Para la realización del estudio, liderado por Nuria Paricio, se utilizó un modelo animal de la enfermedad de Parkinson desarrollado en Drosophila con una mutación en el gen DJ-1, asociada a una variante de la enfermedad de inicio temprano.

El equipo investigador encontró varios compuestos químicos que no sólo mejoraban la actividad motora de las moscas con dicha alteración genética, sino que además, algunos de ellos eran capaces de reducir el estrés oxidativo que sufren las células, el cual causa mal funcionamiento y degeneración neuronal en este tipo de enfermedades. Estos compuestos son antioxidantes, anti-inflamatorios o neuroprotectores.

Posteriormente el modelo fue replicado en células humanas en las que la función del gen DJ-1 está reducida. Este modelo celular permitió validar el potencial terapéutico de algunos de los compuestos identificados en Drosophila, que fueron capaces de aumentar la viabilidad de las células con la mutación. “Se demostró así la utilidad de Drosophila como modelo animal para estudiar la enfermedad de Parkinson con el objeto de identificar compuestos potencialmente terapéuticos”, explica Nuria Paricio.

“Nuestro modelo presenta muchas ventajas ya que Drosophila es un organismo fácilmente cultivable y manejable, por lo que se pueden hacer estudios a gran escala de una manera rápida y económica. Además, a pesar de ser un organismo que a priori parece alejado de la especie humana, presenta una gran conservación de los procesos fisiológicos relacionados con el sistema nervioso central”, ha destacado Francisco J. Sanz, investigador predoctoral del Departamento de Genética y primer firmante del artículo «Identification of potential therapeutic compounds for Parkinsons disease using Drosophila and human cell models».

La enfermedad de Parkinson es el segundo trastorno neurodegenerativo más frecuente, tras el Alzheimer. El tratamiento actual se basa en restituir la actividad de la dopamina, el principal neutrotransmisor cerebral, el cual está disminuido en los pacientes.

“Dicha estrategia es efectiva para tratar los síntomas en las primeras etapas de la enfermedad, pero presenta problemas en tratamientos crónicos. Además, es incapaz de detener o incluso ralentizar la progresión de la enfermedad de Parkinson. Por ello, es importante encontrar nuevos compuestos con mecanismos de acción diferentes a los usados actualmente y que puedan sustituirlos o potenciarlos”, apunta Verónica Muñoz, investigadora del Departamento de Genética y también firmante del artículo.

Artículo:
Francisco José Sanz, Cristina Solana Manrique, Verónica Muñoz Soriano, Pablo Calap Quintana, María Dolores Moltó, Nuria Paricio: «Identification of potential therapeutic compounds for Parkinsons disease using Drosophila and human cell models». Free Radical Biology and Medicine 108 (2017) 683–691

Doi: http://dx.doi.org/10.1016/j.freeradbiomed.2017.04.364

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