El Instituto de Biología Funcional y Genómica (IBFG, centro mixto del CSIC y la Universidad de Salamanca) celebra esta tarde la jornada de clausura de la presente edición de MicroMundo, un proyecto de investigación internacional que busca microorganismos productores de antibióticos y concienciar sobre el problema de la resistencia a estos compuestos. Además de la presentación de resultados, la sesión incluye una charla de Bruno González-Zorn, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en resistencia a antibióticos.

En una entrevista concedida a DiCYT, este experto, promotor de la iniciativa MicroMundo en España y en Europa, explica el enorme reto al que se enfrenta la salud mundial. Los antibióticos han salvado muchas vidas, pero entre los años 70 y 80 del siglo XX, cuando ya había suficientes en el mercado, se frenó su desarrollo. “Llevamos 30 años sin descubrir un nuevo antibiótico y las bacterias se han acostumbrado a los que tenemos”, sobre todo porque hemos abusado de ellos. Por lo tanto, “hoy en día, hay muchas que se han hecho resistentes, los antibióticos han dejado de funcionar y está en peligro toda la medicina moderna”, advierte.

No es un problema que amenace el futuro, sino que ya está ocurriendo. En España mueren cada año 23.000 personas solamente por el hecho de que los antibióticos ya no funcionan. Son 1,2 millones en el mundo, “más muertes de las que provocan que malaria y el sida juntos”, apunta González-Zorn. “Antes hablábamos de bacterias multirresistentes, porque resistían a muchos antibióticos, pero hoy en día ya hablamos de bacterias panresistentes, que resisten a todos los antibióticos disponibles en la práctica clínica”, advierte. Su principal foco está en los hospitales y la víctima puede ser cualquier paciente: “Si una bacteria es muy agresiva, afecta incluso a gente joven, solo dependes de tu sistema inmunitario”.

Cómo revertir el problema

Sin embargo, el asesor de la OMS considera que, frente a este panorama, hay una buena noticia: “Revertir esta situación depende de nosotros mismos”. Los expertos consideran que, aunque el problema es internacional, las medidas locales son esenciales para determinar que haya más o menos bacterias resistentes. Por eso, es muy importante concienciar a los prescriptores y a los usuarios. “España es de los países que más se automedican, de los que más antibióticos utilizan y de los que tiene mayores niveles de resistencias en Europa; así que tenemos mucho margen de mejora”, destaca.

El Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), puesto en marcha en 2014, lleva una década dando buenos resultados: el consumo de antibióticos en medicina humana se ha reducido un 17% y hasta un 70% en animales. De hecho, el uso en la ganadería contribuyó a incrementar el problema, puesto que estos fármacos se usaban como promotores del crecimiento, algo ya prohibido en Europa desde 2006. En ese sentido, conviene aclarar que “los filetes no están llenos de antibióticos, como dice mucha gente”, porque cuando es necesario administrárselos a un animal, “se deja un periodo para que se metabolicen y no quedan restos en los alimentos que puedan perjudicar la salud”. No obstante, estos múltiples usos revelan la importancia del concepto ‘One Health’ (en español, ‘Una Salud’), que explica la interdependencia de las personas, los animales y el medio ambiente. En este caso, luchar contra la resistencia a los antibióticos implica tener en cuenta que se diseminan en la naturaleza.

Con respecto al uso en salud humana, “hay que manejar mejor los antibióticos y aumentar las medidas preventivas”, por ejemplo, los programas de lavado de manos en los hospitales y en residencias. La ciudadanía, en su día a día, tiene mucho que aportar para evitar la utilización excesiva de estos fármacos, que agrava las resistencias sin generar beneficios. “No debemos insistir al farmacéutico para que nos dé un antibiótico, porque es ilegal que lo haga sin receta”, comenta el experto. Lo mismo vale en la consulta del pediatra o con respecto a los veterinarios. Incluso si llegamos a desarrollar nuevos antibióticos, solo será una solución momentánea si los seguimos utilizando como en la actualidad, porque, de nuevo, “las bacterias volverán a hacerse resistentes.

En busca de nuevos antibióticos

Sin embargo, un asunto clave es, precisamente, cómo producir antibióticos nuevos. El primer obstáculo es que para las farmacéuticas no es rentable. “No hay ninguna industria farmacéutica de más de 500 trabajadores que esté, hoy en día, en el negocio de los antibióticos. Si tienes que elegir entre desarrollar una molécula contra el colesterol, que puede llegar a consumir la mitad de la población del mundo desarrollado, o un antibiótico que va a ser utilizado en exceso y va a encontrar muy pronto resistencias entre las bacterias, la elección está clara”, explica el catedrático de la UCM.

Por eso, los países están buscando nuevas fórmulas que incentiven el desarrollo de estos fármacos. Así, el pasado 10 de abril, el Parlamento Europeo votó a favor de un nuevo paquete legislativo para el sector farmacéutico que, entre otras cosas, incluye la intervención del sistema público para promover nuevos antibióticos. Por ejemplo, una de las ideas es incentivar económicamente a las empresas que saquen al mercado estos nuevos compuestos.

¿De dónde saldrían esos nuevos antibióticos? En un ambiente natural, tanto las propias bacterias como otros microorganismos son los que generan sustancias que las defienden frente a otros microbios. Basándose en esa idea, el proyecto MicroMundo apuesta por la ciencia ciudadana para proponer a estudiantes que recojan muestras de suelo en las que buscar nuevos microorganismos y evaluar su potencial para la producción de nuevos antibióticos. La idea surgió en Estados Unidos, pero “en 2018 la importamos en la Universidad Complutense y, desde España, la estamos extendiendo con gran éxito”, afirma González-Zorn.

MicroMundo moviliza a la sociedad salmantina

Realmente, gracias a esta iniciativa “pueden surgir nuevos antibióticos, en mi grupo ya estamos analizando moléculas procedentes de varias bacterias”. No obstante, la idea principal es fomentar las carreras STEM (siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) en los institutos y en la sociedad en general. En Salamanca, en esta séptima edición, han participado 21 alumnos universitarios, 7 mujeres del barrio Pizarrales, 8 personas de la asociación Asprodes y 82 alumnos de cuatro centros educativos (IES Francisco Salinas, IES Martínez Uribarri, IES Senara y Colegio San Agustín).

Imagen: Bruno González-Zorn. Foto: cedida por el investigador.

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