lo que producía la alteración neuronal, desarrollamos un tipo de terapia génica para intentar disminuir los niveles de neuromelanina celular. Con esta terapia génica, fuimos también capaces de revertir la sintomatología parkinsoniana de los animales.

¿Podría usarse la terapia génica para tratar el párkinson?

Si bien se puede aplicar en humanos, es una terapia bastante invasiva que requiere la inyección intracerebral de virus. Virus inactivados, pero virus, al fin y al cabo. Por el momento, la terapia génica aplicada al párkinson nos queda lejos.

¿Podríamos prevenir el párkinson?

Actualmente, el diagnóstico de párkinson es sintomatológico, no hay biomarcadores de párkinson. Existen técnicas de imagen que nos permiten ver el déficit de dopamina, pero una vez la enfermedad ya está establecida. Nosotros estamos intentando desarrollar biomarcadores o técnicas de imagen que nos permitan conocer los niveles de neuromelanina cerebral que ha acumulado una persona.

¿Cuáles son los siguientes pasos en su investigación?

El desarrollo de terapias no invasivas para modular los niveles de neuromelanina cerebral. Si pudiéramos disminuir los niveles de neuromelanina, o incluso evitar que se llegaran a acumular por encima del umbral patológico, podríamos llegar a evitar la aparición de la enfermedad.

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