La esquizofrenia es una enfermedad muy frecuente que afecta alrededor del 1% de la población. Esto quiere decir que en España hay unas 500.000 personas que la tienen. Se trata de un trastorno muy complejo que suele empezar en la adolescencia. Se caracteriza por una amplia variabilidad en sus causas y en su presentación clínica. Suele iniciarse con un episodio de psicosis en que se produce una distorsión de la realidad en forma de delirios y alucinaciones.

Al no existir ninguna prueba específica para asegurar que un paciente tiene esquizofrenia, el diagnóstico se realiza de manera exclusiva en función de los síntomas que presenta la persona. Cuando una persona es diagnosticada por primera vez, se debe realizar seguimiento médico durante los primeros meses. e incluso años, ya que sus síntomas pueden confundirse con los de otros trastornos mentales.

Hoy en día, no se dispone todavía de biomarcadores con los que se pueda llegar a un diagnóstico claro de esquizofrenia. Es decir, todavía no se pueden detectar en la sangre o en pruebas de imagen, moléculas o señales que confirmen que se tiene esquizofrenia.

Los estudios en este campo han propuesto varios marcadores como el síndrome metabólico, que consiste en presentar una serie de características relacionadas con la salud cardiovascular. Por ejemplo, tener el colesterol alto, tener acumulación de grasa alrededor de la cintura y tener hipertensión.

Otro de los marcadores propuestos es el acortamiento del telómero, que es una parte del ADN que se encuentra en el final de los cromosomas. El acortamiento de los telómeros ocurre cada vez que la célula se replica y, cuando se llega a cierto acortamiento, este conduce a la muerte celular.

Algunos estudios también proponen el incremento de la presión del pulso (PP) como biomarcador para esquizofrenia. La PP es una medida que refleja la elasticidad arterial. Por lo tanto, una presión del pulso elevada (por encima de 50 mmHg) indica que existe rigidez en la pared de las grandes arterias.

Además de los avances en el estudio de biomarcadores, se han producido también importantes mejoras en las técnicas de neuroimagen, el establecimiento de predictores de recuperación en seguimientos de más de 10 años y en el tratamiento antipsicótico temprano.

Estas investigaciones marcan un camino que ayudará de forma significativa en la toma de decisiones clínicas en el futuro, y mejorará la situación de las personas que tienen este trastorno.

Para llegar a este objetivo, es imprescindible realizar muchos más estudios longitudinales, es decir, que observen a individuos durante períodos largos de tiempo. También, que estos estudios evalúen de forma estandarizada y que formulen las mismas preguntas, para poder ser comparados entre sí. De esta forma, se podrá generar la mayor evidencia científica posible para hacer frente a la heterogeneidad y complejidad de una enfermedad como la esquizofrenia.

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