El Dr. Josep Tabernero es una de las figuras más reconocidas y prestigiosas en el campo de la oncología. Se trata de uno de los investigadores más citados y su labor asistencial le ha valido para estar reconocido como uno de los 100 mejores médicos en España. Su trayectoria también le ha servido para recibir numerosos premios, entre ellos el Premi Nacional de Recerca de la Generalitat de Cataluña o el Premio a la Trayectoria Investigadora en los hospitales del ICS. También es el presidente del consejo asesor científico de GENESIS Biomed. Con él hemos hablado sobre cómo la pandemia de la covid-19 ha afectado a la actividad investigadora en nuestro país y las lecciones que hemos aprendido de ella. También hemos repasado hacia dónde se dirige la oncología en los próximos años, de cómo la transferencia tecnológica está cambiando en España y su valor para garantizar la sostenibilidad del sistema sanitario o la necesidad de desarrollar nuevos modelos de reembolso.

Llevamos un año inmersos en la lucha contra la covid-19. ¿Hasta qué punto ha servido esto para poner el foco en la importancia de la investigación?

Yo creo que de una forma muy importante. Hemos visto que la investigación en el área de salud pública y en la de infecciones víricas en un momento determinado estaba infradotada en todos los aspectos. Y esto ha sido un revulsivo. Sí que es verdad que la sociedad en general y las administraciones han reaccionado de una manera positiva buscando fondos para investigar la covid-19. A mi me gustaría que esto no quedara ahora en papel mojado, cuando toda la situación mejore, sino que realmente se activen foros de discusión para valorar hasta donde queremos llegar con la investigación y si pensamos que la investigación es una herramienta para mejorar la vida de la población y de la sociedad. Por otro lado, también es una oportunidad de negocio. En muchos entornos, incluido el nuestro, nunca se ha valorado suficientemente bien la investigación. Espero que después de todo esto, por lo menos en lo que son presupuestos públicos, logremos equipararnos en fondos de investigación, si no a los mejores países como Alemania o Holanda, por lo menos a la media europea. Recordemos que nosotros estamos bastante por debajo de esta media.

El impacto de la COVID-19 en otras patologías como el cáncer es indudable, con el retraso en el diagnóstico como principal consecuencia. Pero a medio y largo plazo ¿existen otras cuestiones que no se han valorado todavía?

El impacto sobre el diagnóstico en cáncer, por lo menos en Cataluña, se conoce bien. El Plan Director de Oncología ha cerrado el año 2020 y ha hecho la comparativa con el 2019. Y lo que sabemos es que se han diagnosticado un 12,2% menos de tumores. Esto en parte puede ser debido a los retrasos en los programas de cribado, especialmente del cáncer colorrectal y del cáncer de mama. Durante la primera ola se paralizó la actividad quirúrgica y diagnóstica y esto llevó a un retraso que aún estamos recuperando. También es cierto que habrá muchos enfermos que han fallecido, la mayoría por la covid-19, y a los que se les hubiera diagnosticado un tumor que estaba o bien en fase de diagnóstico o hubiera dado la cara clínicamente en este periodo. No nos olvidemos que casi la mitad de los fallecidos por covid-19 son personas con edades avanzadas en las cuales se diagnostica con más frecuencia el cáncer. Lo que sí que prevemos es que en el 2021 haya una recuperación de los diagnósticos, si no sucede ningún contratiempo.

Extrayendo conclusiones positivas se ha visto como, aunando esfuerzos y con una gran financiación, ha sido posible conseguir vacunas eficaces en un tiempo récord. ¿Pone esto de manifiesto la importancia cada vez mayor de los trabajos de investigación multicéntricos? ¿Hemos aprendido que juntos somos mejores?

