La acumulación de pequeñas lesiones vasculares en el cerebro puede ser causante en sí misma de deterioro cognitivo o contribuir al producido por otros motivos de base, como la enfermedad de Alzheimer u otras causas de demencia.

En este artículo explicamos qué son los microinfartos cerebrales y su papel en el deterioro cognitivo y la demencia.

¿Qué son los microinfartos cerebrales?

Los microinfartos cerebrales son pequeñas lesiones vasculares, minúsculas, de tamaño variable (alrededor de 0,05 a 3 milímetros de diámetro), silentes (es decir, que van apareciendo sin dar síntomas), que por lo general son de origen isquémico. Es decir: el flujo sanguíneo se reduce o se detiene dando lugar a una lesión en ese territorio cerebral por falta de oxígeno.

Estas lesiones microscópicas se localizan en territorios cerebrales irrigados por arterias y arteriolas de pequeño calibre, las cuales suelen ser áreas limítrofes irrigadas por las grandes arterias cerebrales.

Individualmente, las lesiones son microscópicas y silentes. Sin embargo, la acumulación de muchos microinfartos cerebrales a lo largo del tiempo puede llegar a asociarse a síntomas como déficits cognitivos o motores. Puesto que los microinfartos cerebrales implican muerte neuronal en el núcleo de la lesión e hipoperfusión y daño en las áreas circundantes, sus efectos son irreversibles.

Gracias a la investigación sabemos, por un lado, que el área afectada por un microinfarto puede llegar a ser hasta 12 veces mayor que el núcleo visible de la lesión y, por otro lado, que sus efectos son prolongados en el tiempo, ya que la alteración del flujo sanguíneo en el área afectada puede durar semanas. La acumulación de estas microlesiones a lo largo del tiempo (pueden ser miles), podría suponer un impacto equiparable al de un accidente vascular más importante.

La relevancia de los microinfartos cerebrales en el deterioro cognitivo

Los microinfartos juegan un papel relevante en el desarrollo de deterioro cognitivo de tipo vascular y en la demencia. Estos accidentes vasculares dan lugar a microlesiones difusas tanto en la corteza cerebral (el substrato de nuestras capacidades cognitivas), como en la sustancia blanca, que son los tractos que conectan las estructuras y diferentes áreas corticales del cerebro.

En consecuencia, afectan tanto a la funcionalidad como a la conectividad cerebral, lo que repercute negativamente sobre las capacidades cognitivas. Las personas que padecen enfermedades cerebrovasculares y demencia vascular presentan una mayor incidencia de microinfartos cerebrales en comparación a personas con la enfermedad de Alzheimer. Pero también se observan estas lesiones, en menor proporción, en personas de edad avanzada que no presentan sintomatología cognitiva relevante.

La magnitud del daño y la localización de estas lesiones en el cerebro estará muy relacionada con las capacidades cognitivas que pueden verse afectadas y con la sintomatología que se manifiesta. Por ejemplo, nuestras capacidades más complejas como el lenguaje, la memoria, la capacidad visuoespacial u otras funciones de tipo ejecutivo, como aquellas relacionadas con el razonamiento o la planificación, requieren de la integración de diferentes modalidades de información y de procesamiento para asegurar su buen funcionamiento.

Estos procesos dependen de la corteza cerebral y de una buena conectividad entre diferentes estructuras y áreas de nuestro cerebro. Por lo tanto, una presencia amplia y distribuida de microinfartos en el cerebro, afectará la integridad de su funcionamiento, pudiendo ser causa de alteraciones cognitivas, conductuales y del control emocional.

La localización y concentración de los microinfartos en las distintas áreas cerebrales da lugar a distintos tipos de afectación. En líneas generales, lesiones en áreas anteriores del cerebro se suelen relacionar con déficits relacionados con el razonamiento, la capacidad de planificación y de resolución de problemas y con algunos cambios conductuales, como puede ser una acusada apatía o tendencia a actuar de forma desinhibida. Lesiones en áreas posteriores del cerebro tienden a relacionarse con déficits visuoconstructivos, visuoespaciales, apraxia y agnosia.

¿Cuáles son las causas que provocan los microinfartos?

Los microinfartos responden a múltiples causas de origen vascular que pueden coexistir en una misma persona. La principal es la enfermedad cerebral de pequeño vaso inducida por la arterioesclerosis, que es un cambio en la estructura de los vasos sanguíneos asociado a la edad, la hipertensión y otros factores de riesgo cardiovascular, que hace que se vuelvan más rígidos y propensos a ocluirse.

