La interrupción del sistema metabólico durante periodos críticos del desarrollo, incluyendo el período prenatal, puede predisponer a las personas a la obesidad y las enfermedades relacionadas en el futuro. Ciertos productos químicos, incluidos algunos contaminantes orgánicos persistentes (COP), pueden imitar o bloquear la acción de las hormonas involucradas en el desarrollo del tejido graso y la homeostasis energética en animales y seres humanos. Estos productos químicos son conocidos como obesogenes. En un reciente estudio de Environmental Health Perspectives, los investigadores examinaron la relación entre la exposición prenatal a tres tipos de contaminantes orgánicos persistentes y los factores de riesgo cardiometabólico en niños pequeños. Manolis Kogevinas, investigador de CREAL, centro aliado ISGlobal, participó en este estudio.

Grecia tiene uno de los porcentajes más altos de obesidad infantil en la Unión Europea. Los factores de riesgo tradicionales como la predisposición genética, el consumo de alimentos, y el ejercicio no explican plenamente la epidemia de obesidad, según la autora principal del estudio Marina Vafeiadi, investigadora de salud ambiental de la Universidad de Creta.

Los estudios en adultos han relacionado la exposición a ciertos COP con factores de riesgo cardiometabólico incluyendo la presión arterial alta y lípidos en la sangre altos, pero las evidencias y pruebas en niños eran escasas.

“Este estudio es el primero que investiga los efectos de la exposición prenatal de COP en las características cardiovasculares en los niños”, explia Vafeiadi. En el estudio participaron cerca de 700 parejas de madre-hijo de la cohorte Rhea de Grecia. Los investigadores midieron las concentraciones de diclorodifenildicloroetano (DDD), hexaclorobenceno (HCB), y bifenilos policlorados (BPC) en muestras de sangre tomadas de las madres en el tercer o cuarto mes de embarazo.

Los DDD y HCB se emplearon ampliamente como pesticidas, mientras que los BPC se utilizaron en muchos procesos industriales. Aunque el uso de estos productos químicos ha sido prohibido desde hace décadas en los países desarrollados, estos productos químicos aún permanecen en el medio ambiente. También se bioacumulan en los cuerpos de los animales y los seres humanos. Cuando los niños del estudio tenían 4 años de edad, los investigadores tomaron medidas del cuerpo incluyendo el peso, la altura, la circunferencia de cintura y los pliegues cutáneos. También se midieron otros factores de riesgo cardiometabólico, como la presión arterial y los niveles de lípidos en sangre.

Los investigadores también registraron la edad materna al momento del parto, el índice de masa corporal de la madre (IMC) antes del embarazo y el aumento de peso durante el embarazo y la duración de la lactancia. Los investigadores observaron que, a los 4 años, el 14% de los niños del estudio tenían sobrepeso. Y un 7% eran obesos. Sus madres tenían concentraciones de COP ligeramente más bajas, en promedio, que las madres en otras cohortes de embarazos recientes de todo el mundo. Los investigadores observaron que un aumento de 10 veces en las concentraciones de HCB las madres se asoció con un mayor riesgo de obesidad generalizada y abdominal en los niños, mayor espesor del pliegue cutáneo, mayor presión arterial sistólica, y un modesto aumento de las puntuaciones z del IMC en el niño (estas puntuaciones se emplean para reportar la obesidad en los niños, ya que representan en la evaluación el sexo y la edad exacta del niño, en contraste con el IMC, que relaciona solo la altura y el peso). La exposición prenatal DDD se asoció con una mayor puntuación z del IMC, un mayor riesgo de obesidad abdominal y mayor presión arterial diastólica. Mientras que los BPC no se asociaron con cualquiera de los factores de riesgo evaluados.

Las asociaciones entre las exposiciones de COP y de los factores de riesgo cardiometabólico no parecen diferir entre niños y niñas. “Sin embargo, el sexo del niño puede influenciar”, dice Dania Valvi, investigadora en Harvard T.H. Chan School of Public Health y CREAL. Esto se debe a los datos en animales y estudios anteriores indicaron una modificación del IMC por el sexo, respecto a este punto Valvi explica que vale la pena explorarlo más a fondo en poblaciones más grandes.

“Los resultados son bastante consistentes para el HCB y DDD en varias mediciones de adiposidad, lo que refuerza la confianza de que las asociaciones son reales", dice Michele La Merrill, toxicólogo de la Universidad de California. “Aunque no está del todo claro el significado de estos resultados para el futuro de la salud de los niños, estudios anteriores han indicado asociaciones entre la obesidad y las enfermedades como la apnea del sueño, la pubertad precoz, obesidad adulta y la enfermedad cardíaca coronaria niñez”, explica La Merrill.

Los autores sostienen que, debido a la creciente prevalencia de la obesidad infantil en diversos países, los hallazgos son importantes desde una perspectiva de salud pública. “El conocimiento de los factores de riesgo ambientales podría ayudar a revertir la tendencia. Es importante controlar los factores de riesgo y desarrollar intervenciones en una población joven antes de que se establezcan los estilos de vida no saludables", explica Vafeiadi. Los investigadores participantes en este estudio esperan poder estudiar la exposición a sustancias químicas no persistentes (como el bisfenol A) y combinaciones de presuntos obesogenes en relación a los factores de riesgo cardiometabólico en la cohorte de Rhea.

Referencia:

Konkel L. 2015. Obesogen holdover: prenatal exposure predicts cardiometabolic risk factors in childhood. Environ Health Perspect 123:A265;http://dx.doi.org/10.1289/ehp.123-A265

Publicado: 1 de Octobre de 2015

Artículo:

Vafeiadi M. et al. Association of Prenatal Exposure to Persistent Organic Pollutants with Obesity and Cardiometabolic Traits in Early Childhood: The Rhea Mother–Child Cohort (Crete, Greece). Environ Health Perspect; DOI:10.1289/ehp.1409062

Foto: La exposición a los COP puede comenzar mucho antes del nacimiento, y los efectos sobre la salud pueden durar toda la vida. Foto: Scaparros / Wikipedia.

Artículo original escrito por Lindsey Konkel, periodista de Nueva Jersey que trata sobre temas de ciencia, salud y medio ambiente, publicado en Environmental Health Perspectives, volumen 123, número 10, octubre 2015.

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