En primer lugar, la cooperación es buena. Esto ya lo sabemos sin ninguna duda. Es verdad que se han aunado esfuerzos tanto públicos como privados para poner en marcha las vacunas contra la covid-19. También es cierto que las administraciones americana y europea han hecho un esfuerzo titánico de financiación para desarrollarlas. Si hubieran salido mal, hubiera sido a fondo perdido. Es la primera vez que se ha hecho un esfuerzo como este, financiando de una forma extraordinaria esta investigación, tanto con convocatorias públicas como con acuerdos privados con la industria farmacéutica, para poder sacar adelante estas vacunas que eran necesarias para poder atacar la pandemia. Yo creo que esto también exige una reflexión y es que en el futuro se deberían establecer más colaboraciones público-privadas. Quizás no a tan gran escala como ha sido esta urgencia sanitaria y humanitaria, pero en todo caso es un buen ejemplo para favorecer este tipo de colaboraciones.

La investigación oncológica de los últimos años ha servido para dar un gran impulso a enfoques como el de la inmunoterapia o las terapias dirigidas. ¿Hacia dónde cree que se dirige la investigación oncológica durante la próxima década?

El paraguas común será la medicina de precisión y personalizada. Hemos de abordar cada vez más cada tumor de cada paciente como un ente único, con sus propiedades y características, y que no tienen porque ser iguales a las de otro paciente con la misma enfermedad. Y en base a esto desarrollar el tratamiento más apropiado. Ya sean terapias dirigidas a características genéticas de la célula maligna, como mutaciones, translocaciones o amplificaciones, o también tratamientos dirigidos a características del entorno de soporte del tumor, como es la angiogénesis, la importancia de la inflamación o del metabolismo diferenciado. Dentro de esto también tenemos, como una gran área, la respuesta de nuestro sistema inmune a los tumores. En algunos casos es un sistema inmune ya educado en combatir la enfermedad, pero que por diferentes mecanismos se ha silenciado. En estos casos se trataría solo de despertarlo. Pero en el 75% de los tumores esto no es suficiente, porque el sistema inmune no ha reconocido a la enfermedad como algo a eliminar. Y por lo tanto aquí tenemos que educarlo. Estas son áreas muy importantes de cara al futuro. Y luego habrá también tecnologías. Por apuntar una, la generalización de la utilización de la secuenciación genética masiva en el diagnóstico de los pacientes. Pero también es importante entender la heterogeneidad dinámica de la enfermedad, que es evolutiva. La biopsia líquida aquí tendrá un papel relevante. Y sin olvidarnos de la investigación en prevención y en diagnóstico precoz, que es fundamental en cáncer. Sabemos que un 40% de los tumores se podrían o bien prevenir o bien diagnosticar mucho más precozmente. Y aquí hay áreas de investigación que serán muy importantes.

Los marcadores de imagen que se utilizan en radiómica son bastante novedosos a nivel de oncología, aunque ya se han ido utilizando mucho en salud mental y enfermedades neurodegenerativas. Estos plantean algunos retos diferentes a otros biomarcadores moleculares. ¿Cómo ves este tipo de tecnologías?

Todavía no podemos ver la dimensión que tendrá el uso de la radiómica y la inteligencia artificial asociada a la radiómica. Un dato para poner en contexto esto es que hoy en día utilizamos menos del 5% de la información que adquieren las técnicas radiológicas, tanto resonancia como TAC, para el diagnóstico convencional de enfermedades y su seguimiento evolutivo. La investigación en esta área, buscando el resto de información que nos pueden dar estas tecnologías, será fundamental para entender de manera más funcional la enfermedad. Algunos estudios ya sugieren que, si repitiéramos un TAC o una resonancia al cabo de 24 horas después de un tratamiento inicial, ya podríamos saber si este tratamiento va a ir bien o mal y si va a durar más o menos. Todo esto va a necesitar primero un análisis profundo de los datos y algoritmos de inteligencia artificial que nos ayuden a procesar estos datos. Quizás aquí donde pueda haber más reto es en el modelo de negocio detrás de un biomarcador predictivo basado en radiómica.

También se ha hablado varias veces sobre la posibilidad de desarrollar vacunas oncológicas ¿Cómo está de desarrollado este tema?

