A los 2 o 3 meses de haber pasado la infección por COVID-19, hasta un 25% de personas experimentan una importante caída del cabello. Se denomina efluvio telógeno (ET) y es una de las secuelas más frecuentes del COVID persistente.
El ET consiste en una importante caída difusa del cabello en los meses siguientes a un factor de estrés sistémico. Es posible que ocurra después del parto, adelgazamiento brusco, déficits vitamínicos, infecciones… Se produce por el paso prematuro de los folículos capilares de la fase de crecimiento a la fase de reposo que dura aproximadamente 3 meses, tras los cuales sobreviene la caída excesiva del cabello.
No se debe confundir el ET con la alopecia por presión que pueden sufrir los pacientes graves que han estado encamados por COVID durante mucho tiempo. En este caso se trata de una alopecia local en la zona de la cabeza apoyada en la almohada. Esta alopecia se produce porque se da una compresión en los vasos sanguíneos produciendo la isquemia de los tejidos próximos a los folículos.
Se piensa que los pacientes que han sufrido una covid más grave con fiebre importante están más predispuestos a desarrollar un ET ya que su carga inflamatoria ha sido superior. Esta hipótesis puede ser cierta pero también se han descrito ET en pacientes con COVID leve e incluso asintomáticos.
Se puede entender que es una reacción del organismo ante una situación grave de estrés en la que suspende temporalmente acciones que considera secundarias.
El sistema inmune responde a la infección de COVID provocando un estado inflamatorio. Aumentan las citoquinas proinflamatorias y disminuyen las proteínas anticoagulantes con la consecuente formación de microtrombos que acaban dañando a los folículos pilosos.
La pandemia mundial y la experiencia personal de la infección son factores de estrés en sí que deterioran la salud mental y pueden agravar asimismo el efluvio telógeno.