La relación entre memoria y olvido es incuestionable. No podemos hablar de la memoria sin hablar del olvido. Olvidar no es malo. De hecho, es necesario y beneficioso. Imaginemos que pudiéramos recordar cada minuto y cada detalle de nuestra existencia. Seguramente sería insoportable y no resultaría efectivo cuando en algún momento quisiéramos recuperar una información concreta.

En realidad, lo que nos preocupa es olvidar cosas que consideramos importantes y que nos resultan útiles para nuestra vida cotidiana. A medida que envejecemos, el funcionamiento de nuestro cerebro va variando y no tenemos exactamente las mismas capacidades que de jóvenes. Pero esto no significa que algo vaya mal. No hay nada extraño en olvidar de manera ocasional fechas señaladas o cometer errores puntuales en actividades rutinarias. Nos pasa a todos. No debemos preocuparnos si somos plenamente conscientes de ello y no supone un problema para el desarrollo normal de nuestras actividades cotidianas.

Memoria y olvido: Teorías del olvido

Pero, ¿por qué se producen estos olvidos? Hay diferentes teorías del olvido y aproximaciones científicas que lo explican. Estas son las principales.

El fracaso al evocar

Probablemente todo el mundo haya tenido alguna vez la sensación de que algún dato se ha evaporado de su memoria o, la certeza de saber algo, pero no ser capaz de recuperarlo. Esto pasa como consecuencia de un fallo a la hora de evocar o recuperar la información.

Una teoría del olvido que explica por qué sucede esto es la teoría del decaimiento. Según esta, cada vez que se aprende algo se crea un nuevo trazo amnésico que, si no se evoca ni es recreado durante mucho tiempo, decae, se debilita y puede llegar a desaparecer, con la consecuente pérdida de información. Esto puede pasar, por ejemplo, cuando queremos hacer alguna operación matemática que nos resultaba fácil cuando éramos pequeños (una raíz cuadrada, una regla de tres, etcétera) o recitar los afluentes de un río.

Cuando hace mucho tiempo que no se recupera o no se practica una información, puede ser muy difícil, e incluso imposible, evocarla de una manera efectiva. Eso sí, si queremos reaprender esta información, como ya la adquirimos previamente, normalmente nos resultará más fácil que la primera vez.

De todos modos, esta teoría tiene sus limitaciones, ya que también se ha demostrado que algunas informaciones que no se han recordado ni evocado durante mucho tiempo, pueden mantenerse estables a largo plazo. A veces, el fracaso a la hora de evocar la información de la memoria se puede deber a problemas o situaciones momentáneas. Por ejemplo, si estamos muy nerviosos, estresados o preocupados por alguna cosa, el acceso a la información se puede bloquear. Probablemente en otro momento más tranquilo y calmado la información se pueda recuperar con más facilidad.

La interferencia

Esta teoría sugiere que algunas memorias compiten e interfieren entre sí. Cuando algunas informaciones son muy parecidas, es fácil que haya interferencias entre ellas y que se produzcan confusiones. Esto pasa cuando una información antigua que tenemos almacenada nos dificulta recordar datos más recientes, como cuando se aprende un idioma nuevo o se evocan palabras de otra lengua que se domina. En este caso se trata de una interferencia proactiva.

Asimismo, se produce interferencia cuando el registro de una información nueva interfiere en la capacidad para recordar una información que ya habíamos aprendido. Por ejemplo, cuando nos hemos familiarizado con el manejo de un nuevo modelo de teléfono móvil y un día necesitamos usar el antiguo, nos cuenta recordar cómo se utilizaba. Este es un ejemplo de interferencia retroactiva.

El fracaso en el registro o la codificación

A veces creemos que hemos olvidado una información que, en realidad, nunca llegó a formar parte de la memoria a largo plazo. Es lo que ocurre cuando, en el momento de registrarla, no hemos prestado suficiente atención, bien porque algo nos ha distraído o porque la información que nos daban no nos interesaba o nos motivaba lo suficiente. Para que una información pueda registrarse adecuadamente, conviene asegurar que los sentidos y la atención estén bien activos.

El olvido motivado

Otras veces y aunque sea de una manera inconsciente, participamos activamente en el olvido de algunos hechos, sobre todo los de naturaleza traumática o perturbadora. De este modo, intentamos evitar o minimizar el impacto emocional negativo que puedan tener. En el campo de la psicoterapia, a veces se trabaja para recuperar estas formas de supresión o represión de memorias para poder tratar los síntomas psicológicos asociados a situaciones traumáticas o especialmente desagradables que se han vivido.

Olvidar, pues, también forma parte del funcionamiento cotidiano normal. Solo cuando los problemas de memoria suponen un cambio relevante respecto a cómo hemos estado siempre, o cuando interfieren en el desarrollo de las tareas cotidianas - y no lo atribuimos a un momento de estrés o circunstancias pasajeras - sería necesario pedir la opinión de un profesional.

Fuente: Fundación Pasqual Maragall

https://blog.fpmaragall.org/memoria-y-olvido
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