En esta situación tan atípica y excepcional de pandemia producida por el coronavirus (COVID-19) son múltiples los retos a los que nos debemos enfrentar. Nuestra sociedad no había vivido antes una situación de alarma sanitaria de estas características, en las que las medidas de distanciamiento social deben ser muy estrictas. Entre ellas, se encuentra la restricción de visitas externas, incluidas las de familiares, a personas ingresadas en residencias, así como el minimizar el contacto, en general, con personas mayores.
Las autoridades sanitarias informan de que la afectación más grave de la COVID-19 (infección por coronavirus) se produce en personas mayores de 65 años y con patología cardiovascular previa (sobre todo, hipertensión e insuficiencia cardíaca) y, en menor grado, con patología respiratoria crónica y diabetes. Además, la mortalidad aumenta con la edad y es una enfermedad altamente transmisible.
Esta es una de las medidas contempladas para la protección de este colectivo, altamente vulnerable. Las personas que viven en centros residenciales se encuentran en una alta situación de vulnerabilidad ante esta pandemia por diferentes motivos: suelen tener una edad avanzada, con frecuencia presentan alguna patología de base o la coexistencia de varias, pasan mucho tiempo en entornos cerrados y con otras personas vulnerables y, además, tienen contacto estrecho con otras personas, como los cuidadores y otros residentes.
Es natural que este distanciamiento físico forzado genere preocupación e inquietud en las familias. Quizás quien lo viva de forma aún más acusada sea quien actúa como cuidador principal familiar, habituado a desarrollar una serie de acciones cotidianas en las visitas habituales a su ser querido internado en la residencia, como supervisar su espacio vital, el orden de su armario, revisar el estado de su ropa, pasear por los espacios interiores o exteriores de la residencia y, en definitiva, ofrecer una atención personalizada llena de amor y cariño. Además, el contacto presencial facilita captar el estado de bienestar físico y emocional de la persona con Alzheimer, con solo observarla. El contacto físico a través de los abrazos, los besos o las caricias son una fuente de bienestar para ambas partes.
En este artículo, indicamos sugerencias y recomendaciones aplicables a las familias que tienen ingresado a un familiar en una residencia, pero también para otras situaciones de distanciamiento con familiares mayores.
En una situación de bombardeo constante de noticias, casi al minuto, de cómo evoluciona la pandemia y de múltiples informaciones de todos los ámbitos, también aparecen algunas que se relacionan con malas praxis de atención en centros residenciales. Tener conocimiento de estos hechos puede contribuir al desasosiego de quienes tienen a un familiar ingresado en una residencia. Pero hemos de tener claro que son una muy lamentable excepción. Si se dieran a conocer todos aquellos casos de excelente actuación, promovidos por la enorme calidad profesional y humana del personal de centros residenciales, no habría canales ni medios de comunicación suficientes para dar cabida a todos.
Es importante confiar en el buen hacer de los profesionales de los centros y valerse de todos los recursos que tengamos a disposición para fomentar el contacto o el seguimiento a distancia de nuestro familiar. Las residencias han de poner a disposición de las familias un número de teléfono para poder llamar y, tras acordar unos horarios, poder hablar con el familiar ingresado, siempre que por su situación sea viable. Los centros pueden emplear otros canales, como el correo electrónico, la web, o las redes sociales (siempre preservando la intimidad de los usuarios según la legislación vigente) para comunicar sobre el estado general de los residentes, novedades, o cambios de protocolo. Además, se puede recurrir a otras opciones tecnológicas que permitan ver a las personas internas, como vídeos con imágenes del día a día, o la realización de videollamadas con los familiares.
El internamiento en una residencia no es el único motivo por el que podamos estar distanciados físicamente de algún ser querido mayor. El hecho de vivir en poblaciones distintas, o de tener que estar sometido a aislamiento por enfermedad o, el simple hecho de minimizar el contacto con esa persona para protegerla de un posible contagio, también pueden imponer el distanciamiento. A continuación ofrecemos una serie de consejos aplicables a las distintas situaciones de distanciamiento forzado:
Dado que el cuidador y otros familiares también deben acatar el confinamiento domiciliario decretado a partir del estado de alarma sanitaria (salvo en las excepciones en él previstas), es probable que dispongan de más tiempo del habitual. Para disminuir la ansiedad, evitar el constante sometimiento a las noticias y encontrar nuevas oportunidades de la situación sobrevenida, puede resultar emocionalmente positivo plantearse actividades que refuercen la conexión con el familiar, ahora y cuando esta situación de excepcionalidad termine. Estas son algunas ideas:
No estamos viviendo un momento fácil, pero hemos de recordar que es una situación temporal. No podemos evitar tener altibajos y, de hecho, es muy recomendable que todos contemos con alguien con quien poder compartir emociones, temores y dar salida a la inquietud. Siempre que podamos, procuremos distraernos con cosas o actividades que nos desvíen mínimamente la atención de las noticias relacionadas con la situación. Ahora puede resultar difícil verlo así pero esta experiencia, sin lugar a dudas, va a fomentar nuestra capacidad de resiliencia.