El autismo es una enfermedad que se caracteriza por un déficit en el desarrollo que afecta a la socialización, comunicación, imaginación y conducta. En Europa, afecta a 1 de cada 100 niños y todavía no se conocen sus causas. Se cree que pueden ser genéticas, con alteraciones en la conectividad cerebral o sistema inmunitario. De hecho, el factor de riesgo más importante para el TEA es tener a uno o más familiares con este trastorno. Si una pareja tiene un hijo con autismo, el riesgo de tener a otro es entre 10 y 20 veces más que en la población general.

El autismo es más común en niños que en niñas. Quizás porque hay más diagnósticos al observarse una sintomatología más evidente en niños. Por ejemplo, ellos tienden a jugar más solos (hecho característico del trastorno) y las niñas suelen mostrar conductas socialmente más adaptativas. Este trastorno no siempre va asociado a discapacidad intelectual, de hecho, un 40% de las personas con TEA tienen una capacidad intelectual igual o superior a la media. Además, muchas personas con autismo tienen habilidades excepcionales en el campo visual o de observación, música o cálculo.

Los factores genéticos no son los únicos de riesgo, también desempeña un papel importante la epigenética, que son los factores ambientales responsables de la regulación de ciertos genes. Por tanto, pueden tener mucha importancia en el desarrollo de la enfermedad.

  • Edad avanzada de los padres.
  • Enfermedades de la madre durante el embarazo.
  • Prematuridad extrema.
  • Dificultades durante el parto, como la privación de oxígeno en el cerebro del bebé.
  • Tratamiento para la epilepsia durante la gestación.
  • Exposición a pesticidas.

La detección temprana del autismo permite iniciar el tratamiento lo antes posible y así reducir los síntomas. En los países occidentales el diagnóstico suele realizarse antes de los 4 años y para ello, el método empleado es un cuestionario de cribado que permite observar si el niño tiene alguna alteración del desarrollo. Algunas de las conductas más características que determinan el diagnóstico son:

  • Dificultades en la interacción social. A los 8-10 meses los niños suelen tener menor interés en las personas, responden menos a su nombre y todavía no balbucean. Tienen dificultades para interpretar las expresiones faciales y los gestos habituales. También les cuesta regular las emociones.
  • Dificultades en la comunicación. Tienen un retraso en el desarrollo del lenguaje y el uso de gestos para comunicarse. En algunos casos desarrollan el balbuceo y las primeras palabras, pero después pierden estas habilidades. Acaban formando el lenguaje a partir de palabras sueltas o la repetición de frases. Tampoco comprenden la ironía o el sarcasmo, mostrando incongruencias entre lo que dicen y su lenguaje corporal.
  • Conductas repetitivas como colocar objetos de una forma determinada, repetir sonidos, palabras o frases. Tienen hipersensibilidad a los sonidos, luz intensa o estímulos táctiles.
  • Convulsiones como la epilepsia. Aparecen hasta el 39% de personas con autismo. Es más frecuente en aquellas personas que también tienen discapacidad intelectual.
  • Pueden presentar trastornos psiquiátricos como el TDAH, ansiedad o depresión.

Cada caso es diferente y por tanto cada niño tendrá unas características y evolución determinadas, por lo que la intervención se adaptará a las necesidades concretas de la persona. La intervención temprana conductual intensiva mejora el aprendizaje, la comunicación y las habilidades sociales. El tratamiento involucra a un equipo multidisciplinar con logopedas, psicólogos, terapeutas conductuales y profesores, y en algunas ocasiones se necesita tratamiento médico cuando existe algún trastorno psiquiátrico. La investigación ha demostrado que incorporar a los padres al tratamiento y darles herramientas para entender y adaptarse a las conductas de sus hijos refuerza su aprendizaje y los niños logran mejoras significativas.

Muchas personas con TEA, especialmente aquellas que se encuentran en el rango de alto funcionamiento, pueden desarrollar vidas autónomas e independientes, así como relaciones interpersonales significativas.

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