La fibrilación auricular es el tipo de arritmia más frecuente que aumenta el riesgo de sufrir un ictus y duplica su mortalidad. En un tercio de los pacientes, es asintomática y, por lo tanto, muy difícil de detectar. Desde hace años, se conoce que tomar el pulso arterial de forma periódica pude ayudar a su diagnóstico y favorecer el inicio precoz del tratamiento, pero no existía evidencia científica sobre el mejor procedimiento para tomar esta medida. Ahora, un trabajo liderado por el grupo de Enfermedades Cardiovasculares del Vall d’Hebron Instituto de Investigación (VHIR) y el Servicio de Cardiología del Hospital Universitario Vall d’Hebron y llevado a cabo en Consultas Externas de Cardiología de Centros de Atención Primaria (CAP) de Barcelona, ha establecido algunos de los parámetros óptimos para la toma del pulso a la hora de detectar arritmias y demuestra su utilidad en grupos determinados de pacientes mayores de 40 años.

El estudio, publicado en la revista PLOS One, ha sido llevado a cabo en las Consultas Externas de Cardiología de los CAP de Horta, Sant Andreu, Chafarinas y Río de Janeiro de Barcelona en colaboración con el área de Enfermedades Cardiovasculares del CIBER (CIBERCV) y el Dr. Joaquim Radua del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (IDIBAPS). En él, enfermeras de los distintos CAP tomaron el pulso a 5508 pacientes mayores de 40 años que tenían visita en Cardiología. A continuación, en la misma visita, se realizaba un electrocardiograma para comparar los resultados, ya que ésta es la técnica estándar para detectar este tipo de arritmias.

Para tomar el pulso a los pacientes, se plantearon algunas diferencias sobre cómo hacer la medida y cómo interpretar los resultados. “Queríamos analizar qué estrategias en la exploración física permiten optimizar la detección de fibrilaciones auriculares, así como conocer qué individuos pueden beneficiarse más de esta medida”, explica el Dr. Jordi Bañeras, médico adjunto del Servicio de Cardiología e investigador del grupo de Enfermedades Cardiovasculares del VHIR.

Así, en algunos pacientes se hizo la palpación en la arteria radial derecha, en otros en la arteria carótida derecha, y en otros en las dos. Se analizó también si era mejor realizar una palpación durante 10 segundos o durante el tiempo que la enfermera consideraba necesario. Así, se vio que la mejor capacidad de diagnóstico se daba cuando se hacía la palpación en la arteria radial, independientemente del tiempo.

Sobre los resultados obtenidos de la palpación, se realizó una clasificación en cuatro grupos: pulso regular, pulso irregular, pulso incierto y casos en los que la enfermera no era capaz de detectar el pulso. Hasta ahora, las guías de recomendaciones consideraban que es necesario realizar un electrocardiograma posterior de control a las personas con pulso irregular para confirmar si efectivamente hay una arritmia o no. “En cambio, nuestros resultados muestran que también es importante incluir a aquellas personas en las que no se encuentra el pulso o en las que no está clara su regularidad, no sólo cuando se detecta claramente que es irregular”, destaca el Dr. Bañeras. Los resultados no dependían, sin embargo, de la experiencia de la enfermera ni se relacionaban con otros factores clínicos, como la edad o la presencia de otros problemas cardíacos.

Nuevo algoritmo en función de la edad y alteraciones cardíacas previas

El estudio tuvo en cuenta también qué grupos de edad pueden obtener mayores beneficios de la medida del pulso en la práctica clínica habitual. En concreto, se recomendaría tomar el pulso en personas de 40 a 60 años sólo cuando existen alteraciones cardíacas previas. En los casos de 60 a 69 años, se recomendaría hacerlo a todo el mundo. En mayores de 70, sólo en los casos en los que no exista insuficiencia cardíaca previamente diagnosticada. En este último grupo de edad, si hay otras alteraciones cardíacas, se recomienda realizar directamente el electrocardiograma.

Se calculó que la sensibilidad global era del 79% y la especificidad del 86%. “Consideramos que es una buena técnica por la rapidez y los pocos costes asociados a la medida del pulso, además de ser una prueba que no es invasiva. En menos de un minuto, podemos saber si vale la pena realizar un electrocardiograma para saber si efectivamente hay una arritmia y esto ayudaría a detectar a un gran número de personas con fibrilación auricular y, por lo tanto, en riesgo de sufrir un ictus”, afirma el Dr. Bañeras. La detección precoz de una arritmia es clave para favorecer el seguimiento adecuado del paciente y la administración, según criterios clínicos, de anticoagulantes para evitar que se produzca un ictus en el futuro. Estos valores no variaban en función de las condiciones de salud cardíacas, por tanto, los resultados serían generalizables a la población general, aunque debería confirmarse en un nuevo estudio en el futuro.

Los investigadores también destacan la ventaja de la medida del pulso, que se llevaría a cabo en CAPs u hospitales, en comparación con dispositivos tecnológicos, como móviles o relojes inteligentes. Este tipo de tecnología puede dar información errónea por artefactos, generar angustia, son caros y por tanto no todo el mundo puede beneficiarse. Pueden tener implicaciones legales, y además la mayoría de las plataformas móviles no han sido evaluadas para su eficacia y sólo una minoría tiene la aprobación CE. Tomar el pulso, en cambio, no necesita tecnología y favorece tomar decisiones y el seguimiento de la persona en el mismo momento una vez detectada la arritmia.

Uno de cada cinco ictus se relaciona con la presencia de fibrilación auricular

El ictus es la primera causa médica de discapacidad en Cataluña. Cada año, 13.000 personas sufren un ictus en nuestro territorio, lo que provoca que el 45% de los afectados quede con discapacidad. De hecho, es la primera causa de muerte en mujeres y la tercera en hombres.

En uno de cada cinco casos de ictus, éste se atribuye a la presencia de fibrilación auricular, un tipo de arritmia en el que la contracción del corazón no se realiza correctamente. Esto puede favorecer la creación de un coágulo que viaje hasta el cerebro, donde puede taponar una arteria, dificultar el paso de sangre y producir la muerte de células cerebrales. Es lo que se conoce como ictus isquémico.

La fibrilación auricular es poco frecuente en la población general (aproximadamente un 2%), pero aumenta con la edad hasta el 10-17% en individuos mayores de 80 años. Aunque en muchas ocasiones es asintomática, su detección precoz es clave, ya que el tratamiento anticoagulante preventivo puede reducir el riesgo de ictus hasta en un 60%.

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