El Hospital Universitario de Cruces aspira a ser uno de los centros donde se probará en pacientes uno de los diez prototipos más avanzados de vacuna contra el párkinson. La compañía Biogen, promotora de la investigación, ha contactado ya con el Grupo de Enfermedades Neurodegenerativas del Instituto de Investigación Biocruces, que coordina el neurólogo Juan Carlos Gómez Esteban, con el fin de probar la eficacia de lo que se conoce como inmunoterapia activa. «Las pruebas realizadas hasta la fecha demuestran que el fármaco funciona en animales y es seguro para las personas. Estamos ante una revolución conceptual», afirmó el investigador.

Gómez Esteban realizó estas declaraciones al periódico EL CORREO, de donde Biocruces obtiene esta noticia, en el marco de la jornada ‘Párkinson, historia y futuro', en Azkuna Zentroa, de Bilbao. En ella habló sobre las novedades conocidas en el último congreso mundial de la enfermedad, celebrado en Estados Unidos. El preparado se probó originalmente con pacientes sanos y logró una respuesta inmune muy positiva en el 86% de los voluntarios. El estudio permitió comprobar, asimismo, que el medicamento es seguro y bien tolerado por las personas.

La vacuna que se pretende testar utiliza como diana una proteína específica denominada ‘alfa-sinucleina', que desempeña una función clave en la aparición y progresión de la patología. Los ensayos con enfermos en el hospital de Cruces se espera que comiencen en los primeros meses de 2018.

La cirugía del párkinson también ha experimentado en el ámbito de los tratamientos «un vuelco de innovaciones tecnológicas», añadió Gómez Esteban. Una de las terapias más comunes para hacer frente a la enfermedad es la conocida como estimulación cerebral profunda. Consiste en la implantación en el cerebro de una placa que emite electrodos capaces de controlar el temblor y la rigidez de los pacientes. Cirugía más precisa

Tradicionalmente, esos electrodos se colocaban en la base del cerebro de los pacientes en que las terapias convencionales no lograban contener los movimientos del cuerpo. Esta alternativa «producía beneficios terapéuticos, pero también efectos adversos». Los nuevos dispositivos contienen electrodos que giran con el fin de que los disparos de energía se realicen únicamente sobre las zonas cerebrales que se pretende estimular, evitando así efectos secundarios sobre áreas sanas.

«En Cruces comenzamos a probarlos hace seis meses y hemos ganado no en eficacia, pero sí mucho en seguridad», explica el neurólogo e investigador vizcaíno. Los electrodos más modernos también son capaces de detectar cuándo el paciente sufre más crisis de temblores o rigidez con el fin de aumentar o disminuir la intensidad de la corriente. «Todas estas novedades, las que han llegado y las que están por llegar -resumió el investigador-, van a suponer una auténtica revolución porque mejoran los efectos terapéuticos, eliminando efectos adversos clásicos del párkinson, como problemas en el habla o la deambulación».

Imagen y noticia obtenida de la noticia original publicada en el periódico digital El Correo de Pedro Urresti.

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