No podemos dudar ni cuestionar el vertiginoso desarrollo de la Tecnología de la Información y Comunicación (TIC) y otras tecnologías emergentes; siendo cada vez más presentes en la sociedad y en la educación. Esta realidad conlleva para nuestros adolescentes cambios en los hábitos sociales, nuevas formas de relación, en su ocio (tal y como señala el reciente informe “Jóvenes, ocio y TIC, una mirada a la estructura viral de la juventud desde los referentes del tiempo libre y las tecnologías”, publicado por la FAD y Centro Reina Sofía), o en nuevos modos de aprendizaje.

Nos encontramos con unos adolescentes nativos digitales, individuos que han crecido inmersos en la tecnología digital, diferenciándolos de los inmigrantes digitales, personas que han llegado más tarde a las TIC. Hoy por hoy, podemos decir que nuestros adolescentes y jóvenes son los expertos tecnológicos, una generación que ha crecido inmersa en las tecnologías, rodeados de equipos informáticos, videoconsolas y todo tipo de artilugios digitales, convirtiendo los teléfonos móviles en smartphones, los videojuegos en juegos on-line, el uso de internet en realidad virtual, la mensajería instantánea en un modo de comunicación y relación con el mundo; la tecnología es parte integral de sus vidas, donde las herramientas tecnológicas ocupan un lugar central, dependiendo de ellas para todo tipo de cuestiones cotidianas, como estudiar, relacionarse, comprar, informarse o divertirse.

Como dice el Papa Francisco estamos ante un “cambio de época” que afecta a todos los ámbitos de la sociedad. De ahí que nos encontremos ante un nuevo reto educativo, tanto las familias como la escuela; hemos de aceptar y asumir el cambio ocurrido: la tecnología ha venido para quedarse; y desde ahí desarrollar herramientas educativas, nuevas estrategias preventivas, con el fin de educar en el uso responsable de la tecnología a nuestra infancia y adolescencia, ya que, a pesar de sus innumerables aportaciones positivas, acarrean otras riesgos, como son las ciberadicciones o tecnoadicciones, resaltando la problemática actual de las apuestas online, a la que consideramos la nueva ludopatía, siendo adolescentes y jóvenes los más vulnerables. Por otro lado, nos encontramos en una época de uso de tecnopornografía, por lo que es de suma importancia el diseño de una educación afectiva integral.

A su vez, y tras el desarrollo de esta era digital, ha sido inevitable la aparición de nuevas violencias, o la transformación de otras ya existentes, como es el sexting, grooming y por su puesto el ciberbullying, presente prácticamente en todas nuestras escuelas y relacionado con una peor salud mental en la edad adulta.

Es por todo esto, la importancia de la educación y la sensibilización, sin obviar características propias de la adolescencia, tenemos que dar respuestas saludables y adecuadas a las necesidades de nuestros adolescentes: entre ellas la necesidad de integración, socialización y protagonismo, para que de este modo no cubran las mismas con prácticas insanas y fuente de patología.

La escuela debe ser sensible a estos problemas, pues en ella se fraguan los modelos de pensamiento basados en la autorreferencialidad, el descarte y la exclusión. De ahí que trabajar la dimensión cognitiva y afectiva de los alumnos es esencial para humanizar la educación y favorecer nuevos modos de conducta.

Estas líneas no dejan de ser una invitación a la reflexión, a focalizar una mirada amplia, a lo cercano y a lo lejano, a lo vulnerable, a las ya conocidas problemáticas como las adicciones que dificultan el desarrollo integral de nuestros jóvenes, a las nuevas caras de las mismas como son las tecnoadicciones presentes en esta nueva era y la aparición de esas nuevas violencias, todo con el fin de motivar a un cambio educativo.

En palabras del Papa Francisco “no se puede cambiar el mundo si no se cambia la educación” y transmitiendo esperanza a todos los agentes educadores: familias, maestros docentes… y demás agentes sociales que estamos implicados en este cambio y a las que podemos alcanzar: OTRA EDUCACIÓN ES POSIBLE.

Ánel Turbi, director del Master Universitario en Educación y Rehabilitación de Conductas Adictivas de la UCV.

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