Cuando recibieron hace un año la noticia de que una pandemia mundial amenazaba el planeta y que posiblemente tocaría encerrarse en casa, muchas empresas biotecnológicas se quedaron en blanco. “¿Qué hacemos? ¿Dejamos en pausa nuestro ensayo? ¿Cuándo lo retomaremos? ¿Cambiamos de proyecto?”, se preguntaban todos entre febrero y marzo. Pero nadie, en ese momento, tenía respuesta. Llegó el momento de tomar decisiones a ciegas con miles de incertidumbres. Mientras el Sars-Cov-2 abrumó a la mayoría, las empresas biotecnológicas buscaron las oportunidades para encontrar soluciones, pero no sin complicaciones.

Fue el caso de Algenex, una empresa que produce proteínas para vacunas a gran escala, utilizando las crisálidas de orugas de la col como biorreactores naturales y herramientas de producción. El equipo ya era consciente de que su plataforma podía luchar contra una pandemia como la que nos ha tocado vivir ahora. De hecho, ya estaban con una vacuna contra una cepa de gripe zoonótica entre manos. Tardaron algunas semanas antes de reorientar su actividad hacia la COVID-19 ya que, como cuenta la directora general Claudia Jiménez, no imaginaron que llegaría a tal magnitud. “Pero en marzo tuvimos muy claro que esto iba para largo y que teníamos ahí una oportunidad, pues en un insecto hay hasta 27 dosis de vacuna para la COVID-18 [en otros casos pueden llegar a 80 dosis]y no cuesta dinero criarlos”, precisa.

Mantener la actividad en un mercado colapsado

Pero, aunque había oportunidad y voluntad, las empresas tuvieron que esperar. Los genes secuenciados del virus tardaron en estar disponibles, un aspecto que comentan varias fuentes, socias de AseBio. “Tuvimos la sensación de que la colaboración no había sido demasiado fácil, que tardaba el material en llegar y en compartirse”, lamenta Jiménez desde su empresa que esperaba el material de China.

Algenex no fue la única empresa, reorientada hacia la COVID-19, que se vio afectada por una falta de colaboración público-privada. Belén Barreiro, directora de Ingenasa, relata algo parecido. “El acceso a las muestras en febrero y marzo era muy difícil. Había muy poca gente infectada en España y que tuviese los anticuerpos para poder trabajar sobre nuestro diagnóstico”, cuenta. Una vez pasadas todas estas limitaciones, Ingenasa se encontró con un obstáculo más. “No conseguimos entrar en el mercado español ni en los hospitales pese a tener un producto validado por muchas entidades”, añade antes de precisar que están exportando su producto fuera de nuestras fronteras. Una de las causas de este fallo, es la falta de conocimiento de cómo funcionan los entresijos de la inmensa red de regulación y producción. “No hemos sido capaces de acceder a los canales de mercado, ni a los habituales ni a los excepcionales que se han creado con la pandemia. Fue claramente por desconocimiento y falta de disponibilidad debido al colapso”, asume Barreiro.

La empresa Biolan también vio una oportunidad para el desarrollo de nuevos sistemas de detección de la enfermedad que asolaba el planeta, pero también constató un problema similar: “La parte comercial nos ha costado mucho. Hasta tener la validación y los números, es muy difícil hacer una acción comercial. Es lo que vamos a intentar ahora [en enero]”, explica Asier Albizu, director ejecutivo de la compañía. El emprendedor habla de algunos obstáculos que han ralentizado el proceso, entre ellos, los frenos para trabajar y comercializar el material desde entidades privadas.

La dependencia de España a los materiales y equipos del extranjero también es un problema que la pandemia ha puesto de manifiesto. No solo en el retraso del material, sino en su coste: “Para daros una idea: ayer pagué un pedido 14.000 euros que me tenía que costar 5.000. Multiplico mi gasto por tres por no tener producción local y no puede ser”, ejemplifica. “Estamos creando un propio ecosistema [para producir desde lo local] y es un gran esfuerzo, pero todavía no hemos tenido ningún apoyo”, insiste Albizu. En línea con este discurso, Marisol Quintero, CEO de Highlight Therapeutics, empresa dedicada a la oncología, es muy clara: “O se invierte en biotecnología o no sales reforzado”. “Necesitamos una financiación pública un poco más valiente”, subraya Barreiro, también vicepresidenta de AseBio.

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Una red ágil y flexible pese a los retrasos

En resumen, la biotecnología ha mostrado su resiliencia durante esta crisis, pero no ha sido sencillo. Las empresas también han constatado algunas deficiencias del sistema y en particular en la producción y la regulación, como lo comentan nuestros socios. Y no solo los que se dedicaban, desde el sector privado, a la COVID-19. “Las pequeñas empresas y que además no nos dedicábamos a la COVID-19 estábamos a la cola”, comenta Quintero. “Hubo problemas para asegurar el suministro de lotes de productos inyectables, por ejemplo, y para empresas pequeñas como la nuestra lo debes de tener todo muy atado para tener acceso a ellos. Además, las agencias regulatorias estaban colapsadas por toda la presión de la COVID-19, por las importaciones y exportaciones de material de todo tipo”, detalla. Dentro de esta actividad intensa y focalizada en la emergencia sanitaria, la empresa tuvo que buscar cómo hacerse un hueco para no cesar su actividad esencial.

