Guillermo Luís Chantada, oncólogo y hematólogo del Hospital Sant Joan de Déu, se especializó en hematología y oncología en 1995 en el Hospital Garrahan (Argentina), donde ejerce como oncólogo y hematólogo desde 1996. Ha realizado estancias en varios centros de referencia norteamericanos. El año 2013 se incorporó, a tiempo parcial, al equipo médico asociado al Servicio de Oncología y Hematología del Hospital Sant Joan de Déu Barcelona, donde coordina el grupo de investigación y tratamiento del retinoblastoma. Sus áreas de investigación principales son el retinoblastoma, el neuroblastoma, los linfomas y la histiocitosis.

¿Cuál es tu principal función en el Hospital Sant Joan de Déu?

Yo soy oncólogo pediatra y me dedico sobre todo a investigar el tumor del retinoblastoma, pero también dedico parte de mi jornada profesional a gestionar colaboraciones internacionales y, en concreto, aquí en el Hospital Sant Joan de Déu, principalmente a través de la Fundación Leo Messi. Uno de mis objetivos es conseguir colaboraciones con otros centros hospitalarios de América Latina para poder mantener sinergias profesionales que sean enriquecedoras para todo el mundo. Estas sinergias son muy significativas en la formación de profesionales, especialmente en oncología.

Desde el año 2015, cuando empezó este programa de colaboración internacional, han venido 70 profesionales latinoamericanos a formarse en el Hospital Sant Joan de Déu. Otra de mis tareas es coordinar la red europea de retinoblastoma y, también, tengo la función de establecer puentes con otras instituciones europeas.

¿Cómo compaginas tu actividad entre el Hospital Garrahan de Argentina y el Hospital Sant Joan de Déu?

El hecho que hoy en día podamos trabajar a distancia cambia mucho el escenario profesional. A veces no sé si me encuentro en Buenos Aires o en Barcelona, puesto que se hace difícil invertir con exactitud un determinado periodo de tiempo a cada proyecto. Físicamente, estoy más tiempo en Argentina que aquí, pero gracias a las nuevas herramientas de comunicación estoy siempre en todas partes. Por ejemplo, puedo estar haciendo sesiones telemáticas sobre retinoblastoma desde el Hospital Garrahan, pero, en cambio, mis interlocutores están todos en Barcelona.

¿Qué diferencias percibes entre estos dos sistemas hospitalarios?

En Argentina hay alrededor de un 60% de la población que no tiene ningún tipo de cobertura sanitaria, y el Hospital Garrahan, donde yo trabajo, es un hospital que recibe justamente esta población, que es muy vulnerable económicamente. Atendemos personas que viven en una situación extrema de pobreza. Así pues, podríamos decir que ambos hospitales son muy similares en cuanto a la gestión interna del centro, pero la situación socioeconómica de los pacientes es muy diferente.

¿Nos podrías ofrecer algunas claves sobre el cáncer de retina?

El retinoblastoma es un tipo de cáncer muy poco frecuente en los niños. Es un tumor que tienen exclusivamente niños pequeños, especialmente entre el primero y el segundo año de vida, porque está relacionado con el desarrollo de las células del ojo. El hecho que este tumor crezca en un órgano en que las familias, a priori, lo pueden detectar más fácilmente tiene una cierta ventaja. Los padres y madres a veces no saben como expresarlo, pero ven que hay algo en el ojo de su hijo que es extraño, como una mancha, como una luz.

Pero, en ciertas ocasiones, el hecho que el tumor salga en el ojo lo hace más complicado de diagnosticar. Los niños son pequeños, no se están quietos, y cuando el pediatra los explora con luz, la pupila se contrae y la mancha desaparece. A la vez, se hace difícil para los adultos detectar una pérdida de visión de un lactante. Ahora hay una aplicación, todavía en fase de desarrollo, que a partir de una foto del ojo de un niño determina si un bebé sufre un cáncer ocular.

No se trata de salvar vidas, porque en Europa los niños y niñas con retinoblastoma se curan casi en su totalidad, sino de poder salvar más ojos

¿Cómo iniciaste el proyecto de investigación en el Hospital Sant Joan de Déu?

El Hospital Sant Joan de Déu fue el primer centro en Europa que adoptó la quimioterapia intraarterial como tratamiento. Hicimos una apuesta muy fuerte basándonos en los estudios realizados en el hospital Memorial Sloan Kettering Cancer Center de Nueva York, con el cual ya colaborábamos. El resto de centros solo hacían tratamiento de quimioterapia intravenosa. El año 2012 empezamos a desarrollar una línea de investigación sobre el retinoblastoma que nos permitiera encontrar alternativas que mejoraran los resultados.

