Los científicos del futuro ya están aquí. Llegan durante este mes de julio a la Universidad de Salamanca en cuatro tandas semanales de unos 30 científicos cada una. No vienen de un sistema planetario extrasolar, ni han viajado en el tiempo. En realidad se trata de estudiantes de bachillerato que han conseguido los mejores expedientes de toda España y que participan en los campus científicos de verano, promovidos por la FECYT.

He tenido la suerte de atenderlos el día de su llegada y la oportunidad de hablarles de la aventura de la ciencia a la que ellos se quieren dedicar el día de mañana. Y he compartido con ellos su entusiasmo y sus ideas. He aquí algunas de ellas.

La formación de un científico, hombre o mujer, no es una tarea fácil ni es un asunto que se pueda ventilar en poco tiempo. Si contamos desde el inicio de una carrera universitaria hasta el primer periodo de investigación postdoctoral con contratos precarios, estamos hablando de un periodo de formación de diez a doce años, si todo va bien. Tampoco es una carrera envidiable desde el punto de vista económico: gente tan inteligente y trabajadora podría tener más oportunidades de ganar dinero si se dedicaran a otras profesiones. Y sin embargo sabemos que las profesiones de científico y médico son las que más prestigio social tienen en España, y también las que más satisfacciones proporcionan a los individuos que las ejercen. Así que hemos empezado la jornada felicitándoles por su vocación y dándoles ánimos.

El segundo punto que he querido compartir con ellos se refiere a los valores que se supone que deben presidir la actividad científica. Es difícil condensar en pocas palabras toda la ética de la ciencia. Por eso he enfatizado solo dos ideas: el científico debe ser honrado (debe hacer públicos y no adulterar nunca los resultados de su investigación) y debe ser crítico, es decir no debe estar dispuesto a aceptar teorías que no estén apoyadas por los hechos, y debe estar interesado en detectar sus propios errores -no solo los de los demás- y en reconocer el mérito de sus colegas, no solo en reclamar el reconocimiento de sus propios aciertos).

Finalmente he terminado hablándoles de la responsabilidad social que hoy día adquieren los científicos. Un país como España, a pesar de la dura crisis económica, aún mantiene un nivel de gasto en investigación científica equivalente casi al 1,3 % del PIB, y la media de los países europeos están por encima del 2%. A cambio lo que la sociedad pide a los científicos es que hagan bien su trabajo y su trabajo es ante todo incrementar el conocimiento de la realidad y mejorar nuestra capacidad para aplicar esos nuevos conocimientos a la solución de problemas y necesidades humanas.

Hablar con estos jóvenes (mayoría chicas, por cierto) de 17 años, y con vocación y entusiasmo por la ciencia, es algo muy estimulante. No he podido evitar tener la impresión de que estaba hablando con los autores de los grandes descubrimientos científicos que disfrutaremos dentro de 10 o 20 años, porque ellos y ellas son los científicos del futuro. Y ya están aquí, entre nosotros. Bienvenidas, bienvenidos.

Imagen: Miguel Ángel Quintanilla con los alumnos de los Campus Científicos.

Fuente: DiCYT - Agencia Iberoamericana para la Difusión de la Ciencia y la Tecnología / USAL

http://www.dicyt.com/noticias/cientificos-del-futuro
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