Agotamiento, estados depresivos, sudoración excesiva, problemas cutáneos, caída del cabello… – éstos son sólo algunos de los múltiples síntomas que pueden presentar pacientes que sufren tiroiditis de Hashimoto. No obstante, es cierto también que hay otros casos en que esta enfermedad no presenta manifestaciones clínicas, siendo muy difícil de detectar.
La tiroiditis de Hashimoto es una enfermedad autoinmune, descrita por primera vez en 1912 por Hakuro Hashimoto, en la que las células del sistema inmune, como los linfocitos T citotóxicos, atacan, por error, a la glándula tiroides, dañándola y provocando inflamación. Esta glándula es responsable de la producción de numerosas hormonas que son fundamentales en diferentes procesos del organismo. Así pues es evidente que los daños producidos en este órgano tan importante irán acompañados de alteraciones en el organismo, como puede ser una producción insuficiente de hormonas tiroides o hipotiroidismo. Esta enfermedad suele ser más frecuente en mujeres de 30 a 50 años, aunque puede aparecer a cualquier edad.
Como toda enfermedad autoinmune, la enfermedad de Hashimoto puede estar causada por diversos factores, tanto genéticos como ambientales. Entre estos últimos destacan factores como deficiencia de selenio o de la vitamina D, toma de determinados medicamentos, tabaquismo, estrés, alteraciones de la flora intestinal o la exposición a tóxicos o determinadas infecciones virales y bacterianas. Así pues, esta enfermedad se ha relacionado con infecciones por el virus de la hepatitis C, el Parvovirus B19, el virus de Epstein-Barr o Yersinia enterocolítica, entre otras. En algunas mujeres, este trastorno puede aparecer después del embarazo.
Un plan de tratamiento a diferentes niveles
Teniendo en cuenta las diferentes causas y procesos implicados en la enfermedad de Hashimoto, se requiere de una estrategia terapéutica estructurada a diferentes niveles en función de las alteraciones que presente el paciente. Así pues, junto con el tratamiento hormonal, es esencial aportar los micronutrientes esenciales como selenio o la vitamina D, si existen deficiencias en el organismo, o regular la flora intestinal mediante probióticos. En caso de infecciones por el virus de Epstein-Barr, la Micro-Inmunoterapia puede apoyar al sistema inmune en su lucha por controlar su replicación. Este tratamiento también puede ser muy útil para modular el proceso inflamatorio y/o la reacción exagerada del sistema inmune.
Bibliografía