Las minas de wolframio son hoy espacios abandonados. Miles de trabajadores se marcharon hace décadas y las galerías quedaron vacías y oscuras. Pero durante la Segunda Guerra Mundial la fiebre del wolframio recorrió España y decenas de instalaciones hervían de actividad. Joan Maria Thomàs ha investigado la guerra económica, política y diplomática que desencadenó el comercio internacional de este mineral, un recurso indispensable para la industria militar.
Se utilizaba fundamentalmente a nivel militar para reforzar los blindajes con aceros especiales y también para fabricar puntas perforantes de granadas antitanque o antiblindaje en general.
En aquella época se convirtió en un material estratégico, y Alemania, que lo compraba masivamente en China, tuvo que pasar a comprarlo en la Península Ibérica porque fue incapaz de llevarlo de aquel país de Oriente Lejano raíz de su ataque a la Unión Soviética, lo que interrumpió el comercio terrestre entre los dos países. El wolframio se convirtió en un recurso clave para ganar la guerra, y España, que se había declarado neutral, hizo un gran negocio.
La competencia entre agentes del Eje y los aliados para hacerse con el máximo de wolframio disponible en España infló una gran burbuja de especulación, contrabando, corrupción y espías, que proporcionó importantes ingresos a la administración franquista y a algunos de sus miembros más destacados. El interés de los alemanes por el wolframio de Portugal y de España llevó a una carrera entre aliados y alemanes para hacerse con este producto. Esto condujo a una enorme fiebre de oro y un incremento descomunal de precios, que aumentaron más de cien veces, lo que benefició a las compañías propietarias de las minas y también a España, que impuso una fuerte carga impositiva. Los intereses industriales de conexión entre el mundo económico franquista y el mundo político se ejemplifican muy claramente en el caso del ministro de Industria y Comercio, Demetrio Carceller Segura, que de una era una de las personas encargadas de negociar este tipo de comercio y tenía intereses particulares en la cuestión. Esto seguramente era conocido por el general Franco, que le permitía este tipo de intervención.
A principios de 1944, antes del desembarco aliado en Normandía, la administración estadounidense exigió a Franco que dejara de vender wolframio en Alemania y amenazó que dejaría de enviar petróleo a España. El ultimátum desencadenó desavenencias dentro del gobierno franquista. Pero Roosevelt cumplió la amenaza, y después de cuatro meses sin petróleo, Franco cedió y cortó el suministro.
A raíz de la conquista aliada de Francia se cortó la comunicación física entre la península Ibérica y la Alemania nazi y, por tanto, se interrumpió el suministro de wolframio. Esto influyó decisivamente en la derrota de la economía alemana y fue uno de los factores que contribuyeron a la derrota nazi. La derrota fue causada sobre todo por los bombardeos masivos, especialmente en plantas industriales de producción de gasolina sintética y otros productos, como los de siderurgia, que utilizaban wolframio, y también por el colapso de las comunicaciones provocado por el dominio del cielo por parte de los aliados .