Los síntomas que presentan un gran número de pacientes de Covid-19 son muy similares a los de la gripe y se recuperan en casa. Sin embargo, mayor riesgo presentan los que desarrollan dificultad respiratoria y neumonía. Esta última representa el 20% de los pacientes infectados por la Covid-19 y el 5% requieren ser ingresados en el hospital o incluso en unidades de cuidados intensivos para aumentar sus posibilidades de supervivencia. Por eso, tal y como se propone en el artículo, además de los medicamentos utilizados, existe la necesidad de elaborar otras estrategias para su prevención y el posterior tratamiento.
Los investigadores manifiestan que el ejercicio físico ha demostrado ser una terapia eficaz para la mayoría de enfermedades crónicas e infecciones microbianas con garantías preventivas y terapéuticas. En definitiva, es beneficioso para mantener la mejora del estado inmunológico y las hormonas liberadas cuando se practica tienen un efecto antiinflamatorio, porque, según se expone, “el cortisol actúa como un mediador antiinflamatorio y la adrenalina regula la producción de las citocinas inflamatorias”, que es una respuesta inflamatoria sistémica causada por complicaciones derivadas de una enfermedad, una infección o un efecto adverso de una terapia biológica. También se añade que el entrenamiento puede atenuar el síndrome de liberación de estas citocinas inflamatorias, evitando que se produzca un aumento de la inflamación en todo el cuerpo y que interfiera en algunas funciones corporales. Es por ello, y viendo esa similitud en los síntomas con otras enfermedades y la eficacia de su aplicación en ellas, podría aplicarse para tratar el Sars-Cov-2 como instrumento de ayuda en la prevención.
Finalmente, los investigadores concluyen que los programas de ejercicio físico deben individualizarse y “la intensidad debe ajustarse a la situación actual del paciente y al historial deportivo previo”.
En el análisis han intervenido Diego Fernández y Lourdes Jiménez de la Universidad Valladolid, Jerónimo González y Juan Mielgo de la Universidad de Burgos, Nerea Sánchez del Hospital de Santa Bárbara de Soria y Ana Ascaso del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.