No se trata de salvar vidas, porque en Europa los niños y niñas con retinoblastoma se curan casi en su totalidad, sino de poder salvar más ojos y que los niños que sufren un retinoblastoma acaben viendo bien. A la vez, y no menos importante, hace falta que estos niños no tengan ninguna secuela cosmética que les pueda comportar problemas de baja autoestima en un futuro.

Y a partir de aquí empezasteis a investigar con el virus oncolítico.

Gracias al uso de la quimioterapia intraarterial, ya no usamos la radioterapia, que era mucho más agresiva. Ahora salvamos muchos más ojos y, cosmética y funcionalmente, también hemos conseguido mejorar mucho los resultados. Aun así, todavía hay ojos que desgraciadamente no podemos salvar. Es en este momento cuando, con el doctor Ramón Alemany, investigador principal de resistencia, viro terapia e inmunoterapia del programa ProCURE del ICO, y el doctor Manel Cascalló, director general de VCN Biosciences, optamos por empezar a trabajar una nueva línea de investigación a partir del virus oncolítico.

Esta investigación os comportó resultados muy esperanzadores para combatir el retinoblastoma.

Conjuntamente con el doctor Ángel Montero Carcaboso, investigador de oncología pediátrica en el Hospital Sant Joan de Déu, y Guillem Pascual Pastó, investigador en el Laboratorio de Onco-Hematología del centro, empezamos a hacer ensayos preclínicos para conocer la actividad de este virus. Queríamos saber si vencía las células cancerosas en un tubo de ensayo, y vimos que sí. Después lo probamos con animales de laboratorio, para corroborar si también funcionaba. Lo conseguimos. A continuación lo probamos con siete líneas más de investigación, y también logramos resultados positivos.

Posteriormente, tuvimos que hacer un trabajo muy riguroso relacionado con la seguridad de todo este proceso, puesto que teníamos que estar totalmente convencidos de que, si inyectábamos el virus en el ojo de un niño, podíamos estar seguros que no habría ningún imprevisto. Todo este proceso duró muchos años y finalmente se publicó en la revista Science Translational Research. Una enorme lista de colaboradores hizo posible esta investigación. A partir de aquí, ya empezamos a tratar pacientes.

¿Por qué un virus?

La razón de ser del virus es infectar una célula para poder replicarse y mantener viva su especie. Este mismo mecanismo de supervivencia del virus es el que utilizamos a favor nuestro. Nosotros nos aprovechamos para que el virus elimine las células malignas, invocando su capacidad innata de infectar, reproducirse y perpetuar su especie. El objetivo es que mientras se propague mate también las células cancerosas. El peor problema, pero, es que el ser humano tiene una inmunidad propia que lucha precisamente contra los virus. Por lo tanto, cuando el cuerpo detecta un virus, envía linfocitos para combatirlo.

Tenemos que jugar siempre con la inmunidad de las personas y, por eso, normalmente son pacientes más débiles inmunológicamente hablando. El quid de la cuestión es llegar a combatir el tumor antes de que la inmunidad misma del paciente lo evite. Es un tratamiento ideal para combatir un retinoblastoma, porque este está confinado en un único lugar, donde la inmunidad no es muy potente, y porque los niños pequeños no son inmunes por naturaleza a este virus.

Cada año se diagnostican 8.000 casos de retinoblastoma en el mundo, 3.000 serán niños que morirán por culpa del tumor. En función del país de procedencia del bebé, el índice de supervivencia es positivo o no.

¿Cuál es en este momento tu objetivo profesional?

Cada año se diagnostican 8.000 casos de retinoblastoma en todo el mundo, de los cuales 3.000 serán niños que morirán por culpa del tumor. En función del país de procedencia del bebé, el índice de supervivencia es positivo o no. Los niños de los países desarrollados, como por ejemplo Australia, los Estados Unidos, los países europeos y la parte sur de América Latina, se salvan, pero el resto no lo tiene tan fácil. Así que, si me preguntáis por el futuro, para mí implica curar estos 3.000 niños que hoy en día siguen sin curarse.

Por lo tanto, lo primero que tenemos en la cabeza es que todos los niños tengan la misma oportunidad de cura. También queremos mejorar los resultados conseguidos y, sobre todo, contar con tratamientos cada vez más personalizados. La quimioterapia combate cualquier célula que tenga delante, las malas, pero también las buenas. Así pues, estamos inmersos en encontrar tratamientos más específicos, que salven la vida de un niño con retinoblastoma y que, además, no le afecten en un futuro.

¿Cómo influirá en vuestro trabajo la puesta en marcha del futuro SJD Pediatric Cancer Center Barcelona?

Estos tratamientos se ofrecerán al SJD Pediatric Cancer Center Barcelona para que todos los niños puedan acceder a tratamientos de vanguardia. Será un centro de todo el mundo para todo el mundo y esta también es la misión de nuestro estudio.

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