Otras causas son:

  • la angiopatía amiloide (un tipo de alteración de los vasos cerebrales causado por la acumulación de depósitos de amiloide en sus paredes),
  • las alteraciones de grandes vasos, los microembolismos, la hipoperfusión (falta de riego sanguíneo),
  • los procesos inflamatorios y
  • las alteraciones cardíacas como la fibrilación auricular (un tipo de arritmia cardíaca que favorece la formación de trombos sanguíneos que pueden ocluir arterias en diferentes territorios del cuerpo).

Todas estas alteraciones pueden provocar la isquemia o infarto de pequeños territorios cerebrales irrigados por arterias y arteriolas de pequeño calibre. Estas lesiones isquémicas pueden manifestarse como microinfartos, pero también como infartos lacunares aislados (son de mayor tamaño) y lesiones difusas en la sustancia blanca.

Todas ellas se relacionan estrechamente con el deterioro cognitivo de tipo vascular. De hecho, los microinfartos son una de las causas más comúnmente asociadas al deterioro cognitivo de origen cerebrovascular y la demencia.

La relación entre los microinfartos cerebrales y la enfermedad de Alzheimer

Es frecuente que las personas con enfermedad de Alzheimer también tengan patología vascular en su cerebro. Sin embargo, en la actualidad, no sabemos con certeza si esto se debe a que ambas patologías son frecuentes en personas de edad avanzada, o si existe una asociación directa entre ellas.

En personas con enfermedad de Alzheimer y enfermedad vascular cerebral, esta última se debe en la mayoría de los casos a una enfermedad de pequeño vaso por arterioesclerosis y/o la presencia de angiopatía amiloide (estrechamente relacionada con el Alzheimer).

La angiopatía amiloide se caracteriza por la concentración de proteína amiloide en las paredes de las arterias de pequeño calibre que irrigan el córtex. Esta concentración de amiloide promueve la aparición de accidentes vasculares por oclusión o por hipoperfusión y finalmente conducen a la degeneración neuronal del tejido afectado.

También puede asociarse a la presencia de microsangrados. Por otro lado, los estudios genéticos indican que ser portador del alelo APOE ε4 se asocia con un mayor riesgo de desarrollar una angiopatía amiloide cerebral y de desarrollar deterioro cognitivo por enfermedad de Alzheimer a lo largo de la vida.

Estos resultados sugieren que la combinación de patología vascular y de enfermedad de Alzheimer da lugar a efectos sinérgicos, es decir, que se potencian entre sí, produciendo un impacto mayor que el que esperaríamos simplemente al sumar el riesgo asociado a cada condición por separado. En definitiva, independientemente de la naturaleza de la relación entre ambas enfermedades, sabemos que la presencia de microinfartos cerebrales es un factor de riesgo de deterioro cognitivo y demencia.

¿Cómo prevenir los microinfartos cerebrales?

Los estudios apuntan que diversas enfermedades y alteraciones que suelen aparecer durante la adultez y la vejez, son factores de riesgo relevantes para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, de enfermedad de Alzheimer y de demencia.

Entre estos factores de riesgo destacan la hipertensión arterial, la diabetes y el colesterol elevado, así como ciertos hábitos tóxicos como el consumo de tabaco y consumo excesivo de alcohol. Tal como hemos comentado, el hecho de que estos factores de riesgo sean compartidos por estas tres patologías, sugiere que existe una relación entre los mecanismos de acción que originan la enfermedad de Alzheimer y la enfermedad vascular.

Estos factores de riesgo pueden ser evitados, controlados o tratados de forma eficaz, por lo que su impacto negativo sobre la salud cerebral es potencialmente evitable o, al menos, se puede disminuir. La prevención más eficaz está vinculada al control de tales factores de riesgo mediante la adopción de un estilo de vida saludable, es decir: llevar una vida mental y socialmente activa, la práctica regular de ejercicio físico y seguir una dieta sana y equilibrada, como la dieta mediterránea.

También forma parte de este plan de prevención el realizar un control médico regular sobre los factores riesgo cardiovascular, y mantener una buena adherencia al tratamiento médico pautado. La adopción de estas pautas es a día de hoy el mejor plan de prevención para evitar o retrasar tanto la aparición de enfermedades cardiovasculares, como los microinfartos, como enfermedades neurodegenerativas, como la enfermedad de Alzheimer.

Fuente: Fundación Pasqual Maragall

https://blog.fpmaragall.org/microinfarto
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