Beatriz Maroto, directora de operaciones de Amadix, se suma a esta idea, pues la empresa ha tenido que parar su actividad y no ha podido reclutar pacientes para sus investigaciones en cáncer colorrectal. Necesitaban que el paciente acudiera al hospital para extraerle una muestra de sangre, pero nadie podía presentarse. “Todos los recursos se destinaron a la COVID-19 y los médicos ya no tenían tiempo para nosotros. La pandemia ha tenido gran impacto en diagnósticos de otras enfermedades como el cáncer”, lamenta.

Pero de todos los errores se aprende. Maroto está convencida de que la pandemia ha mostrado la posibilidad y la necesidad de flexibilizar plazos y tramites regulatorios y de financiación. “Si fuimos capaces de hacer eso así, con todos estos obstáculos y sin un reconocimiento histórico hasta ahora, imaginemos lo que haríamos con más apoyo y agilidad por parte de las instituciones”, anota.

Un sector reforzado y a la altura que necesita ayuda

Pese a no estar bajo el foco, Quintero afirma haber cumplido con su calendario 2020. “Hemos podido mantener el nivel de intensidad que queríamos”, asegura. La clave ha estado en tener una actividad distribuida por territorios distintos, pues la pandemia no afectaba las regiones por igual y las cosas podían ir avanzando en Valencia, por ejemplo, mientras en Madrid los hospitales estaban patas arriba sin un segundo para tomar un respiro. “La oncología al ser una prioridad, todo el mundo sabía que no podía parar”, reconoce Quintero. La lección que comparte con nosotros es que diversificar operaciones en diferentes territorios ha sido una gran ventaja. Pero, pese a ella, algo tuvo que cambiar. Los estudios clínicos, que siempre han requerido de gran presencia física, ahora se hacen a distancia: “Ahora como mucho se presenta el médico que tiene que atender a los pacientes y lo tienes que elegir bien”.

Los que también apostaron por el contacto con el exterior fue el equipo de Biolan. Vieron llegar la pandemia de lejos gracias a su relación con el mercado asiático y consiguieron reaccionar antes del caos. Lo primero que pusieron en marcha, según cuenta Albizu, fue la digitalización de la compañía (ya muy avanzada), seguida de cerca por un aumento de stock (multiplicado por tres) y finalmente pidieron préstamos (que obtuvieron sin complicaciones) para tener una base financiera sólida, pase lo que pase. Además, al tener una rama de alimentación (biosensores para medir la calidad del producto) muy activa que ha crecido un 10% gracias a su vínculo con Asia y África, han podido mantenerse muy a flote y desarrollar su parte sanitaria. “Ahora es el momento de ir más rápido para no quedarse detrás. Estamos orientados hacia la COVID-19, pero todo nuestro proyecto podrá servir para otras pandemias”, confirma.

El sistema en remoto también benefició a algunas entidades que estrecharon relaciones con el extranjero y se abrieron oportunidades de negocio. Una empresa que nació algunos meses antes de estado de alarma, Arthex Biotech, ha conseguido crecer y obtener una ampliación de capital en este 2020 tan inesperado y preocupante. Pedro Fernández, director de operaciones de la spin-off, cuenta que hubo un tiempo de incertidumbre y que tuvieron miedo ya que toda su actividad estaba vinculada a la Universidad de Valencia que cerraba sus puertas. Esa inquietud no duró mucho. Con la crisis sanitaria tuvieron más oportunidad de asistir a eventos gracias al sistema on-line y enriquecieron su agenda. “Nos dimos cuenta al hablar a potenciales inversores que nuestra tecnología y nuestros resultados despertaban interés. Les gustó el concepto y la ciencia que había detrás”, cuenta. Todo se fue concretando y consiguieron contactos con los que cerraron acuerdos comerciales “Confiaban en el proyecto y tuvimos una sensación muy positiva. La pandemia nos ha impulsado”, concluye.

Pese a todos estos obstáculos, todas las empresas hacen un balance positivo de este año que les ha puesto bajo el foco de la economía, la política, la ciencia y la sociedad. Todas comparten una visión de futuro mejor y creen que este impacto es positivo a largo plazo tanto para el sector como para el país. “Quiero reforzar la idea de que el sector ha estado a la altura en estos tiempos tan difíciles. Con los recursos limitados que hemos tenido y que nos han dado hasta la fecha, hemos estado ahí. El sector tiene una potencia indispensable para ponernos en una buena situación de cara al futuro y a lo que ocurra. Necesitamos más apoyo, pero creo que hemos sido un ejemplo. Nos hemos ralentizados, nos hemos adaptado, pero en todos momentos hemos seguido adelante”, concluye Maroto, en armonía con el discurso del resto de los expertos consultados. “Espero que esa sensación, de que la sociedad ya entiende cómo funciona una vacuna y la regulación, permita atraer más inversión a empresas que tienen potencial. Nuestra posición es de liderazgo, pero necesitamos todos más apoyo institucional”, remata Quintero.

Por Raquel Álvarez y Agathe Cortes
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