Por DAVID GUERRERO / El Mundo

Parece mentira el juego que puede llegar a dar la celulosa contenida en plantas o a partir de ciertas bacterias. Y es que las fibras de celulosa en el rango de la nanoescala presentan unas propiedades extraordinarias: flexibilidad, alta cristalinidad, biodegradabilidad y transparencia óptica, entre otras. Hasta ahora, la nanocelulosa se había tratado de aplicar en usos como la producción de vendajes o como sustrato flexible y transparente en dispositivos electrónicos, pero Arben Merkoçi y su equipo han dado con una nueva aplicación muy importante: el desarrollo de sensores ópticos con el nanopapel como plataforma que puedan ser utilizados en el campo de la medicina. «El objetivo es desarrollar dispositivos como el sensor de glucosa o el test de embarazo en un formato más fácil y accesible de utilizar para todo el mundo», resume Merkoçi, que abre un amplio abanico de posibilidades a partir del avance científico que ha liderado.

El diseño llevado a cabo por Merkoçi y su equipo son, según explica él mismo, unos nuevos biosensores «pequeños, de un único uso, versátiles, fáciles de producir y de bajo coste». La celulosa bacteriana se obtiene utilizando una técnica con bacterias no patogénicas. A partir de ahí, utilizando diferentes nanomateriales sobre el nanopapel de celulosa bacteriana han desarrollado sus avances a pequeñísima escala ya que un nanómetro es una mil millonésima parte de un metro.

«Cuando las fibras tienen un material tan pequeño las propiedades ópticas son muy interesantes porque se puede cambiar la superficie, modular y hacer transformaciones», destaca Merkoçi. Al nanopapel se le añaden semiconductores y partículas en función de lo que se busque. Así, es enorme el potencial que tienen los biosensores para dar información analítica en diferentes campos como la monitorización en estudios ambientales, la seguridad alimentaria y, quizás el más importante, la medicina.

Estos nuevos modelos de plataformas para sensores ópticos basados en nanopapel de celulosa bacteriana han sido desarrollados por Arben Merkoçi y su equipo del grupo de nanobioeléctronica y sensores del Instituto Catalán de Nanociencia y Nanotecnología (ICN2), entre los que se encuentran Eden Morales y Hamed Golmohammadi. Además, han contado con la colaboración de la Academia de Ciencias de la República Checa y equipos iraníes de la Universidad Shahid Chamran y la Universidad de Ciencias de la Agricultura y Recursos Naturales de Gorgan.

La plataforma sobre la que utilizarán el avance científico es «muy versátil, al combinar nanotecnología con material de bajo coste». Son de un solo uso, consumen muy poca potencia y aparentemente pueden parecer simples trozos de papel, pero evidentemente el potencial no se ve a simple vista. «Es una plataforma universal, pueden ser muy diferentes las aplicaciones», pone de relieve su responsable. Arben Merkoçi, de origen albanés, lleva más de 20 años en España y consiguió la nacionalidad hace 10 por méritos científicos. Desde hace seis años es profesor de investigación ICREA, una categoría que consiguió coincidiendo con la creación del ICN2 en la Universitat Autònoma de Barcelona. Desde el primer momento ha dirigido el grupo de biosensores y bioelectrónica.

De momento tienen la plataforma después de años de investigación, ya han demostrado que puede funcionar y el próximo paso es trasladarlo a aplicaciones médicas del mercado. «Al ser de bajo coste y eficiente puede tener un gran impacto en países en vías de desarrollo», destaca Merkoçi. También en el primer mundo puede jugar un papel importante al dar resultados rápidos y análisis al momento. El científico del ICN2 pone de relieve que «un screening previo antes de tomar una decisión médica importante significa salvar vidas» y apunta al diagnóstico del cáncer como gran objetivo.

Los dispositivos pueden ser fabricados para ensayos individuales a bajo coste, lo que abre muchas puertas para saltar del despacho científico a la industria real. Merkoçi indica que están en contacto con algunas empresas interesadas pero existen muchas resistencias: «En el mercado hay otros intereses y principios, aunque estamos convencidos de que son dispositivos útiles, que las industrias quieran apostar por ellos es otra cosa», lamenta Merkoçi, que ya se ha dado de bruces con las paredes de la industria farmacéutica.

Imagen: El investigador del ICN2, Arben Merkoçi.

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