Las vacunas forman parte precisamente de un tipo de inmunoterapia, para aquellos pacientes que tienen tumores cuyo sistema inmune no ha reconocido la enfermedad como algo anormal. Y las vacunas pueden ayudar precisamente a iniciar esta inmunovigilancia, provocando más neoantígenos y activando el sistema inmune. A parte, también están las vacunas destinadas a prevenir infecciones víricas que son causantes de cáncer. Es otro tipo de vacuna pero que también tiene mucha importancia.

En el VHIO cuentan con experiencia en el desarrollo tanto de patentes como de spin-offs exitosas, como es el caso de Peptomyc. ¿Está cambiando de alguna forma el panorama de la investigación en España para que los centros de referencia se vuelquen más en buscar salidas al mercado y no quedarse únicamente con la investigación académica?

Está cambiando, pero todavía debería cambiar más. Cada vez más instituciones tienen departamentos de transferencia, pero todavía estamos lejos de otros países. También es verdad que esto se debe matizar. Yo tampoco aspiro a que nuestro país tenga un nivel de transferencia como el nivel americano, donde se considera positivo un 10% de éxito. La transferencia a destajo para conseguir un 10% de éxito no es un modelo sostenible. Tiene que ser una transferencia más éticamente sostenible, donde los porcentajes de éxito deben ser de un 25% y si me apuras del 50%. Un porcentaje de fracaso alto lo que hace es que al final se encarezca mucho lo que se acabe transfiriendo y esto no es sostenible. Habría que buscar un equilibrio.

Uno de los grandes temas de debate en oncología es el de la accesibilidad a los nuevos tratamientos. ¿Hasta qué punto modelos de negocio como el RSA (risk-sharing agreements), en el que el reembolso está supeditado al éxito del tratamiento, ayudan a los centros de investigación y hospitales a mejorar la sostenibilidad del sistema sanitario?

Este es el futuro. El pago por precio del medicamento es obsoleto y ya no tiene más recorrido. El futuro es lo que se llama el value-based reimbursement. Yo iría aún más allá, con el geographically adapted value-based reimbursement, porque el valor no es igual para cada país, ya que por criterios económicos y de modelo pueden tener un diferente concepto del valor. Hoy en día, teniendo las historias médicas digitalizadas, podríamos reembolsar paciente por paciente, dependiendo de lo que consideramos que tiene y que no tiene valor. Pero todavía hay muchas limitaciones por parte de los pagadores, porque tienen miedo de introducir modelos como estos que son más complejos. Sin embargo, esta complejidad se soluciona con múltiples herramientas. Además, esto también ha de dirigir de una manera más sostenible la investigación y la transferencia. Si ya sabemos que no vamos a pagar beneficios marginales de valor, pues ya sabemos en donde no vamos a destinar grandes esfuerzos para la aprobación de medicamentos que tienen un impacto marginal. No solo será bueno para mejorar la sostenibilidad del sistema sanitario, sino también para reenfocar las líneas de investigación y transferencia en el futuro.

Su trayectoria tanto investigadora como asistencial lo han convertido en una figura relevante en el campo de la oncología no solo a nivel nacional sino también internacional, y le ha llevado a presidir diversos consejos asesores científicos como el de GENESIS Biomed. ¿Hasta qué punto considera importante el transmitir la experiencia que ha ido adquiriendo a lo largo de estos años a nuevos proyectos e investigadores que surgen ahora?

Transmitir la experiencia es importante para todos. Vivimos en un mundo rápidamente evolutivo, donde las experiencias de modelos previos ayudan a definir mejor los nuevos modelos. Y aquí, sinceramente aprendemos todos y yo creo que esto es extremadamente interesante. Hemos comentado anteriormente que todo está cambiando. Los modelos de reembolso, los modelos de transferencia, los objetivos diana de cuál es una buena diana para completar un proceso de transferencia o no… Todo esto va cambiando. Precisamente, de las pocas cosas positivas que ha tenido lo de la covid-19 ha sido que fue un revulsivo para que todo el mundo piense si lo que está haciendo tiene sentido, es éticamente sostenible y si debemos continuar de esta manera.

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