Cada otoño sin falta, vuelven a las zonas templadas de la Tierra, los virus respiratorios que nos infectan y producen resfriados y gripe. Cambios ambientales, como el descenso de la temperatura y el aumento de la humedad, modifican el comportamiento de las personas, aumentando las posibilidades de contagio.
Además, este otoño sigue siendo atípico. Después del invierno pasado en el que se observó una disminución de la gripe y otras infecciones virales, nos llega este invierno lleno de incertidumbres… Desde el inicio de la pandemia, hay que contar con un nuevo virus que intenta establecerse en nuestro ecosistema interactuando, con el resto de organismos: el virus SARS-CoV-2. ¿Cómo se darán estas relaciones? ¿Hay coinfección? ¿Influye alguno de estos virus en la susceptibilidad de sufrir otra de las infecciones respiratorias?
A algunas de estas preguntas aún es difícil responder. Lo que hoy se observa es que en algunos países, como el Reino Unido, se está dando un aumento de los casos y de la gravedad de las infecciones respiratorias en niños y adultos. Concretamente en la población infantil se aprecia un aumento de la ocupación en cuidados intensivos y un cambio en el tiempo de la infección por el virus respiratorio sincitial.
¿Cuáles son las razones de estos aumentos? ¿Son típicamente estacionales o estadísticamente relevantes? Desde una perspectiva inmunológica, son muchos los factores que podrán influir en la respuesta, entre ellos:
Si algo es cierto, es que nuestro cuerpo está acostumbrado a hacer frente a todas estas infecciones de forma natural, si bien para ello necesita encontrarse en forma. Es un tiempo duro para nuestro sistema inmune, con muchos estímulos al mismo tiempo. Debe trabajar mucho para protegernos de estos virus respiratorios impredecibles y a la vez mantener nuestro equilibrio interno u homeostasis. Por ese motivo, como medida de prevención este otoño, es importante cuidarlo, ya que es el eje principal de nuestra defensa.
Una alimentación adecuada es imprescindible, pues es bien sabido que las carencias en vitaminas y minerales generan desequilibrios en el sistema inmunitario, que afectan a su capacidad de reconocer y hacer frente a las infecciones. Del mismo modo, un descanso adecuado, hacer ejercicio de forma moderada o disminuir el estrés, son medidas que no deben infravalorarse, pues cuando no se tienen en cuenta pueden favorecer la inflamación y la inmunosupresión.
Asimismo, para hacer frente a esta época, la microinmunoterapia puede ser una aliada estratégica en el cuidado del sistema inmune, pues va dirigida específicamente a reforzarlo, actuando en su mismo lenguaje. En el marco de una estrategia de prevención para el control de las infecciones invernales, la microinmunoterapia puede ser un apoyo inmunitario y de forma compatible con otros tratamientos.
Se recomienda ante todo seguir las recomendaciones adecuadas en cada situación y consultar a su médico ante cualquier sintomatología relacionada con estas patologías.