Durante las últimas décadas, muchas investigaciones se han centrado en el intercambio de gases efecto invernadero (GEI) entre la atmósfera y la biosfera, especialmente en el intercambio de dióxido de carbono (CO2), el GEI que más ha aumentado en nuestra atmósfera. Un tercio de las emisiones de CO2 debidas a la actividad humana son absorbidas por ecosistemas terrestres, como por ejemplo, la tundra, los bosques, las selvas tropicales, los humedales o los desiertos. Por tanto, cualquier perturbación en estos ecosistemas puede ser crucial en un contexto de cambio climático.

En este sentido, los ecosistemas cuyo funcionamiento ha sido ampliamente estudiado se corresponden con zonas templadas (Norte América y Europa Central). Por el contrario, el papel de las regiones áridas ha sido hasta hace muy poco ignorado, a pesar de que varios estudios han demostrado su gran influencia en la variabilidad del balance global de carbono (C).

“El presente estudio demuestra la gran importancia de la ventilación subterránea motivada por el viento, un proceso comúnmente obviado que consiste en la salida de aire cargado de CO2 desde el subsuelo a la atmósfera cuando el suelo está muy seco, fundamentalmente en verano y en días ventosos”, explica la investigadora de la Universidad de Granada y de la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), Ana López Ballesteros. Otro aspecto estudiado es el relacionado con la procedencia de ese CO2 acumulado en el subsuelo.

El sitio experimental del trabajo es un espartal semiárido situado en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar (Almería) en el que los investigadores han registrado datos de CO2 durante 6 años (2009-2015) mediante una técnica usada internacionalmente (técnica Eddy covariance o covarianza de remolinos), junto con sensores subterráneos de CO2 y medidas micrometeorológicas. La creencia mayoritaria en la comunidad científica era que el balance de C de los ecosistemas semiáridos es neutro, es decir, que la cantidad de CO2 que es absorbido mediante la fotosíntesis que realizan las plantas es compensado con la cantidad emitida a través de la respiración de animales, microorganismos y plantas.

Sin embargo, este estudio demuestra que hay grandes cantidades de CO2 acumulados en el subsuelo y que en determinados momentos pasan a la atmósfera por el proceso de ventilación lo que provoca emisiones adicionales de CO2. Concretamente, los resultados de esta investigación confirman que durante los últimos 6 años (2009-2015) este “espartal” ha emitido en torno a 1 kg de C por metro cuadrado.

Según los investigadores, esta gran emisión de CO2 no puede ser debida a la actividad biológica del ecosistema dado que nos encontramos en una zona donde hay un gran estrés hídrico y una limitación de nutrientes lo que hace que la actividad biológica de microorganismos, animales y plantas sea muy baja. La hipótesis es que el C se transporta subterráneamente desde otros sitios con mayor actividad biológica.

Aunque se necesitan más investigaciones para conocer mejor los procesos que componen el ciclo del C en los ecosistemas áridos, los investigadores que han realizado el estudio concluyen que “los resultados obtenidos constituyen un gran avance en el conocimiento del ciclo de C de las regiones áridas, señalando su gran complejidad y su posible relación con el movimiento subterráneo de agua y de aire”.

“En un contexto de cambio climático, esta situación afectaría negativamente al calentamiento global, dado que una parte de los ecosistemas naturales, en lugar de absorber el CO2 emitido a través de la quema de combustibles fósiles, estarían añadiendo CO2 a una atmosfera donde los GEI no paran de aumentar” concluye el investigador Francisco Domingo Poveda, de la Estación Experimental de Zonas Áridas.

Referencia bibliográfica:

Ana López-Ballesteros; Penélope Serrano-Ortiz; Andrew S. Kowalski; Enrique P. Sánchez-Cañete; Russell L. Scott; Francisco Domingo-Poveda: Subterranean ventilation of allochthonous CO2governs net CO2exchange in a semiarid Mediterranean grassland. Agricultural and Forest Meteorology. DOI: 10.1016/j.agrformet.2016.12.021

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