Todos nos despistamos en más de una ocasión en nuestra vida cotidiana y somos víctimas de nuestras propias distracciones. No obstante, esto no quiere decir que nos falle la memoria o estemos sufriendo un problema cognitivo.
Pongamos algunos ejemplos. Un día festivo cogemos el coche para ir a casa de unos familiares y, como parte del trayecto es común con el del trabajo, cuando nos damos cuenta estamos enfrente del lugar donde trabajamos. O estamos recogiendo la mesa y, sin querer, ponemos la servilleta en el lavaplatos o un plato sucio en la nevera. O vamos a una habitación de la casa con la intención de hacer algo y, de repente, nos damos cuenta de que estamos haciendo otra cosa sin haber hecho aquello que pretendíamos.
Ninguna de estas situaciones representa un problema de memoria; se trata de distracciones y nos puede suceder a todos. Los llamamos lapsus cotidianos.
Los lapsus suelen suceder cuando tenemos las tareas muy aprendidas y que, en un grado muy alto, las tenemos automatizadas. Pueden suceder también, cuando estamos preocupados, distraídos o tenemos pensamientos que nos llaman la atención, como por ejemplo pensar en alguna cosa que debemos hacer el día siguiente. En realidad, estos lapsus responden a una disminución de la atención en el momento de llevar a cabo determinadas acciones, y no a un problema de memoria.
En algunos casos se producen intrusiones de otras acciones habituales que comparten algunas características con la acción inicial. O bien son consecuencia de la costumbre, aunque nuestra voluntad era hacerlo de forma distinta . Es más habitual que surjan este tipo de intrusiones cuando:
Otros tipos de lapsus:
Tal y como hemos visto, gran parte de estos lapsus cotidianos se producen en el contexto de secuencias de acciones, convertidas a menudo en una rutina, que son automáticas o semiautomáticas, como cocinar, la higiene personal, los desplazamientos habituales u otras tareas habituales.
Parece lógico pensar que, para minimizar la incidencia de estos lapsus tenemos que prestar más atención a aquello que hacemos, pero si tenemos en cuenta que una de las grandes ventajas de las secuencias de acción rutinaria es, precisamente, la liberación de la mente de la necesidad o del esfuerzo expreso de atención, entonces no parece la mejor recomendación. De todos modos, si somos propensos a cometer estos lapsus podríamos llevar a cabo algunas estrategias, como las que proponemos a continuación.
Un primer paso esencial es concienciarnos de cuáles son las situaciones o circunstancias en las que más a menudo tenemos este tipo de lapsus. En cuanto las tengamos identificadas, podemos:
Es importante ver que existe una diferencia entre los fallos de memoria en tareas cotidianas debidos a lapsus de atención y las dificultades derivadas de problemas de memoria. Si los esfuerzos para disminuir la frecuencia de estos lapsus no son útiles y se convierten en demasiado frecuentes, junto a olvidos reiterados o, si se detecta un cambio importante en la forma de ser, es cuando se deberán observar posibles señales de alerta que puedan indicar un inicio de enfermedad de Alzheimer o de cualquier otra forma de deterioro cognitivo.